Seguros de la riqueza de las experiencias de sinodalidad vividas en esta fase diocesana, Grech y You Heung invitan a los sacerdotes a no considerar el camino sinodal como una carga más de trabajo pastoral, una cosa más que hacer, sino que los animan a utilizar esa mirada contemplativa que se complace en observar los brotes que ya están surgiendo espontánea e informalmente.
El otro temor que hay que disipar -advierten los autores de la carta- se refiere al papel del liderazgo y a la identidad específica de los ministros ordenados. Qué será de ellos, cabe preguntarse. Aquí se invita a “descubrir cada vez más la igualdad fundamental de todos los bautizados y de estimular a todos los fieles a participar activamente en el camino y la misión de la Iglesia”. En definitiva, la palabra clave es la corresponsabilidad en la evangelización.
En este sentido, enraizar la Palabra de Dios en la vida es esencial, de lo contrario se corre el riesgo de caminar en la oscuridad y que las reflexiones se conviertan en ideología. La escucha del otro debe conducir a la aceptación mutua: esto es lo que se subraya de nuevo en el texto, que también advierte del riesgo de la autorreferencialidad.
En esencia, es necesario sentirse como una sola familia, empezando por los propios sacerdotes. “Cuidar que el viaje no nos lleve a la introspección, sino que nos estimule a salir al encuentro de todos”, destaca otro pasaje en el que se citan la Evangelii gaudium y Fratelli tutti, así como aquel conocido sueño de la Iglesia en salida, con el fuego de la caridad y la brújula de la Palabra.