Según una antigua tradición, los padres de la Virgen, siendo galileos, se mudaron a Jerusalén. Allí nació y se crió María. Allí también murieron estos venerables santos. Una iglesia, conocida en diferentes épocas como Santa María, Santa María ubi nata est, Santa María en Probatica, Santa Probatica y Santa Ana, fue construida en el siglo IV, posiblemente por Santa Elena (madre del emperador Constantino), sobre el lugar de la casa de San Joaquín y Ana. Sus tumbas fueron honradas hasta el final del siglo IX, cuando los invasores musulmanes la convirtieron en una escuela. La cripta, que originalmente contenía las santas tumbas, fue descubierta el 18 de marzo de 1889.
En 1382, Urbano VI publicó el primer decreto pontificio referente a Santa Ana, concediendo la celebración de la santa a los obispos de Inglaterra exclusivamente. Fue extendida a toda la Iglesia de Occidente en 1584.
San Joaquín era venerado por los griegos desde muy temprano. En el Occidente su fiesta fue admitida al calendario más tarde, algunas veces el 16 de setiembre, otras el 9 de diciembre. Julius II la puso en el 20 de marzo; mas tarde suprimida fue restaurada por Gregorio XV (1622). Clemente XII (1738) la fijó en el Domingo después de la Asunción. Con la reforma del calendario después del Concilio Vaticano II, San Joaquín se celebra junto con su esposa, Santa Ana, el 26 de julio.