Reconocido como el descubridor de la Trisonomía 21 y como el padre de la genética moderna, fue un científico quien además se destacó por su defensa de la vida y de los más débiles, de hecho, él, junto a San Juan Pablo II, impulsaron la Academia Pontifica para la Vida.
Nació en Francia en 1926, se convirtió en médico pediatra y genetista. Precisamente, al ver las dificultades que presentaban los niños con SD y las inquietudes de sus padres, se dedicó a la investigación de esta discapacidad.
Después de mucho trabajo científico, detectó una alteración cromosómica que consistía en la presencia extra del cromosoma 21 (o una parte de este), en vez de los dos habituales. Esta variación es la causante del Síndrome de Down.
De acuerdo con un artículo de Vatican News, el trabajo de Lejeune ayudó a reducir el estigma social que enfrentaban aquellas personas con esta condición genética.
También Lejeune descubrió otras anomalías relacionadas con los cromosomas, lo cual abrió el camino para nuevos avances en el campo genético.
Fue además un hombre católico que contrajo matrimonio con Birthe Bringstead, con quien tuvo cinco hijos. En unas declaraciones a Aciprensa, su esposa se refirió a cómo su posición en contra del aborto le trajo dificultades.
“Tras oponerse a la ley del aborto (en Francia), de repente hubo un apagón: dejó de recibir donaciones y ayudas económicas para su investigación. No podía escribir en los medios de comunicación y no lo invitaban a las televisoras ni tampoco a congresos internacionales en los que durante años había sido el ponente principal”.
Amigo de San Juan Pablo II
En 1974 fue nombrado miembro de la Academia Pontificia de la Ciencias y en 1994 fue presidente de la Academia Pontificia para la Vida por San Juan Pablo II, quien se convertiría en su amigo cercano.
El científico partió a la Casa del Padre un Domingo de Resurrección, 3 de abril de 1994, en París, Francia, tras haber padecido cáncer.
San Juan Pablo II escribió un mensaje con motivo de la noticia: “Esta muerte testimonia con mayor fuerza la vida a la que el hombre está llamado en Jesucristo. Durante toda la vida de nuestro hermano Jérôme, esta llamada representó una línea directriz. Como sabio biólogo, sintió pasión por la vida”.
“En su campo fue una de las mayores autoridades mundiales. Diversos organismos lo invitaban a dar conferencias y le pedían sus consejos. Lo respetaban incluso quienes no compartían sus convicciones más profundas”.
Y continúa: “El profesor Jérôme Lejeune asumió plenamente la responsabilidad particular del sabio, dispuesto a convertirse en un signo de contradicción, sin tener en cuenta las presiones externas ejercidas por la sociedad permisiva ni el ostracismo al que lo habían condenado”.
“Nos hallamos hoy -dijo el Papa polaco- ante la muerte de un gran cristiano del siglo XX, un hombre para el que la defensa de la vida llegó a ser un apostolado”.
En 1997, el mismo San Juan Pablo II, durante un viaje a Francia, oró ante la tumba del científico. En 2007 se abrió el proceso de canonización y el 21 de febrero pasado el Papa Francisco reconoció sus virtudes heroicas, lo cual abre el camino para su posible beatificación.
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