Memoria: 21 de abril
Nació el año 1033 en Aosta (Piamonte). Ingresó en el monasterio benedictino de Le Bec, en Normandía, y enseñó teología a sus hermanos de Orden, mientras adelantaba admirablemente por el camino de la perfección. Trasladado a Inglaterra, fue elegido obispo de Canterbury y combatió valientemente por la libertad de la Iglesia, sufriendo dos veces el destierro. Escribió importantes obras de teología. Murió el año 1109.
A los 15 años intentó ingresar en un monasterio, pero el abad, sabiendo que su padre se oponía a ello, no quiso admitirle. Mientras el papá lo animaba a ser un triunfador en el mundo, la madre le mostraba el cielo azul y le decía: allá arriba empieza el verdadero reino de Dios. El papá lo llevaba a fiestas y a torneos. Pero, aunque Anselmo participaba con mucho entusiasmo, después de cada fiesta mundana sentía su alma llena de tristeza y desilusión. Y exclamó: "El navío de mi corazón pierde el timón en cada fiesta y se deja llevar por las olas de la perdición". Entonces, Anselmo se fue inclinando más a ganarse el cielo que las glorias humanas.
San Anselmo fue sin duda el mayor teólogo de su tiempo y el “padre de la escolástica”. Como tal, es precursor de Santo Tomás de Aquino. La Iglesia no había tenido un metafísico de su talla desde la época de San Agustín. Al mismo tiempo su piedad permitía que Dios lo orientara hacia la Verdad Suprema. Con corazón e inteligencia se acercó a los misterios cristianos: “Haz, te lo ruego, Señor que yo sienta con el corazón lo que toco con la inteligencia”, repetía.
“Es necesario, decía él, impregnar cada vez más nuestra fe de inteligencia, en espera de la visión beatífica”. Sus obras filosóficas, como sus meditaciones sobre la Redención, provenían del vivo impulso del corazón y de la inteligencia.
San Anselmo fue declarado Doctor de la Iglesia en 1720, aunque no había sido canonizado, Dante le pone en el paraíso entre los espíritus de luz y poder de la esfera solar, junto a San Juan Crisóstomo.
Se cree que el cuerpo del gran arzobispo descansa en la catedral de Canterbury, en la capilla de su nombre, del lado sudoeste del altar mayor.
Fuente: Catholic.net
Lo invitamos a compartir nuestro contenido