Se trata una gran alegría, como expresó el propio Monseñor Buigues. “Son un signo de la vitalidad de nuestra Iglesia diocesana. Damos gracias al Señor que sigue enviando pastores a su Iglesia, este año estamos doblemente contentos por el buen número de ellos”, acotó.
Estos cinco nuevos presbíteros van a reforzar los equipos sacerdotales de varias parroquias y a posibilitar, con ello, una mayor y mejor animación pastoral.
Jeremy Cubero Quesada
"Toma tu cruz y sígueme" (Mc 8,34)
Sus padres: Eimer José Cubero y de Helen Patricia Quesada.
Parroquia: Santiago Apóstol, Sarchí.
“Desde pequeño siempre tuve interés por aprender de las “cosas de Dios”, ingresé al grupo de monaguillos, y luego ayudé como catequista, sacristán y en otros servicios en la Iglesia. Con el tiempo, la espinita de ¿por qué no sacerdote? seguía inquietando el corazón. Frente a esta inquietud, simplemente quería evitarla y negar lo que estaba sintiendo, tanto fue así que me decía: “eso solo para locos”. Por lo cual intenté iniciar algunas experiencias de noviazgo y aun así fue imposible sacar aquel llamado tan fuerte: ¿y por qué no sacerdote?”
Eladio Leitón Esquivel
“Hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5)
Sus padres: Orlando Leitón y Mariana Esquivel
Parroquia: Nuestra Señora de las Mercedes, Palmares
“Hoy mi vocación se ha transformado en gracia y bendición. Aquel llamado que Dios me hizo, hoy se ha clarificado. Dios tenía un propósito, y puedo decir con propiedad que es un rendirme a su amor, porque por más que me oculté de Él, siempre estuvo a mi lado, y conoce lo más íntimo del corazón y sabe que en el fondo, uno es el que tiene la respuesta”.
Bryan Pacheco Ramírez
“Prefirió dejarse herir antes que dejar de amar”
Sus padres: Enrique Pacheco y Elidieth Ramírez
Parroquia: Nuestra Señora de las Piedades, Piedades Sur
“No era un hombre de Iglesia; de hecho, nunca participé en grupos ni en pastorales juveniles. Más bien, fui de aquellos que hicieron la confirmación y luego se desvincularon de la vida comunitaria. Trabajé y estudié, como cualquier joven que busca abrirse camino y alcanzar independencia. Durante más de 7 años, no asistí a misas, ni siquiera a la confesión. Me dediqué a construir mis sueños y forjar lo que sería mi futuro. Mi retorno a la vida de la Iglesia fue motivado por la cruz de un rosario que colgaba de mi cuello. Una noche, decidí rechazar la invitación de mis amigos para tomar algunas copas y me quedé en casa, sentado en un sillón del corredor, contemplando la noche mientras jugaba con el crucifijo de aquel rosario, girándolo entre mis dedos. En ese momento, experimenté un dolor que no surgía de mí, sino de la cruz que giraba entre mis dedos”.
Daniel Ruiz Castillo
"Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso" (Lc 6,36)
Sus padres: Eugenio Ruiz y Silvia Castillo
Parroquia: Nuestra Señora de las Mercedes, Palmares
“A los 13 años, aproximadamente, sentí en mi corazón la inquietud de entregarme al Señor de una manera más radical, y en medio de mi participación en Misa, en la oración personal y el servicio a los demás, comencé a denotar que surgía en mí una llamada hacia la vocación sacerdotal. En mis años de colegio intenté obviar esa “espinita” que incomodaba mi corazón, pero al finalizar el último año tuve que hablar con mi familia primero, y después con un sacerdote, para comunicarles el llamado que yo creía que el Señor me hacía y cómo podía responder a su Voz. Estuve estudiando un año en la Universidad de Costa Rica mientras hacía los encuentros vocacionales, y al siguiente año, ingresé al Seminario”.
Juan Diego Salas Mejías
“Tu misericordia, Señor, es eterna, no abandones la obra de tus manos”. (Salmo 138, 8)
Sus padres: Rafael Ángel Salas y María Lidieth Mejías
Parroquia: Santos Ángeles Custodios, Carrizal de Alajuela
“Cuando pienso en cómo surgió mi vocación, pienso necesariamente en el tiempo de embarazo de mi mamá y en las circunstancias tan complicadas que hacían afirmar incluso a los médicos lo imposible de que aquel niño sobreviviera; claramente otro fue el plan de Dios. Descubrí entonces en mi propia historia que en serio “la misericordia del Señor es eterna, que Él me cuidó en sus manos, que soy obra suya y que no me ha abandonado” (Salmo 138,8), todo esto lo experimenté antes de nacer, incluso antes de siquiera tener conciencia”.