Como hemos insistido en varios llamados, nuestro deseo es que las vacunas lleguen a todas las personas, especialmente aquellas en situación de vulnerabilidad. Seguimos exhortando para que este proceso sea transparente, accesible y lo más rápido posible para afrontar la pandemia.
El bien común, sobre el cual insiste la Iglesia, nos llama a protegernos y a proteger a los demás, repetimos, especialmente a los más débiles. Según la enseñanza reciente de la Iglesia, hay un deber moral para proceder con la vacunación y aceptarla.
«Desde un punto de vista ético, la moralidad de la vacunación depende no sólo del deber de proteger la propia salud, sino también del deber de perseguir el bien común», nos dice la Congregación para la Doctrina de la Fe en una nota sobre la moralidad del uso de algunas vacunas contra el COVID-19 del pasado 21 de diciembre de 2020.
Junto al proceso de vacunación en marcha, es necesario que sigamos aplicando los protocolos sanitarios, que insistamos en el lavado de manos y el uso de la mascarilla, que nos cuidemos con el distanciamiento físico y la forma correcta a la hora de toser y estornudar.
Igualmente, como también lo señaló la Congregación para la Doctrina de la Fe, debemos cuidar de aquellos que, por razones médicas, no pueden ser vacunados.
Es deber de todos informarnos objetivamente y de la mejor manera para seguir afrontando este mal; y ante la posibilidad y disponibilidad de que se pueda dar la vacunación no rechazarla, sino aprovecharla oportuna y responsablemente.