El estudio de la liturgia, continuó el Papa, hace crecer en la comunión eclesial porque abre al otro “lo más cercano y lo más lejano de la Iglesia, en la común pertenencia a Cristo”. Pero hay tentaciones: “Quisiera subrayar el peligro, la tentación del formalismo litúrgico, de volver a las formas, a las formalidades más que a la realidad, que vemos hoy en estos movimientos que tratan de retroceder y negar el propio Concilio Vaticano II: la celebración es recitación, es algo sin vida, sin alegría”
El Pontífice subrayó que la vida litúrgica debe “conducir a una mayor unidad eclesial, no a la división”. Y advirtió: “Cuando la vida litúrgica es un poco la bandera de la división, está el olor del diablo allí, inmediatamente. El engañador. No es posible adorar a Dios y, al mismo tiempo, hacer de la liturgia un campo de batalla por cuestiones que no son esenciales, es más: por cuestiones superadas y tomar partido, desde la liturgia, por ideologías que dividen a la Iglesia”.
“El Evangelio y la Tradición de la Iglesia nos llaman a estar firmemente unidos en lo esencial, y a compartir las legítimas diferencias en la armonía del Espíritu”, concluyó.