Francisco subrayó que la “revolución Billings” no ha agotado su impulso original, “sino que sigue siendo un recurso para la comprensión de la sexualidad humana y para la plena valoración de la dimensión relacional y generativa de la pareja”.
“Una educación seria en este sentido resulta hoy necesaria, en un mundo dominado por una visión relativista y banal de la sexualidad humana. Por el contrario, exige una reflexión desde una perspectiva antropológica y ética, en la que se exploren las cuestiones doctrinales sin simplificaciones indebidas ni rígidas cerrazones”, dijo.
Y, retomando la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI, subraya la conexión inseparable entre los significados unitivo y procreador del acto conyugal. “Cuando falta esto -aclara a continuación Francisco-, la experiencia de la sexualidad se empobrece, se reduce a sensaciones, que pronto se vuelven autorreferenciales, y pierde su dimensión humana y su responsabilidad”. Su pensamiento se dirige luego a los feminicidios, que, según él, encuentran aquí una de sus principales causas.
Necesidad de educación
Hablando de la necesidad de educación sobre estos temas, el Papa se refirió a la importancia de que el Centro de Estudios e Investigaciones para la Regulación Natural de la Fertilidad, que funciona desde 1976 en la Universidad Católica del Sagrado Corazón, forme parte de uno de los centros académicos más prestigiosos de Italia y pueda beneficiarse de los conocimientos científicos más avanzados para llevar a cabo su misión de investigación y formación. Sigue hablando de un necesario cambio de mentalidad:
“Descubrir la belleza de la sexualidad humana hojeando el gran libro de la naturaleza; aprender a respetar el valor del cuerpo y la generación de la vida, con vistas a auténticas experiencias de amor familiar”.
Tras recordar que el método Billings, junto con otros similares, es una de las formas más adecuadas para realizar responsablemente el deseo de ser padres, Francisco pasó a hablar de la práctica de la maternidad subrogada y lo hizo en estos términos:
“Aunque es apropiado asistir y apoyar un deseo legítimo de concebir con los conocimientos científicos más avanzados y las tecnologías que pueden mejorar la fertilidad, es incorrecto crear embriones de probeta para luego suprimirlos, comerciar con gametos y recurrir a la práctica de la maternidad subrogada. En la raíz de la actual crisis demográfica hay, junto a diversos factores sociales y culturales, un desequilibrio en la visión de la sexualidad”, concluyó.