José Julián nació el 30 de agosto del 2010 de un parto que se complicó, pues además, tenía el cordón umbilical enrollado en su cuellito. “Mi mamá me acompañó ese día, cuando nació los doctores tenían mucha zozobra, seguro de verlo así, pero ya nosotros sabíamos. Entonces me aferré a la Virgen con todas mis fuerzas”, relata doña Rosa.
Inmediatamente los médicos se llevaron al pequeño y al segundo día ya estaba en el Hospital Nacional de Niños, pues al tener la boquita tan abierta no podía tomar leche materna.
“Del hospital vino lleno de aparatos y de muchas cosas que había que seguir al pie de la letra para que pudiera alimentarse y no ahogarse”, prosigue doña Rosa.
Al mes le hicieron la primera de nueve operaciones que vendrían luego. Pero primero lo bautizaron, nuevamente pidiendo a Dios que tomara control del proceso y que les diera fuerzas para sobrellevarlo.
Las cirugías más fuertes han sido las de los injertos, pues entre los posibles métodos, los médicos podían extraer fragmentos de huesos de otras partes de su cuerpo para completar la estructura que le faltaba a José Julián en su boca.
Oramos mucho y llevamos exvotos a la Basílica: un cuerpecito entero y una boquita. A la semana de eso nos llamaron que ya estaba el injerto óseo para José Julián le habían dejado una de las tres cajas con prótesis con las que contaba el centro médico. Inmediatamente le hicieron la cirugía y no tuvieron que abrirle el cuerpo como los doctores decían”, explica la mamá.
A pesar de que la situación es angustiante “la oración nos ha dado fortaleza, vamos agarrados de la Virgen”, agrega. La familia siempre ha caminado a la casa de la Virgen en su fiesta, este año lo harán el último domingo de julio, porque a José Julián lo operan nuevamente en noviembre”.
“La Virgen ha estado con nosotros, nunca nos ha dejado solos. Vivimos aferrados a la Madre Santísima, hemos visto su mano protectora”, dijo la mamá.
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