La Ciudad de los Niños es una institución de bienestar social, sin fines de lucro, a cargo de la Orden de Agustinos Recoletos. Como su nombre lo dice, se trata de una ciudad, hay residencias, capilla, clínica, áreas de esparcimiento y deporte, talleres equipados, colegio, gimnasio, laboratorios, comedor, campos agrícolas, entre otros.
Esta Institución está dedicada especialmente a la promoción de los jóvenes, a través de una atención integral y una alta formación, tanto en el aspecto académico y técnico como en el humano y espiritual, para que tengan bases sólidas con las cuales hacer frente a los retos de la vida.
Los chicos que reciben la oportunidad de entrar a La Ciudad de los Niños presentan alguna situación de vulnerabilidad o riesgo social, por ejemplo, pobreza en el hogar o violencia en sus barrios.
Se dan casos de adolescentes que deben caminar kilómetros, por caminos peligrosos entre ríos y montañas, para ir al centro educativo más próximo, como sucede frecuentemente con estudiantes indígenas.
También migrantes que ven limitadas sus posibilidades o muchachos que han repetido varias veces el curso lectivo, probablemente a causa de los problemas que enfrentan. En general, las situaciones son muy variadas y para ellos aquí hay una oportunidad para salir adelante.
En la Ciudad de los Niños reciben de forma gratuita: habitación, ropa, alimento, formación académica y técnica, atención médica, acompañamiento psicológico y espiritual, orientación, entre otros.
Por su parte, los jóvenes se comprometen a cumplir con las reglas de la institución. Como parte de su proceso formativo, se les enseña que sus actos tienen consecuencias y que lo mismo ocurrirá cuando les toque enfrentarse al mundo, según expone el director, Fray Jesús María Ramos Leza.
Precisamente, el irrespeto, la violencia o cualquier conducta inadecuada no pasan desapercibidas. En esos casos, a los chicos se les brinda atención y herramientas para que no incurran en ese tipo de comportamientos. En la medida de lo posible se busca evitar un castigo como la expulsión.
El Área de Convivencia y Acompañamiento Integral (ACAI), está compuesto por profesionales de diferentes especialidades, con el objetivo de acompañar a los jóvenes en su proceso desarrollo.
Asimismo, busca que los jóvenes adquieran un perfil de egreso con valores y competencias para la vida. Se trata de un trabajo conjunto en el aspecto psicológico, emocional, socioeconómico y espiritual.
En la Ciudad de los Niños conviven más de 500 jóvenes, quienes tienen entre los 12 y 22 años de edad. Se cuenta con unos 150 colaboradores, entre profesores, profesionales de diversas ramas, cuidadores, personal administrativo y otros.
“Nos convertimos en su familia”
Walter Roldán Quirós, coordinador Técnico, informó que en promedio un 50% de los egresados se colocan en puestos de trabajo, un 30% continúa sus estudios a nivel universitario y el resto inicia otros proyectos.
Hannia Cortés, asistente de dirección, explicó que imparten una educación integral, basada en valores, cuyo centro es el Señor. Enfatizó que el docente de La Ciudad de los Niños debe tener una verdadera vocación y entusiasmo.
“Aquí nosotros no solo somos docentes, orientadores o asistentes de dirección, para estos muchachos nos convertimos en su familia (…) verles sus ojitos y saber qué es lo que pasa, decir: “Este chico tiene algo y hay que ayudarlo, hablar con él, guiarlo”, ganarse su confianza para que saquen lo que llevan dentro, porque en ocasiones enfrentan situaciones muy difíciles”, expresó.
Cortés destacó la organización de la Feria Tecnológica, donde se presentan alrededor de 100 proyectos en diferentes áreas. Asimismo, la Institución ha participado en eventos a nivel nacional e internacional. Algunos egresados incluso reciben becas para estudiar en universidades en el exterior.
“Estoy muy contenta de trabajar aquí, siento que es una institución donde uno puede dejar huella”, comentó por su parte María Julia Quirós Pacheco, nutricionista.
