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Lunes, 14 Octubre 2024
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“Monseñor: me casé hace cinco años. Durante el noviazgo, cuando la conversación nos llevaba a hablar de los hijos, mi novia se mantenía contraria, porque los hijos son una gran responsabilidad y, además, no le permitirían afirmarse en su profesión. Yo, por el contrario, deseaba una familia como aquella en que he nacido y crecido; con hermanos y hermanas. Esperaba que con el matrimonio, ella pudiera cambiar su modo de pensar, pero no fue así, y ese ha sido el motivo principal de nuestros contrastes y falta de interés recíproco, que nos llevaron a la separación. Monseñor, ¿deberé renunciar al sueño de ser padre, y en un matrimonio religioso? Le agradezco su atención y su ayuda. Por razones de prudencia, el nombre y la dirección no corresponden a la realidad.”  

Juan Diego Méndez V.-  Heredia

 

Estimado Juan Diego, una primera observación. Me sorprendió que se hayan podido casar con rito religioso si su novia excluía de modo perentorio, la disponibilidad a tener hijos. En efecto, en el protocolo que los novios, en coloquio con el párroco u otro encargado, deben llenar antes del matrimonio, hay la pregunta que se refiere precisamente a la no exclusión de los hijos… Son tres los elementos fundamentales del matrimonio cristiano: la indisolubilidad, que sea monogámico, es decir, de un solo varón con una sola mujer, y que esté abierto a transmitir la vida.

Al respecto, siempre es muy iluminador volver a la enseñanza de la Revelación, como la encontramos sintetizada en el Nuevo Catecismo (1992). Ahí leemos: “Por la unión de los esposos se realiza el doble sí del matrimonio: el bien de los esposos y la transmisión de la vida. No se pueden separar estas dos significaciones o valores del matrimonio, sin alterar la vida espiritual de los cónyuges ni comprometer los bienes del matrimonio y el porvenir de la familia. Así el amor conyugal del hombre y la mujer queda situado bajo la doble exigencia de la fidelidad y de la fecundidad” (2363).

“La fecundidad es un don, un fin del matrimonio, pues el amor conyugal tiende naturalmente a ser fecundo. El niño no viene de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos, brota del corazón mismo de ese don recíproco del que es fruto y cumplimiento” (2366). “Llamados a dar la vida, los esposos participan del poder creador y de la paternidad de Dios. En el deber de transmitir la vida humana, y educarla que han de considerar como su misión propia, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios creador y, en cierta manera, sus intérpretes. Por ello cumplirán su tarea con responsabilidad humana y cristiana” (2367).

Por otra parte, “sea claro para todos -afirma el Concilio Vaticano II- que la vida de los hombres y la tarea de transmitirla no se limita sólo a este mundo y no se puede medir ni entender sólo por él, sino que mira siempre al destino eterno de ser humano” (GS 51, 4). Muy brevemente: los padres no cooperan sólo en la transmisión de una vida terrenal, temporal, sino, que cooperan para comunicar una vida eterna, propia de cuantos somos “imagen y semejanza de Dios eterno”.

Vinicio y Priscilla decidieron participar de la experiencia para matrimonios llamada Fin de Semana (FDS). No era que se relación estuviese deteriorada, no obstante, pudieron darse cuenta que no estaba tan bien como creían. “Fue súper enriquecedor y gratificante, nos ha unido más como pareja”, dicen.

Se trata de un tipo de actividades organizadas en Costa Rica por el Encuentro Matrimonial Mundial (EMM), un movimiento de la Iglesia Católica que tiene la misión de “proclamar el valor del sacramento del matrimonio y del Orden Sagrado en la Iglesia y en el mundo”.

El matrimonio coordinador, Marcos y Sarita Fallas Estrada, consideran que toda pareja tiene roces y dificultades de diferente nivel, los cuales deben enfrentar y superar. Asimismo, exponen que las relaciones pueden caer en el conformismo y la indiferencia, al punto de perder la ilusión.

María de los Ángeles Quirós es una joven maestra de Religión que vive en Guápiles, pero también es una virgen consagrada, es decir, es una mujer que se ha desposado con Cristo.

Los católicos tienen el deber de recibir el Sacramento de la Confirmación antes de ser admitidos en matrimonio.

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