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Jueves, 28 Marzo 2024
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Jóvenes de diferentes carreras universitarias y países del continente americano tendrán un encuentro sinodal con el Papa Francisco este 24 de febrero, de manera virtual. Entre ellos, estará un estudiante de Psicología de la Universidad Católica de Costa Rica, Alejandro Palacio Puerta.

Durante un mes, los participantes han discutido sobre migración, en la búsqueda de soluciones integrales para los problemas que enfrentan tantos hermanos. Esto llegó a oídos del Santo Padre, quien aceptó la invitación de participar en un evento bajo el título: Construyendo Puentes Norte-Sur.

Con razón y sabiduría Cristo distinguió el perdón de los pecados -ἁμαρτία, dice Lucas- y las ofensas (ὀφειλέω), pero a la vez, en el Padrenuestro, condicionó la remisión de los primeros a las segundas. Porque el amor al prójimo ha de ser característico de los cristianos: el que diga que ama a Dios a quien no ve y odia a los que sí ve e interactúa a cada instante, es un mentiroso (Cfr. I Jn 4, 20-21).

Adrede o no en nuestras relaciones sociales, incluso en el matrimonio; se da la ofensa y hasta el agravio. Mas ante Dios y la convivencia social nos conviene el perdón.

 

Refrendo del perdón

 

La sicología social y la siquiatría; han venido a ratificar científicamente la importancia del perdón como nos lo manda Cristo-Dios al pedirnos ir más allá de amarle sobre todas las cosas y a los demás como así mismo: amar a los enemigos, rezar por ellos (Mt 5,44) y devolverles bien por mal. Nadie ha dicho que esto sea fácil: “No devolver mal por mal, insulto por insulto” “procurar siempre el bien mutuo”, pues “hacer bien a los que me aman ¿qué mérito tiene? (Cfr. Rom 12,17; I Tes 5,15; I Pe 3,9; Lc 6,33; entre otros).

La lista de experiencias crueles, que roen el alma es interminable: divorcios, violar y/o matar, infidelidad, traición, heridas físicas o emocionales, insultos, reclamos, decepciones, violencia doméstica, murmuración, estafas, agresión, secuestro, abandono de hijos por sus padres o viceversa, en el ocaso de su vida. Ah, la reacción instintiva es: venganza, represalia, rencor, “me las va a pagar”, ignorar o la evasión mutua. Lo cual produce infelicidad en ambos y el perdón “es la única cura para el cáncer del rencor” señala bien James Dobson, (Cuando lo que Dios hace no tiene sentido, Edit. Unilit, Miami, 1993, p.261; si bien tenemos varias objeciones teológicas, empezando por ese título herético). En la historia la actitud vengativa ha generado: asesinatos, guerras, terrorismo, genocidios, secuestros, etc.

“Perdonar -en criterio de la experta en felicidad, Sonja Lyubomirsky- es la clave para romper el círculo de la venganza defendida por las religiones del mundo con base en que Dios nos ha perdonado.” - (La ciencia de la felicidad: un método probado para conseguir bienestar, Edit. Peguin, N.Y. 2007, p. 170). Pero es un proceso; el cual conlleva la intención firme de suprimir o mitigar el impulso de la: ira, hostilidad, el desquite; cuando lo ideal es reemplazarlos por: actos y sentimientos positivos, benéficos o sorprender al hacer bien al agresor.

Algunos dicen: yo perdono, pero no olvido; desde la neurología eso sería borrar de la memoria cerebral el ultraje o deshonra, lo cual resulta casi imposible.

En sicología perdonar no significa: reconciliación, condonar o tolerar el daño, tampoco es excusar o justificar lo que se hizo drogado, fuera de sí, negar el daño o vejamen.

Entonces, ¿Cómo saber si Ud. ya perdonó a alguien? “Cuando disminuya su mala intención de perjudicar al ofensor y la balanza se incline hacia hacerle bien.” (afirma la sicóloga social Sonja, Op. Cit. p. 171). En términos bíblicos: “devolver bien por mal.” Prv 25,21-22; Rom 12,20: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber así lo pondrás colorado y Yahvé te recompensará.”

Pero entre más se identifique Ud. con esta escala: haré que pague, quiero verle herido, miserable, para mi él/ella no existe, le quiero tan lejos como sea posible; son señales obvias que se ha de trabajar más para lograr el perdón.

Ocurre un efecto liberador, de descarga, alivio y satisfacción en la conciencia al perdonar, pues es un acto que uno hace más en beneficio personal que del agraviante.

La investigación científica confirma el adagio de Buddha: “Aferrarse a la ira es como sostener en la mano un carbón encendido, con la intención de tirárselo al otro, porque Ud. es quien se quema.” (citado por Mc Cullough: La sicología del perdón, confer Sonja, Op. Cit. p.172).

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