“Monseñor, le escribo con mucho dolor y claras manifestaciones que creo son de depresión. Mi esposo, no hace mucho, se ha ido de casa y según parece vive con otra. Vuelve cuando quiere para ver a nuestros tres hijos ya adolescentes. Él me ha dicho que nuestros hijos deben ir con un psicólogo… Conozco a mis hijos, la mayor tiene 18 años cumplidos, ellos han recibido una formación cristiana profunda en familia y luego esa formación se ha prolongado por el aporte de un centro educativo con abierta propuesta de valores cristianos, y creo, pues, que un psicólogo no les sería de gran ayuda. Más bien yo temo que les pueda proponer algo en contraste con todo lo que ellos hasta ahora han recibido y creo, asimilado. ¿Qué me sugiere, Monseñor?”.
Esposa abandonada - Costa Rica
Estimada Esposa Abandonada, primero le quiero expresar que comparto su profunda pena y que le aseguro mi oración y mi cercanía, a Usted y a sus hijos.
No quiero excluir de antemano la posibilidad de una ayuda profesional para sus hijos, sin embargo, teniendo en cuenta que son adolescentes y la mayor ya una jovencita y con buena formación, pienso que Usted misma y, a lo mejor, con algún familiar que piense como Usted y con quien ellos tengan confianza, pueden ofrecerles una ayuda adecuada y proporcionada a su edad, particularmente escuchándoles y favoreciendo su reacción y su desahogo. En cualquier caso, se tendrá que evitar hablar negativamente de su papá, a quien ellos sin duda aman y de quien se han sentido amados. El hecho de que él mismo vuelva periódicamente para estar y compartir con ellos, lo confirma.
Si, además, estimada señora, ellos conocen algún sacerdote maduro y de experiencia que ellos aprecian, también de él pueden recibir una ayuda complementaria.
Como puede apreciar, ya que se trata de una “dolorosa crisis familiar”, lo ideal es que desde la misma familia pueda surgir la ayuda necesaria, ya que, además, sus hijos son adolescentes con buena formación cristiana que ellos han recibido precisamente en su familia. Este hecho puede, además, favorecer el que ellos tengan aprecio y confianza con un sacerdote y así experimenten que de él pueden recibir ayuda.
El tiempo nos irá diciendo si más adelante convenga integrar la ayuda profesional, pero con tal que en tal caso se considere de extrema importancia que el “profesional” comparta la visión cristiana de la vida y de la familia, con que sus hijos han ido creciendo.