Domingo de la Palabra de Dios
Domingo 26 de enero 2025. III del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
Lectura orante de la Palabra
Evangelio de San Lucas 4,1-4; 4,14-21
“Jesús se puso en pie para hacer la lectura y le entregaron el libro del profeta Isaías…”
(Lc 4,16c. 17ª)
Durante el Domingo de la Palabra de Dios, toda la familia, el grupo parroquial, etc, se reúne alrededor de la mesa principal de la propia casa, bien adornada para el efecto, donde se colocan un crucifijo, una imagen de la Virgen María, una vela y una Biblia, ojalá un ejemplar grande y bello, que destaque en la sala o lugar de la reunión. Y que, en lo posible, cada uno de los participantes lleven su Biblia o, al menos, el Nuevo Testamento.
Uno de los miembros de la familia o del grupo enciende la vela y dice: La luz de Cristo.
Todos responden: Demos gracias a Dios.
Luego, pueden cantar todos el conocido canto Tu Palabra me da vida.
A continuación, otra persona introduce la oración al Espíritu Santo con estas palabras:
Nos reunimos en torno a la Palabra de Dios para escuchar la voz del Señor en nuestras vidas e iluminar nuestras acciones con su luz. Abrimos nuestro corazón a la presencia de Dios, invocamos el don del Espíritu Santo para que nos dé la gracia de comprender la Palabra de Dios y ponerla en práctica.
Posteriormente, se recita la siguiente oración de San Pablo VI (puede ser dividida y dicha por varias personas del grupo):
Ven, oh Espíritu Santo, y dame un corazón puro, dispuesto a amar a Cristo, el Señor, con la plenitud, la profundidad y la alegría que solo tú sabes infundir. Dame un corazón puro como el de un niño que no conoce el mal excepto para combatirlo y rehuirlo. Ven, oh Espíritu Santo, y dame un corazón grande, abierto a tu Palabra inspiradora y cerrado a toda ambición mezquina.
Dame un corazón grande y fuerte capaz de amar a todos, decidido a soportar por ellos cualquier prueba, tedio y cansancio, cualquier decepción y ofensa. Dame un gran corazón grande, fuerte y constante hasta el sacrificio, feliz solo de palpitar con el corazón de Cristo y de cumplir humildemente, fielmente y valientemente la voluntad de Dios.
Todos responden: Amén.
Lectura del Evangelio de San Lucas (1,1-4; 4,14-21)
Un lector o persona del grupo, lee el siguiente texto del Evangelio, en voz alta y con buena pronunciación:
Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, querido Teófilo, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor”. Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él.
Y él comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido esta Escritura que acaban de oír”.
Ejercicio de lectura: ¿qué dice el texto?
Todos en el grupo reflexionan sobre este texto del Evangelio de hoy, en un momento de silencio. Luego, los participantes lo repasan en su propia Biblia, especialmente consultando los comentarios al pie de página, para orientarse en la lectura. Terminado este ejercicio, que todos digan alguna frase que más les haya llamado la atención. Luego, que comenten el texto, contestando a las siguientes preguntas:
- ¿Qué sucede con Jesús? ¿Qué nos sugiere verlo en la sinagoga y proclamando el texto de Is 61,1-2? ¿Qué nos dice Jesús de sí mismo, al levantarse y proclamar un texto de los profetas?
- ¿Qué dice Jesús acerca de este texto bíblico? ¿Por qué proclama el texto de Isaías en primer lugar y luego se lo aplica a sí mismo? ¿Qué puede enseñarnos esto? ¿Qué puede ser aquello del “hoy”?
- ¿Por qué Jesús eliminó el versículo 2 del texto de Isaías: “día de la venganza de nuestro Dios”? Ver Lc 6,36-37; 11,11-12, Os 11,3-4
- ¿En qué consiste el año de la gracia del Señor? Ver Lev 25,8-17
- ¿Cuál es la actitud del pueblo en la sinagoga?
- ¿Qué podemos aprender de esta comunidad, con respecto a Jesús y a la lectura de la Palabra?
