La homilía fue pronunciada a dos voces por los obispos eméritos Monseñor José Francisco Ulloa y Monseñor Ángel SanCasimiro. Monseñor Ulloa, quien fuera obispo en Limón y en la Diócesis de Cartago, recordó la amistad que lo une con Monseñor Barquero por más de 70 años desde que ambos eran seminaristas. Repasó su ordenación sacerdotal, sus años como misionero en la Zona Norte y en Guanacaste, su viaje a Roma, su servicio como formador del entonces Seminario Central en una época difícil marcada por los cambios fruto del Concilio Vaticano II y de las propias condiciones sociales y políticas de la época.
"El equipo de cinco formadores que éramos asumió responsabilidades muy importantes en la formación de generaciones de sacerdotes, a pesar de nuestras propias carencias formativas dimos alma vida y corazón", dijo.
Monseñor Ulloa dijo que a nadie le extrañó cuando el Padre Barquero fue nombrado obispo auxiliar de Alajuela, por su disposición siempre a servir, su espiritualidad y su formación. "Fue un pastor bueno, de los que el Papa llama con olor de oveja, sencillo, humilde se dejaba querer por todos y quería a todos, con una paz espiritual envidiable", destacó.
"Quiso mucho a sus sacerdotes y buscaba que se sintieran bien, su lema fue Heme Aquí, que reflejaba su disponibilidad y su entrega por la evangelización", agregó. Monseñor Ulloa dijo, hablando en primera persona, que Monseñor Barquero fue un amigo y un hermano, entrañable: "se me fue con Dios pero la huella de su vida permanece en nosotros", dijo. Pidió igualmente a los presentes guardar su memoria en el corazón.
"Barquerito, que Dios te pague todo lo que hiciste como pastor por la Iglesia, que te acoja el Buen Pastor y que la Virgen del Pilar, a quien serviste desde esta catedral te acoja con el amor de madre que siempre sentiste", concluyó con voz entrecortada.
Autoridad del testimonio
Por su parte, Monseñor Ángel Sancasimiro, Obispo emérito de Alajuela, constató la amistad que lo une a él y a Monseñor Ulloa con Monseñor Barquero. "Tengo sentimientos enfrentados en mi corazón, un gran dolor, una gran pena de despedir a un gran amigo cuya cercanía tuve a pesar de las bromas que le hacía", dijo. Pero, -apuntó-, también "un gran gozo de compartir la dicha que ya tiene y que venía pidiendo al Señor, como es la gracia de alcanzar lo que con esperanza vivió, el banquete celestial", dijo.
Comentó una experiencia que tuvo apenas un día antes de que Monseñor Barquero falleciera, cuando lo visitó y dio la comunión: su rostro tenía una paz, un gozo indescriptible, y en la breve oración que hizo sentado a un lado de su lecho de enfermo pidió que se hiciera realidad en él ese clamor que la Iglesia eleva en el Adviento: !Ven Señor Jesús!. Según Monseñor Ángel, pidió que Dios no tardara en llevarlo con él, como efectivamente sucedió al día siguiente. "Envidio, con santa envidia, esa forma de hacer el tránsito a los brazos del Padre", dijo igualmente emocionado.
"Cuánto nos has enseñado a ser sencillos, cercanos a la gente, que con tus apretones de manos y golpes en la cabeza expresabas, nos has enseñado a ser compasivos y a enseñar con la autoridad del testimonio, de la fidelidad vivida y de hacer una Iglesia creíble a partir de la vida misma", dijo.
Destacó también que la oración fue una brújula en su vida cristiana y finalmente pidió que, al igual como cuando fue ordenado obispo el clero lo levantó en hombros, hoy se haga lo mismo para entregarlo al Padre en el lugar que le corresponde en la Catedral diocesana.
Finalmente, pidió un aplauso para agradecer su ministerio, un gesto que los presentes dieron efusivamente.
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