La ceniza simboliza la muerte, la conciencia de la nada y de la vanidad de las cosas. A los cristianos les recuerda que esta vida es tan sólo una preparación, siendo el verdadero destino llegar a Dios en la vida eterna.
Las cenizas de este día se elaboran a partir de la quema de las palmas del Domingo de Ramos del año anterior, siendo luego bendecidas.
Las cenizas son colocadas sobre la cabeza de los fieles. Mientras se recibe el sacerdote pronuncia las palabras “Recuerda que polvo eres y en polvo te has de convertir” esto en referencia a la fragilidad y mortalidad de las personas. La ceniza representa también la destrucción de los errores del año anterior, al ser éstos quemados.
El ayuno en el miércoles de ceniza
El Miércoles de Ceniza la Iglesia pide que sea un día de ayuno y abstinencia (no comer carne), donde los cristianos hacen este pequeño sacrificio como símbolo de solidaridad con las personas que pasan hambre y tienen menos cosas.
El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día y la abstinencia es no comer carne. Es un modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida para agradarlo siempre.
El ayuno no lo tiene que hacer todo el mundo, solo los mayores de edad y menores de 60 años, hay excepciones como las personas con problemas de salud. Igual sucede con no comer carne, no lo deben hacer las embarazadas ni las madres lactantes que estén alimentando a sus hijos. En el fondo, no se trata de la carne en sí, sino de la solidaridad que se debe de vivir en este tiempo.
Recordemos que uno de los mandamiento de la Iglesia Católica es ayunar cuando lo pide la Iglesia. Y el ayuno se les pide a los fieles tanto el miércoles de ceniza como el viernes santo. Los demás viernes de Cuaresma sólo se practica la abstinencia.
Un tiempo especial
El tiempo cuaresmal, con la llamada a la conversión, nos lleva, a través de la oración, la penitencia y los gestos de solidaridad fraterna, a reavivar o fortalecer en la fe nuestra amistad con Jesús, a liberarnos de las promesas ficticias de felicidad terrena, y a valorar la armonía de la vida interior en Cristo.
Este es un tiempo en que la oración, de manera especial, dispone los corazones al diálogo con Dios. Como lo señalara San Juan Pablo II: “Él tiene para cada uno una palabra especial de perdón y salvación… Que cada corazón se abra a la escucha de Dios, para redescubrir en su palabra las razones de la esperanza que no defrauda”.
La Cuaresma, también, nos invita a “entrenarnos” en nuestra vida cristiana para ofrecer a los demás el anuncio y el testimonio de Cristo. Al respecto, decía san León Magno que, “No hay obras virtuosas sin la prueba de las tentaciones; no hay fe sin contrastes; no hay lucha sin enemigo; no hay victoria sin combate. Nuestra vida transcurre entre asechanzas y luchas. Si no queremos ser engañados, debemos estar vigilantes; si queremos vencer, debemos combatir”.