- ¿Qué importancia tiene la Palabra proclamada y celebrada en comunidad, como vemos en esta lectura bíblica sabatina de Nazareth? ¿Cómo lo vivimos esto hoy en la Iglesia, especialmente los domingos en la celebración eucarística?
- Hoy celebramos el llamado Domingo de la Palabra ¿cómo se ha celebrado en nuestra comunidad cristiana? ¿O ha pasado desapercibido?
- ¿Qué importancia, desde este texto, ha de tener el Domingo de la Palabra, para todos nosotros, de hoy en adelante? ¿A qué nos invita?
Nota: Es aconsejable tener la Biblia en la mano para ver dónde se encuentra el texto y enseñar a los participantes, en forma pedagógica, a delimitar un texto bíblico.
"La Iglesia se funda sobre la Palabra de Dios, nace y vive de ella. A lo largo de toda su historia, el Pueblo de Dios ha encontrado siempre en ella su fuerza, y la comunidad eclesial crece también hoy en la escucha, en la celebración y en el estudio de la Palabra de Dios”.
Verbum Domini, 3.
Reflexión y profundización del Evangelio
El texto con el que estamos reflexionando, en este Tercer Domingo del Tiempo Ordinario, está dividido en dos partes: por un lado, el llamado Prólogo de San Lucas y, por otro, la visita de Jesús a la sinagoga de Nazaret. Recordemos que el texto de San Lucas, es llamado el Evangelio de la misericordia o de la compasión, en el que Jesús se acerca a los niños, a los jóvenes, a los enfermos, a los marginados, a los pecadores; en el que se revela el rostro misericordioso de Dios y su amor entrañable por quienes carecen de fortuna y de amor. La Buena Noticia para el pueblo cansado y oprimido de todos los tiempos.
En el prólogo del Evangelio (Lc 4,1-4), se dice que otros muchos, antes que San Lucas, han intentado componer una narración acerca de la vida de Jesús, basada en lo que han enseñado los testigos oculares y ministros de la palabra. Además, el autor del evangelio ha realizado sus propias investigaciones y ha decidido poner por orden dicha narración. Y, por último, con una finalidad concreta: que Teófilo conozca el fundamento de las enseñanzas que este ha recibido de palabra.
Desconocemos quién es este personaje ilustre al que se dirige la obra (ver también Hech 1,1). Etimológicamente, el nombre de Teófilo significa “amado por Dios”. La preocupación de San Lucas es la de fundamentar su fe. Pero la intención del autor no es solo escribir para Teófilo, sino para todo aquel que quiera conocer de “primera mano” la vida y obra de Jesús. Desde este punto de vista ese “amado por Dios”, podemos ser todos nosotros, que queremos conocer el fundamento de las enseñanzas que hemos recibido, o cualquier persona que quiera conocer a Jesús.
La segunda parte del texto nos ofrece el relato de la visita de Jesús a la sinagoga de Nazaret. Con ella, San Lucas quiere ofrecernos una síntesis del ministerio de Jesús y de los grandes temas que caracterizan dicho evangelio. Pues bien, el Evangelio que estamos escuchando y reflexionando en este Domingo de la Palabra, nos presenta la visita de Jesús a Nazaret y de la presentación de su programa a la gente de la sinagoga. En un primer momento, la gente queda admirada. Pero, al darse cuenta de que Jesús quiere acoger a todos, sin excluir a nadie, la gente se rebela ante él e intenta matarlo (ver Lc 4,28-30). Vamos a dividir esta importante visita a Nazareth en tres grandes momentos:
- Lucas 4,16-19. La propuesta de Jesús. Impulsado por el Espíritu Santo, Jesús ha vuelto a Galilea (Lc 4,14) y empieza a anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios. Va a las comunidades, enseña en las sinagogas y llega a Nazaret, donde se había criado. Vuelve a la comunidad, donde había participado desde pequeño de la liturgia sinagogal y durante treinta años. El sábado después, y como era su costumbre, Jesús va a la sinagoga para participar en la celebración y se levanta para hacer la lectura. Escoge un texto del profeta Isaías que habla de los pobres, de los presos, de los ciegos y de los oprimidos (Is 61,1-2, ver también Is 58,6).
