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Jueves, 28 Marzo 2024
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La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la eutanasia como aquella “acción del médico que provoca deliberadamente la muerte del paciente”.

Esta definición resalta la intención del acto médico, es decir, el hecho de querer provocar voluntariamente la muerte de otro.

La eutanasia se puede realizar por acción directa: proporcionando una inyección letal al enfermo, o por acción indirecta: no proporcionando el soporte básico para su supervivencia.

En ambos casos, la finalidad es la misma: terminar con una vida enferma. Esta acción sobre el enfermo, con la intención de sacarle la vida, se llamaba, se llama y debería continuar llamándose homicidio.

La información y el conocimiento del paciente sobre su enfermedad y su demanda libre y voluntaria de poner fin a su vida, el llamado suicido asistido, no modifica el hecho que sea un homicidio, ya que lo que se propone entra en grave conflicto con los principios que han regido el derecho y la medicina hasta nuestros días. Mi madre, el pasado 15 de enero cumplió 90 años de vida, con una salud frágil por el paso de los años, lleva años sufriendo las inclemencias del Alzheimer y ha sobrevivido a varios infartos cerebrales y cardiacos, estos últimos en el año 2007. En estos últimos días de enero fue hospitalizada en la Unidad Coronaria del Hospital Rafael Ángel Calderón Guardia, desde su llegada a emergencias fue tratada con dignidad respeto y consideración en todo momento la calidez humana del Capital Humano hospitalario se demostró, me explicaron la gravedad de la situación y sobre todo de las consecuencias y riesgos que conlleva a su edad la colocación del marcapasos, en todo momento sentí el verdadero interés de ayudarla a sobrevivir. El proceso de colocarle un marcapasos a sus 90 años y con Alzheimer fue exitoso, ahora tendrá una mejor calidad de vida.

Como cristiano vino de inmediato a mi mente la situación que en muchos países viven personas adultas mayores en las mismas condiciones de mi madre y personas con enfermedades mentales crónicas, en esos países la solución que ofrecen   es la eutanasia algo incompatible con nuestros valores cristianos.

La eutanasia es un acto que busca provocar la muerte a una persona enferma, que comporta graves consecuencias familiares, sociales, médicas, éticas y políticas.

Su despenalización modificará desde sus raíces las relaciones entre las generaciones y los profesionales de la medicina.

El informe Remmelink sobre la práctica de la eutanasia en Holanda rebela la cifra de mil muertos por eutanasia involuntaria (sin consentimiento) durante el año 1990. Estos mil pacientes eutanasiados son mil razones poderosísimas para oponerse a la eutanasia activa.

Igualmente, en los casos en que la eutanasia la solicita el paciente, existe un grave problema ético porque se trata de una derrota social y profesional ante el problema de la enfermedad y la muerte.

Los casos extremos y la autonomía personal, que siempre son indicados por los partidarios de la eutanasia para su despenalización, no han de generar leyes socialmente injustas, que confrontan el deseo individual con el deber ineludible del Estado a la protección de la vida física de cada ciudadano.

Mucho se debate entre los que defienden la vida desde la concepción y quienes apoyan el aborto por elección y a la misma, la Norma Técnica, para que los no nacidos en esta etapa de su desarrollo biológico, puedan  ser sujetos de un aborto electivo, sin que les acarree consecuencias legales a quienes lo ejecuten y lo permitan. Ya de hecho el Código Penal permite el aborto selectivo, con lo que se protege de cierto modo al no nacido pero con la mencionada Norma Técnica,  se abren “portillos”, para hacerla fácilmente “manipulable”.

La mujer puede vivir momentos de confusión emocional al enfrentarse al embarazo no deseado, pero ello se supera si recibe el apoyo que necesita.  Y si ha sufrido agresión que resultara en un embarazo, al agresor es al que se debe responsabilizar legalmente y no al inocente en gestación, quien puede tener la oportunidad de ser dado en adopción.

Recientemente ha resonado nuevamente en El Salvador y en toda Latinoamérica el Caso de Beatriz y otros vs. El Salvador, que refiere al de una mujer salvadoreña en situación de extrema pobreza, a quien en el año 2013 se le impidió acceder a un aborto.

Ante la situación, con el apoyo de grupos a favor de la práctica del aborto en ese país, se llevó adelante un proceso legal ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), cuyo fallo, con posibles repercusiones en todo el continente, tiene lugar hoy 22 y mañana 23 de marzo aquí en San José, donde está la sede de la Corte.

Tenía las pastillas para abortar en la mesa, pero decidió no tomarlas, eran muchas emociones juntas, optó por tomar un baño de agua fría, abrió la ducha, justo cuando acercaba su mano al chorro para aclimatarse sintió por primera vez en su vientre una leve patadita, su bebé se estaba moviendo, y entonces lloró.

Milagro dijo sí a la vida y hoy es madre de dos niñas. Su historia puede ser la de muchas mujeres jóvenes que enfrentan un embarazo inesperado en medio de una situación difícil.

Ella fue dada en adopción a una pareja de estadounidenses, poco después de cumplir los 18 años se independizó. En algunos aspectos era muy madura para su edad, pero reconoce que desconocía muchas cosas, por ejemplo, algo tan sencillo como tomar un autobús.

