El Santo Padre abrirá oficialmente el Año Santo con el rito de Apertura de la Puerta Santa de la Basílica Papal de San Pedro este 24 de diciembre, en el contexto de la Navidad. Con la riqueza simbólica propia de esta ceremonia, los fieles están invitados de manera especial a la conversión y al encuentro con Cristo.
El lema de este Jubileo Ordinario 2025 es Peregrinos de Esperanza. Justamente, los fieles están llamados a ponerse en camino y superar aquellos límites que les impiden crecer en su relación con el Señor.
Justamente, muchos se han preparado para peregrinar a Roma, visitar lugares santos, participar de las diferentes actividades preparadas y recibir la Indulgencia Jubilar, de acuerdo con lo estipulado.
Este 2024 fue el Año de la Oración, el cual ha servido como preparación para este gran acontecimiento en la Iglesia.
A continuación, información básica que usted debe conocer sobre el Jubileo 2025:
¿Qué es un Jubileo?
Básicamente, un Jubileo es un año dedicado al crecimiento de la fe, la conversión, la reconciliación y a la promoción de obras de misericordia. Parece que deriva del instrumento utilizado para indicar su comienzo; se trata del yobel, el cuerno de carnero, cuyo sonido anuncia el Día de la Expiación (Yom Kippur).
En el Antiguo Testamento, el pueblo de Dios celebraba el Jubileo, este tenía lugar cada 50 años, durante este tiempo se perdonaban las deudas, los esclavos eran liberados y devolvían tierras a sus dueños originales, según se narra en Levítico 25, 8-17
“El año cincuenta será para ustedes un año santo, un año en que proclamarán una amnistía para todos los habitantes del país. Será para ustedes el Jubileo. Los que habían tenido que empeñar su propiedad, la recobrarán. Los esclavos regresarán a su familia. Este año cincuenta será para ustedes el Jubileo” (Levítico 25, 10-11).
Debía ser convocado cada 50 años, porque era el año “extra”, debía vivirse cada siete semanas de años (Lv 25,8‑13). Se proponía como la ocasión para restablecer la correcta relación con Dios, con las personas y con la creación.
Bonifacio VIII, en 1300, convocó el primer Jubileo, llamado también “Año Santo”, porque es un tiempo en el que se experimenta que la santidad de Dios se transforma. Con el tiempo, la frecuencia ha cambiado: al principio era cada 100 años; en 1343 se redujo a 50 años por Clemente VI y en 1470 a 25 años por Pablo II para que cada generación pudieran al menos vivir uno.
También hay momentos “extraordinarios”; por ejemplo, en 1933, Pío XI quiso conmemorar el Año de la Redención y en 2015 el Papa Francisco convocó el año de la Misericordia.
Jubileo Ordinario
Tienen lugar cada 25 años. El más reciente fue el Jubileo del Año 2000.
Jubileo Extraordinario
A diferencia de los ordinarios, los Jubileos Extraordinarios ocurren cuando el Papa, por diversas razones, considera necesario celebrar un Año Santo.
Por ejemplo, entre el 2015 y el 2016 se llevó a cabo el Jubileo de la Misericordia, en el marco del 50 aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II.
Ese Año Santo sirvió para reflexionar en torno a aquel gran acontecimiento y también para fomentar la Divina Misericordia, de ahí que se le dio una atención particular a las obras de misericordia.
Peregrinación
Los fieles son invitados a peregrinar a lugares santos, como Santuarios. Por ejemplo, muchas personas aprovechan para visitar Roma y cruzar la Puerta Santa de las cuatro Basílicas Mayores (San Pedro, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros).
Puerta Santa
Desde el punto de vista simbólico, la Puerta Santa adquiere un significado particular: es el signo más característico, porque la meta es poder atravesarla. Su apertura por parte del Papa constituye el inicio oficial del Año Santo.
Originalmente, solo había una puerta, en la Basílica de San Juan de Letrán, que es la catedral del obispo de Roma. Para que los numerosos peregrinos pudieran hacer este gesto, las demás Basílicas de Roma también ofrecieron esta posibilidad.
Al cruzar este umbral, el peregrino recuerda el texto del capítulo 10 del evangelio según san Juan: “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.
El gesto expresa la decisión de seguir y de dejarse guiar por Jesús, que es el Buen Pastor. Por otra parte, la puerta es también un paso que conduce al interior de una iglesia. Para la comunidad cristiana, no es solo el espacio de lo sagrado, al cual uno se debe aproximar con respeto, con un comportamiento y una vestimenta adecuados, sino que es signo de la comunión que une a todo creyente con Cristo: es el lugar del encuentro y del diálogo, de la reconciliación y de la paz que espera la visita de todo peregrino, el espacio de la Iglesia como comunidad de fieles.
En Roma, esta experiencia adquiere un significado especial, por la referencia a la memoria de san Pedro y san Pablo, apóstoles que fundaron y formaron la comunidad cristiana de Roma y que, con sus enseñanzas y su ejemplo, son una referencia para la Iglesia universal. Aquí se encuentra su tumba, en el lugar donde fueron martirizados; junto con las catacumbas, es un lugar de continua inspiración.
Indulgencia Jubilar
Las personas que participan del Jubileo pueden recibir la Indulgencia Jubilar. Esta es una manifestación concreta de la misericordia de Dios, que supera los límites de la justicia humana y los transforma.
Este tesoro de gracia se hizo historia en Jesús y en los santos: viendo estos ejemplos, y viviendo en comunión con ellos, la esperanza del perdón y del propio camino de santidad se fortalece y se convierte en una certeza.
La indulgencia permite liberar el propio corazón del peso del pecado, para poder ofrecer con plena libertad la reparación debida.
Concretamente, esta experiencia de misericordia pasa a través de algunas acciones espirituales que son indicadas por el Papa.
Aquellos que, por enfermedad u otra causa, no puedan realizar la peregrinación están invitados, de todos modos, a tomar parte del movimiento espiritual que acompaña a este Año, por lo que pueden ofrecer su sufrimiento y su vida cotidiana y participar en la celebración eucarística.
Reconciliación
El Jubileo es un signo de reconciliación, porque abre un “tiempo favorable” (2 Cor 6,2) para la propia conversión. La persona pone a Dios en el centro de la propia existencia, se dirige hacia Él y reconoce su primacía.
Concretamente, se trata de vivir el Sacramento de la Reconciliación, de aprovechar este tiempo para redescubrir el valor de la confesión y recibir personalmente la palabra del perdón de Dios.
Oración
Los momentos de oración realizados durante el viaje muestran que el peregrino posee los caminos de Dios “en su corazón” (Sal 83,6).
Este tipo de alimento necesita también de paradas y escalas varias, a menudo situadas en torno a ermitas, santuarios, u otros lugares particularmente ricos desde el punto de vista del significado espiritual, donde cada uno se da cuenta de que -antes y al lado- otros peregrinos han pasado y que esas mismas vías han sido recorridas por caminos de santidad.
De hecho, los caminos que llevan a Roma coinciden a menudo con la trayectoria de muchos santos.