Los que lo conocieron en vida dicen que no era pequeño de estatura, pero si delgado, casi débil. Prefería escuchar que hablar. Era humilde y respetuoso de todos y tenía una habilidad natural para apaciguar las discusiones y peleas, que en aquella edad entre sus compañeros, a veces brotaban casi naturalmente.
Su único interés era Dios y cómo hacer que los demás concentrasen sus energías en servirle mejor a Él. Lo que le faltaba en fuerza física la recuperaba en alteza moral, en fortaleza de corazón y en aceptación de la voluntad de Dios cualquiera que esta fuese.
La primera biografía de la vida de Domingo fue escrita por su maestro San Juan Bosco, y de entre esas páginas han surgido tantas vocaciones. Incluso la vocación del Papa Benedicto XVI, que con tanta ternura miró a la Obra de la Infancia Misionera
Domingo murió a tan sólo 15 años de edad. Era el 9 de marzo de 1857. Su Santidad Pío XII lo canonizó en el 1954.