La experiencia que Jesús tenía de Dios Padre, lleno de amor, le daba una mirada nueva para observar la realidad. En nombre de Dios, Jesús toma postura en defensa de la vida de su pueblo y, con las palabras de Isaías, define su propia misión: (1) anunciar la Buena Nueva a los pobres, (2) proclamar a los presos la liberación, (3) devolver la vista a los ciegos (4) devolver la libertad a los oprimidos y, retomando la antigua tradición de los profetas (5) proclamar “un año de gracia de parte del Señor” ¡Proclama el año del Jubileo!
- El año de la gracia del Señor. Efectivamente, en la Biblia, el llamado “Año del Jubileo” era una ley muy importante. Cada siete años inicialmente (ver Dt 15,1; Lev 25,8-13), era necesario devolver las tierras a las tribus de los orígenes. Todos debían poder volver a su propiedad. Y así se impedía la formación de latifundios y se garantizaba la supervivencia de las familias. Era necesario perdonar también las deudas y rescatar a las personas que se habían tomado como esclavos (Dt 15,1-18). No fue fácil realizar el año del jubileo cada siete años (ver Jer 34,8-16). Después del destierro de Babilonia, se decidió hacerlo y celebrarlo cada cincuenta años (Lev 25,10).
El objetivo era y sigue siendo reestablecer los derechos de los pobres, acoger a los excluidos y reintegrarlos en la convivencia. El jubileo era un instrumento legal para volver al sentido original de la Ley de Dios. Era una ocasión u oportunidad ofrecida por Dios a su pueblo, para hacer una revisión del camino, para descubrir y corregir los errores y empezar de nuevo. Jesús empieza su predicación proclamando un Jubileo, es decir, “un año de gracia del Señor”.
- Lucas 4,20-21: Jesús une la Biblia con la vida. Terminada la lectura, Jesús actualiza el texto de Isaías diciendo: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Asumiendo las palabras de Isaías como palabras suyas, Jesús les da un sentido pleno y definitivo y se declara el Mesías, que viene a cumplir la profecía. Esta manera de actualizar el texto provoca, en un primer momento, la aprobación de sus oyentes, pero luego, una reacción de rechazo entre los que se encuentran en la sinagoga (Lc 4,28). Finalmente, la gente no acepta la propuesta de Jesús. Y así en el momento en que presenta el proyecto de acoger a los excluidos, él mismo es excluido.
Es importante notar los detalles en el uso del Antiguo Testamento. Jesús cita el texto del profeta Isaías, hasta donde dice: "a proclamar un año de gracia de parte del Señor". Corta o elimina todo lo demás de la frase que decía: "y el día de la venganza de nuestro Dios" (ver Is 62,2). La gente de Nazaret queda desconcertada al inicio, al escuchar que Jesús es el Mesías, al acoger a los excluidos y porque ha omitido la frase sobre la venganza del texto de Isaías. Quieren que el Día de del Señor sea un día de venganza contra los opresores del pueblo, pero Jesús no…
En este caso, la venida del Reino no sería más que un cambio superficial y no un cambio o conversión de la situación. Jesús no acepta esta manera de pensar, no acepta la venganza (ver Mt 5,44-48). Su nueva experiencia de Dios como Padre, es la de un Dios misericordioso, nunca un Dios de cólera o de sentimientos de venganza, ni mucho menos. Esta escena representa el programa de lo que Jesús está por realizar en su ministerio y, al mismo tiempo, el anuncio de lo que deberá ser el camino de la Iglesia y la manera en que esta tarea será realizada.
Ejercicio de meditación: ¿qué nos dice la Palabra?
- ¿Qué pasaje, versículo, frase o palabra nos ha llamado más la atención, nos ha gustado más o nos ha tocado el corazón? ¿Qué quiere decirnos Dios, aquí y ahora, en este momento, con ello?
- Al igual que San Lucas, ¿tratamos también de fundamentar nuestra fe, de investigar, de formarnos… para crecer en nuestra vida como cristianos?
- Jesús es impulsado en su acción por el Espíritu Santo, ¿cómo es nuestra relación con él? ¿lo invocamos frecuentemente para que él nos ilumine, nos guíe y nos acompañe en la vida de cada día?