Todo iba bien, estudiaba en la universidad, tenía novio y buena situación económica. Sin embargo, días después de terminar con su pareja descubrió que estaba embarazada. Era una noticia inesperada.

Sin una familia cerca, sin una red de apoyo y sin pareja, sentía que traer un hijo al mundo en ese momento no era lo mejor. ¿Cómo iba a cuidar a su bebé si tenía que trabajar? ¿Qué podía saber ella de criar a una niña pequeña? ¿Quién iba a ayudarla si necesitara algo?

Buscó en internet. Encontró dos sitios donde ofrecían ayuda a mujeres que quisieran abortar. Programó una cita en ambos para el mismo día, buscaba la alternativa más rápida y efectiva.

Primero se vio con alguien que le dio una bolsa de pastillas. Luego, llegó a lo que parecía una clínica, pero en realidad se trataba del Instituto Femenino de Salud Integral IFEMSI, un lugar dedicado, entre otras cosas, a brindar apoyo a mujeres con un embarazo inesperado.

Una colaboradora le explicó cómo es el crecimiento de un bebé desde la concepción, el procedimiento para realizar un aborto, así como las consecuencias físicas y emocionales.

Este 25 de marzo la Iglesia celebra la Solemnidad de la Anunciación del Señor, el momento en el que el ángel le anuncia a la Virgen María que será la madre del Redentor. Este contexto anima la celebración del Día de la Vida antes de Nacer, que involucra todos los esfuerzos a favor de la vida y contra todas sus amenazas, especialmente el aborto. Para esta ocasión los obispos del país han dado a conocer un mensaje en el que reiteran su llamado a los fieles, así como una respetuosa exhortación a toda la ciudadanía, "a proteger y amparar, siempre y en toda circunstancia toda vida, desde su concepción hasta su fin natural". Se trata, de  "salvar y proteger las dos vidas, tanto la del niño como la de su madre", pues "nunca el aborto procurado y realizado será un bien social, sino más bien la dramática ocasión del irracional retroceso en una sociedad que se dice civilizada y heredera de aquellos principios indelebles que la forjaron como nación y que están acuñados en su Constitución Política".

A continuación su mensaje íntegro:

 

“Levántate, José…” (Cfr. Mt. 2, 13b)

Mensaje de los obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, con ocasión de la solemnidad de la Anunciación del Señor.

 

Con gran alegría y compromiso pastoral hemos asumido la convocatoria del Santo Padre Francisco del Año dedicado a San José, padre adoptivo de nuestro Señor Jesucristo, esposo castísimo de Santa María Virgen y patrono de la Iglesia Universal. Un año particularmente dedicado a contemplar su persona, vocación y misión, inserta en el plan eterno de la salvación humana.

Contemplar a San José en la solemnidad de la Anunciación del Señor y, por tanto, del misterio de su Encarnación, de hacerse hombre en el vientre purísimo de su bienaventurada Madre, es contemplar el designio eterno del Padre, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (cfr. I Tim. 2,4), y ver en San José un vivo ejemplo de colaboración en la obra de Dios.

Una vez más deseamos, en el marco de este designio amoroso, manifestar y proclamar la grandeza del ser humano, hombre y mujer, creado a imagen y semejanza de Dios (cfr. Gen. 1, 27). Tanto más, que Dios se hizo hombre (cfr. Jn. 1,14), asumiendo plenamente nuestra condición, menos en el pecado, pues, «Él que es “imagen de Dios invisible” (Col. 1,15), es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejantes en todo a nosotros, excepto en el pecado» (G.S. 22), entrando en nuestra historia en el seno de una familia, abrazado, amado y formado por una madre y un padre.

Cristo, el Señor, por obra del Espíritu Santo recibió su humanidad de su bendita Madre, unida en matrimonio con el bienaventurado José, cuya integridad virtudes y obediencia hicieron que fuera considerado justo (cfr. Mt. 1, 19), y que recibiera de Dios Padre la irrenunciable misión de amparar, proteger, custodiar y formar a su santísimo Hijo, nuestro Salvador. De ellos, unido siempre a su Padre Dios, Jesucristo recibió, cual imborrable sello, la formación que imprimiera la vida y la fe que experimentó en el Hogar de Nazaret.

Esta irrenunciable misión que, a lo largo de toda su vida, realizaron José y María, resplandeció sobremanera cuando les tocó enfrentarse a aquel soberbio poder que pretendía destruir la vida de Jesús en su más vulnerable infancia. San José responde a Herodes obedeciendo al designio de Dios, quien le habló en sueños (cfr. Mt. 1, 20-21), «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto» (Mt. 2, 13b-14).

También, a nosotros creyentes, y a toda persona de buena voluntad, en este momento de la historia, el Señor Dios nos invita a colaborar en sus designios de amor y de vida, proclamando con toda fuerza el Evangelio de la Vida, en nuestro contexto cultural, social y mediático. Máxime cuando, por nuestra misma racionalidad, podemos reconocer el derecho inviolable a la vida, fundamento del derecho natural y anterior a todo derecho positivo.

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