Es obvio que se trata de una práctica lícita sólo con el consentimiento de la persona que va a ser hipnotizada, y si la hipnosis es llevada a cabo por fines lícitos. Demos un ejemplo: como se induce el sueño para realizar una cirugía o para fines psiquiátricos, así cabe usar la hipnosis con fines terapéuticos. La hipnosis ha demostrado cierta eficacia en la cura de tendencias depresivas, así como en la superación de posibles adicciones, por ejemplo, al alcohol, a la droga, al juego, a la pornografía… También ha manifestado ser útil para hacer aflorar el recuerdo y la vivencia de experiencias pasadas que han influido muy negativamente en la evolución de la propia personalidad.
El que tenga la facultad de hipnotizar, de hecho, ejerce cierto poder sobre la persona hipnotizada, por lo cual sabe que debe usar ese “poder” que el paciente le ha concedido, con absoluto respeto de su libertad y de los límites que esa misma persona, le puede pedir.