Ella detalló que, aunque a los jóvenes se les da todo lo que necesitan, ellos también desarrollan habilidades para la vida, que van desde aprender a hacer la cama, lavar y planchar su ropa, seleccionar alimentos saludables y cocinar, hasta aspectos de protocolo y etiqueta.
Brandon cuenta que su experiencia en La Ciudad de los Niños ha sido muy grata y se siente muy agradecido con las oportunidades que ha recibido. En estos días, pronto a terminar sus estudios y comenzar a trabajar, siente cierta nostalgia, pues dice que “uno siente que la institución viene siendo parte de uno”.
Construir una ciudad para los niños
El padre Luis Madina Michelena llegó a Costa Rica en 1958 y estimaba que unos 8.000 niños vivían en las calles de San José. Este sacerdote de origen español y perteneciente a la Orden Agustino Asuncionista tenía muchos deseos de servir.
Él se hizo cargo del Hogar Dormitorio Domingo Soldati, ubicado en la capital. Pero su una visión era más amplia, quería crear una ciudad para los niños… Por entonces ocurrió un hecho providencial.
El presbítero José Francisco López del Corral, estableció en su testamento que las tierras de la Finca la Jirara, ubicadas en Agua Caliente de Cartago fueran destinadas a una obra educativa de carácter religioso. Se trataba de 134 hectáreas de terreno.
En 1962, el Padre Madina llegó con un grupo de jóvenes a la finca la Jirara, que contaba ya con habitaciones, comedor, oficinas administrativas, una pequeña capilla y espacios apropiados para que los jóvenes pudieran estudiar.
Sin embargo, la situación económica de la institución era difícil y el gobierno era incapaz de facilitar todo lo que se requería. En 1965 la obra pasó a manos de la Orden de Agustinos Recoletos, quienes de manera gradual pudieron salir a flote en medio de las dificultades. Ese mismo año, el Padre Madina fue enviado a Panamá a dirigir otra institución.
Bajo el liderazgo del Padre Izaguirre se iniciaron nuevos proyectos y la ciudad comenzó a crecer. De ahí surgieron iniciativas para que la institución pudiera producir sus propios alimentos y vender los mismos para generar ganancias, como ocurre hoy en día.
Se abrió la escuela, se crearon los talleres de ebanistería, panadería y mecánica, el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) impartía cursos en las instalaciones, entre otras ventajas.
La infraestructura creció poco a poco hasta llegar a ser lo que es hoy. Y continúa creciendo, de hecho, próximamente esperan construir un nuevo complejo de residencias más modernas. Tendrá 6.000 metros cuadrados y llevará por nombre San José, en honor al esposo de María, Patrono de la capital del país y de la Orden Agustinos Recoletos.
Acorde a los tiempos
Con los años la Institución ha cambiado su enfoque de trabajo y se ha adaptado a los cambios, pero siempre se ha mantenido como una institución de bien social, a favor de los jóvenes.
La Ciudad de los Niños se ha destacado por su formación técnica. El Colegio Técnico Agustiniano, fundado en 2007, ha fortalecido aun más este trabajo.
Allí, de sétimo a noveno año los estudiantes pueden llevar talleres de Agroindustria Agrícola, Agropecuaria, Metalmecánica, Ebanistería y Electricidad. De décimo a duodécimo año pueden sacar un Técnico Medio en: Agroindustria Alimentaria, Reparación de Sistemas de Vehículos livianos, Mecánica de Precisión y Electromecánica.
Una oportunidad para crecer La Ciudad de los Niños se interesa por jóvenes que tienen una actitud positiva hacia el aprendizaje, la convivencia y el desarrollo, en las líneas maestras de la educación integral al estilo agustiniano.
Las solicitudes de ingreso son únicamente para los niveles de séptimo, octavo y décimo año. La edad máxima para ingresar es de 15 años para séptimo, 16 años para octavo y 18 años para décimo.
Además, el joven debe mostrar su deseo de ingresar, así como tener apertura a ser formado bajo los valores agustinianos (interioridad, verdad, libertad, amistad, comunidad, justicia solidaria).
La mayor parte del financiamiento proviene del apoyo estatal, el resto se consigue a través de donaciones por parte de personas y la empresa privada.