El grupo lo forman 15 jóvenes, algunos de los cuales nunca han tenido una experiencia misionera previa y quizá por eso están más emocionados, aunque lo cierto es que la emoción nunca se va. “Seguro que recibimos más de lo que llevamos”, explica Miriam.
A lo que el Señor quiera
A través de diferentes experiencias, Miriam ha aprendido que, en efecto, en misión “hay que ir abiertos a lo que surja, totalmente a lo que el Señor quiera”.
Y con esa ilusión asistió el equipo a la Misa de envío de misioneros que el cardenal Carlos Osoro presidirá en la catedral de la Almudena, en Madrid, el domingo 20 de junio. “Estamos todos a la expectativa de ver lo que nos va a regalar el Señor”. Y Miriam, en concreto, siendo fiel a ese “¡entrégate!” propuesto por Dios, que ella vive muy en presente: “Que no perdamos las oportunidades de amar cada día”, afirma.
Los jóvenes de Santa Teresa de Jesús aterrizarán en Limón, donde también estableció su misión el sacerdote Pablo Escrivá cuando pidió ir a la zona de mayor necesidad del país. El primer foco importante de atención serán los jóvenes y la segunda rama de la misión será la zona indígena.
Con los indígenas, los sacerdotes celebran Misas, Bautizos, confiesan -a veces incluso con traductor por los dialectos propios-. En la selva remota, explicó el Padre Pablo, “hay zonas que se celebra la Misa una vez al año; otra cada seis meses, otras cada tres, cada uno…”.
Las gentes los esperan con muchísimo agradecimiento. “Padre, por favor, no se olvide de nosotros”, le dicen cuando se despiden, quizá hasta dentro de meses. Les llevan alimentos, comparten con ellos... Son personas, añade, con mucho respeto por la figura del sacerdote.
Cuenta el padre Pablo que en una ocasión que subieron con Monseñor Román, con todas las penurias del camino, durmiendo en el poblado con una comunidad de 30 personas máximo, el obispo les interpeló: “Me preguntan por qué venimos hasta aquí; primero, porque soy el obispo y tengo que visitar todas las pastorales de mi diócesis; y segundo, aquí muchas veces no tienen la oportunidad de comulgar y confesarse, pero me han pedido que venga, y durante la Misa, hay un momento que el sacerdote dice: “Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, y ellos lo ven. Solo por esto ya merece la pena todo el viaje, por mostrarles a Jesús”. Y el sacerdote madrileño apostilla: “Esto es lo que nos mueve aquí; lo más importante es la fe, y esto es el mayor acto de caridad que uno puede dar”.
“Yo quiero dejarme la vida aquí –añade el Padre Pablo–, pero necesito ayudas de personas, ya sea a través de una cadena de oración, de una aportación económica...”.
Por ejemplo, explica, ahora mismo el proyecto es rehabilitar una antigua iglesia y casa de combonianos -“pero no tengo ni un duro”- para catequesis de jóvenes, de matrimonios, para “acoger a sacerdotes que a lo mejor están en crisis y necesitan descansar del mundo y darle un nuevo aire a su sacerdocio”.
Porque, asegura, “yo estoy feliz de ser su sacerdote inútil, de estar aquí a su lado [de Dios], pero si Él quiere que todo este proyecto vaya tomando forma de una manera más tangible, ¡a esto estamos!”. Y concluye: “Es un privilegio poder dar la vida aquí”.
Infórmese primero con una suscripción digital. Conozca nuestros cómodos planes, es muy fácil, solo ingrese en este enlace.