“Monseñor, hace ya unos diez días, recibí una llamada de una buena amiga, mujer de Iglesia, en la que me preguntaba si estaba dispuesta a recibir, el lunes siguiente por la noche, a los Ángeles que ella me enviaría y que se iban a hospedar en mi casa durante una semana. Me decía que me correspondía recibirles con respeto y, durante esa semana honrarles con mi oración y con la de mi familia. Debía, además, poner por escrito tres intenciones y ponerlas en un sobre, al lado de otro en que indicaba tres nombres de personas a quienes enviar a los Ángeles, una vez acabada la semana durante la cual habían estado en nuestra casa.
Un último detalle: Debía, además, poner una manzana verde por encima de los dos sobres que contenían las tres peticiones y los tres nombres de los próximos destinatarios de la visita de los Ángeles. Me quedé sin palabras, y en ese momento me acordé, que nuestro Párroco ya nos había comentado algo al respecto.
Me costaba mucho decirle que no a mi amiga. Le dije simplemente: “lo pensaré”. Lo que más me inquietó fue la actitud de aquella amiga, que además de ser buena persona, es mujer de Iglesia, y yo me preguntaba: “¿Por qué me pide que reciba a los Ángeles que ella quiere enviarme?”. Usted, Monseñor, que ha sido nuestro Pastor, acá en Guanacaste, ¿qué nos dice sobre este caso?”
María del Socorro - Cartagena, Gte.
Estimada Socorro, nos encontramos una vez más con lo que llamamos una “cadena”. Por lo que me consta, la que usted nos describe, ha sido lanzada por una señora en Alemania, de allá pasó a México y continúa difundiéndose. ¿Hasta cuándo? Hasta cuando haya personas que caigan en la “trampa”, ya que esa cadena es sólo eso, una trampa, es decir, un engaño y, además, de tipo supersticioso, y por eso más dañino.
En efecto, como primera y evidente afirmación, nadie tiene poder para enviar a Ángeles (sólo Dios tiene tal poder) y enviarlos a una casa pidiéndoles luego a quienes les reciben que los acojan como huéspedes y que les deben honrar y pedir con la certeza, en cambio, de que los Ángeles les van a conceder tres favores o gracias. El detalle de la manzana verde más bien hace sonreír… y si es fácil encontrar una manzana verde, en Alemania, en donde se originó esta cadena, no es fácil “tenerla a mano” en Cartagena de Guanacaste (¡!). Decimos que esta trampa es de tipo supersticioso, en cuanto que la supuesta eficacia de las tres peticiones no dependería tanto del poder de los Ángeles y de la fe de los que las formulan, sino de la manera y de los detalles con que debe ser acompañadas las peticiones mismas. Como también es una forma de superstición, la misma “cadena” y ya que se cree y se afirma que la oración o la práctica religiosa que en ella se propone tiene eficacia precisamente por el hecho de no interrumpirla. La eficacia de la oración entonces, no le corresponde en cuanto que es oración, sino que le deriva del hecho de no interrumpir la cadena. Como lo podemos ver, la circunstancia “de no interrumpir”, es algo “sobrepuesto” a la oración y sería precisamente lo que le asegura la eficacia.
La palabra superstición deriva del latín y significa precisamente la acción de sobreponer. En nuestro caso se trata de lo que se le sobrepone a una acción religiosa o algo con que se le acompaña creyendo que su eficacia les deriva precisamente de esos elementos sobrepuestos. Se trata precisamente de lo que debería acontecer en la práctica de recibir y honrar a los Ángeles… Los beneficios que ellos nos concederían, dependerían de todo ese extraño “ritual “ con que se debe acompañar su acogida en nuestra casa y nuestras peticiones…. Y, además, el mismo supuesto hecho de “enviar”# Ángeles, ya es superstición, es decir, es algo sobrepuesto y, sin que nada lo justifique, al justo honor y correcta devoción que como cristianos debemos a los Ángeles, y de entre ellos, particularmente a nuestro Ángel de la Guarda.
En conclusión, estimada Socorro, con respeto y paciencia, pero a la vez, con firmeza, dígale a su buena amiga que no pierda tiempo en la difusión de esa práctica y que nadie debe colaborar a fomentar ninguna forma de superstición, ni antiguas (y las hay numerosas) ni nuevas.