Los restos fueron exhumados de la Cripta del Cabildo Metropolitano y colocados en un ataúd al frente del altar para luego ser enviados de manera solemne a la casa donde fue padre y pastor.
La celebración eucarística fue presidida por Mons. Ángel San Casimiro, obispo emérito de Alajuela y amigo del fallecido prelado. También estuvieron presentes familiares del IV obispo de Alajuela
Mons. San Casimiro recordó que Mons. Bolaños fue el primer obispo que lo recibió en Costa Rica. "Me acogió con la bondad que le caracterizó frente a su casa en la catedral de Alajuela", contó.
Comentó que personalmente este momento significaba rendir un homenaje de gratitud a quien durante tantos años trató con tanto cariño y amabilidad a todos los Agustinos Recoletos, orden a la cual él pertenece.
Asimismo, agradeció a la Arquidiócesis de San José por resguardar los restos de Monseñor Bolaños y con la misma fraternidad entregarlos para llevarlos al lugar idóneo en la Diócesis alajuelense.
Durante la Santa Misa se leyó el pasaje de la Resurrección de Lázaro. Mons. San Casimiro explicó que la reacción de Marta y su reclamo hacia Jesús son comprensibles en medio del proceso de dolor, no obstante, también ese Misterio de Dolor sirve para Gloria de la Resurrección.
Aquello -explicó- suaviza el dolor de las hermanas de Lázaro, "para que puedan vivir en plenitud, ese volver a la vida". "No hace falta predicar, la Palabra de Dios es demasiado clara, sirve para que entendamos la actitud que debemos tener ante la realidad de la muerte".
Recordó entonces las palabras de San Agustín cuando dice que la muerte es un sueño y que de ese sueño despertamos a la vida en plenitud, en la cual ya no habrá más sueño sino vida permanente en la plenitud, de la cual Mons. Bolaños goza desde hace 29 años.
Sobre Mons. Bolaños
Nació en Heredia el 5 de octubre de 1907. Sirvió como Obispo Auxiliar de Alajuela y como Obispo de la misma Diócesis de 1970 a 1980, después que el Papa San Juan Pablo II aceptó su renuncia.
Participó en las sesiones de clausura del Concilio Vaticano II. Fue conocido por su impulso a la catequesis y movimientos apostólicos laicales, de la Casa del Clero (hoy conocida como Centro Pastoral Diocesano Mons. Enrique Bolaños), entre otros.
De acuerdo con una biografía publicada por la Diócesis de Alajuela, fue un episcopado caracterizado por la defensa de la fe católica, frente al auge de las sectas, y por el espíritu de humildad y sencillez. Monseñor partió a la Casa del Padre el 27 de abril de 1992 y fue sepultado en la Catedral Metropolitana porque también sirvió como Administrador Apostólico Arquidiocesano.