- Jesús cumple con sus obligaciones como buen judío. Lejos de lo que puede ser el cumplimiento ¿intentamos en nuestra ser coherentes con nuestra condición de seguidores de Jesús?
- Nosotros también somos enviados por Jesús a anunciar la buena nueva, a iluminar a otros, a curar las enfermedades de nuestro tiempo, a liberar a nuestros contemporáneos de sus opresiones, a proclamar la misericordia de Dios. ¿Somos conscientes de ello? ¿Cómo lo vivenciamos día con día?
- ¿Cómo podemos llevar a la práctica este bello texto del Evangelio, en este Domingo de la Palabra de Dios? ¿Cómo podríamos utilizar el texto sagrado, la Biblia misma, para lograrlo? ¿Qué nos sugiere Jesús hoy?
Ejercicio de la Oración: ¿Qué le decimos a Dios?
Ahora, en la oración, entramos en un diálogo íntimo y personal con Dios, para saborear la presencia activa y creadora de su Palabra. Por ello, con la Palabra de Dios en nuestras manos, nos dirigimos a Él. Puede ser una oración espontánea o una oración que ya conozcamos, lo importante es que exprese lo que deseamos decirle a Dios, nuestro Padre. Un ejemplo podría ser la siguiente oración:
Señor Jesús, Maestro del Amor, vengo ante ti a pedirte perdón, por las tantas veces que de palabra, obra y omisión te he sido infiel; por las veces que hablo de Amor y no amo lo suficiente para que crean en ti. Perdóname por no haber enseñado tu Palabra de Vida con mi ejemplo. Quiero darte las gracias, Señor Jesús, por esta Palabra de Vida, pan que sacia mi hambre de ti. Gracias por recordarme que debo ser un testigo viviente de tu amor, a fin de que tu rostro se refleje en el mío.
Te pido que tomes entre tus manos mi fe y mi vida. Concédeme los dones de sabiduría y santo temor, para ser coherente y dar testimonio de tu misericordia. Señor Jesús, nos has dicho que viniste a anunciar la buena noticia a los pobres, a proclamar la liberación de los cautivos, a dar la vista a los ciegos y a liberar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia, te pedimos que me ayudes a poner también en práctica tu proyecto para difundir el Reino.
Tú sabes que soy pequeño, pero con la ayuda de mis hermanos, podré emprender esta bella aventura para caminar hacia la santidad. Gracias, Padre celestial, por tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano. Gracias por el Espíritu Santo, que infundiéndonos sus dones nos ha envuelto en tu amor. Gracias, Trinidad Santa, por generar la comunión entre todas tus creaturas. Amén
Ejercicio de contemplación y compromiso: ¿a qué nos compromete?
Nos disponemos a cruzar el umbral de la puerta de la fe para hacer vida la Palabra del Señor y continuar el proceso de evangelización de nuestra diócesis, parroquia, comunidad, formando una Iglesia según el corazón de Dios, convocando a otros para que sean también testigos del amor divino. Se sugiere elaborar, entre todos, un proyecto que podría demostrar un pequeño pero significativo cambio personal a partir de la lectura orante que hemos hecho del texto bíblico.
Un proyecto de servicio, de oración, de obras buenas, como el que Jesús proclamó en la sinagoga de Nazaret, y compartirlo con otros para animarlos a hacer creíble el mensaje del Evangelio con el ejemplo. En ese “proyecto de servicio”, pensemos en algo concreto que pueda aliviar el dolor y el sufrimiento de tantas personas y que podamos llevarlo a la práctica.
Bendición final
Al final de la oración, la persona que encendió la vela, toma en la mano la Biblia y, trazando la señal de la cruz, bendice a toda la familia o al grupo con la Sagrada Escritura diciendo:
La bendición de Dios descienda sobre nosotros y con nosotros permanezca para siempre.
Todos responden: Amén.
Se apaga la vela, diciendo: Quédate con nosotros, Señor, ahora y por todos los días de nuestra vida.
Todos responden: Amén
Fuente: https://www.cenacat.org/recursoscenacat/ Animación Bíblica. Domingo de la Palabra 2025.
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