Su madre logró asistir en 1621 a su beatificación. Su padre después que el hijo se hizo religioso empezó a transformarse, se hizo piadoso y caritativo.
Memoria: 21 de junio.
San Luis Gonzaga, nacido en Castiglione, Italia, en 1568, fue de niño, de joven y hasta su muerte, un hombre de retos. El primer reto que se impuso fue el de decir y hacer sólo lo que sirviera realmente para el progreso y el perfeccionamiento de la humanidad. No quería imponer a nadie sus ideas, pero las pregonaba como caminos que en la práctica podrían hacer a hombres y mujeres superiores.
Otra cosa que se preguntaba era: “¿De qué sirve esto para la eternidad?”. Y si su examen racional de las cosas concluía que algo no servía para la humanidad, ni para la eternidad, simplemente no lo hacía, ni lo decía. Así que por eso en materia de educar a los jóvenes para ser verdaderos imitadores de Cristo fue puntual y competente.
Otra cosa que Luis Gonzaga prometió ante una imagen de la Virgen María, en Florencia, fue la de mantenerse casto. Proclamó su voto de pureza como permanente oración para que los disparates y corrupciones de la juventud, se transformaran en contención y vida familiar con Dios y para Dios. Tuvo que hacer muchos sacrificios para poder mantenerse siempre puro y por eso la Iglesia Católica le ha nombrado Patrono de los jóvenes que quieren conservar la pureza.
Su director espiritual fue el gran sabio jesuita San Roberto Belarmino que le aconsejó tres medios para llegar a ser santo: confesión y frecuente comunión, mucha devoción a María y leer vidas de santos.
El Padre de Luis, observando la entrega de su hijo a la oración, lo llevaba a fiestas en palacios y casas de juego para que compartiera con la alta sociedad, pero el joven se mantenía en corrección absoluta y solicitando al papá permiso para hacerse religioso.
Las negativas del padre fueron constantes hasta que muchos meses después de la primera petitoria, por razones que la historia jamás ha explicado, el Marqués de Gonzaga le autorizó a ingresar en un seminario jesuita.
En 1581, feliz en su carrera hacia el sacerdocio, se dedicó a auxiliar a los enfermos de una plaga de “tifo negro”. Trataba de aliviar tanto dolor y tanta miseria. En una ocasión encontró a un enfermo casi agonizando tirado en la calle. Lo levantó como pudo, se lo echó al hombro y a pie lo llevó al Hospital para que lo atendieran. Pero se le contagió el tifo y Luis murió el 21 de junio de 1591 a la edad de sólo 23 años.
Su madre logró asistir en 1621 a su beatificación. Su padre después que el hijo se hizo religioso empezó a transformarse, se hizo piadoso y caritativo.