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Tus dudas: ¿La Carta a los Hebreos es realmente de San Pablo?

By Mons. Vittorino Girardi S. Marzo 13, 2023

“Monseñor: Ya no soy joven y desde una temporada, ya no oigo que se enuncie el nombre de San Pablo cuando se lee en la Santa Misa la Carta a los Hebreos… Yo estaba tan acostumbrada a escuchar: lectura de la carta de San Pablo a los Hebreos… Lo comenté con un joven sacerdote, quien sonriendo me dijo: “¡la Carta a los Hebreos, ni es una carta ni es a los hebreos, ni es de San Pablo!” ¿Me aclara, Monseñor, el porqué de este cambio?”

Inés Solano M. – Cartago

 

Estimada Inés: hablando con precisión, no hubo tal cambio, en cuanto que ya desde los primeros siglos del cristianismo, aún admitiendo que la Carta a los Hebreos pertenecía a los escritos bíblicos y, entonces, inspirados, ya varios expertos, como Orígenes, Clemente de Alejandría y otros, no consideraban que fuera de San Pablo. La misma tradición occidental o latina, sólo hacia el final del siglo IV empezó atribuyéndola a San Pablo.

Son varias las razones para creer que la Carta a los Hebreos no pertenece a las cartas paulinas. Y es que, en realidad, el lenguaje y el estilo de este escrito, según expertos, son de una elegante pureza que no es propia de San Pablo; como tampoco el modo con que cita y utiliza el Antiguo Testamento. Además, faltan el saludo y el preámbulo con que San Pablo suele dar comienzo a sus cartas.

En cuanto a la doctrina, aunque tenga alguna resonancia paulina, como la justificación por la fe y la absoluta gratuidad de la salvación ofrecida por Dios, presenta una originalidad que hace muy difícil su atribución a San Pablo… En la práctica, no cabe establecer con certeza, su Autor.

Se trata claramente, de un judío convertido que conocía de un modo sorprendente el Antiguo Testamento, usándolo para iluminar todo cuanto nos va exponiendo acerca de Jesús y su misión. Es de Jesús de quien, con fuerte énfasis, afirma: “el mismo ayer, hoy y siempre” (Hb 13, 8).

De Jesucristo, el autor desarrolla particularmente su función mediadora, en la obra de la Creación, en la de la Revelación y en la de la función sacerdotal redentora. Es lo que el Autor nos presenta, en síntesis, desde la introducción, escribiendo: “en estos días Dios nos ha hablado por medio de su Hijo […] por quien también hizo los mundos (= todo) y quien llevó a cabo la purificación de los pecados” (función sacerdotal). Nos encontramos pues, no con una Carta, sino, con un verdadero, profundo y muy logrado tratado de Cristología, el primero que haya sido escrito en la Iglesia y, que además, pertenezca a los escritos de la Sagrada Escritura.

Si ya hay acuerdo en afirmar que la Carta a los Hebreos no puede ser de San Pablo, ningún acuerdo ha sido alcanzado acerca de quien puede ser el Autor. Se han ido proponiendo varios nombres: Bernabé, Silas y otros que eran muy cercanos a Pablo y a su ministerio. De entre todos, el que más atención ha recibido, ha sido Apolo, un judío de Alejandría, convertido y cuya elocuencia, celo apostólico y conocimiento de las Escrituras, tanto ensalza San Lucas (cfr. Hch 18, 24-28). Se trata de cualidades que reflejan claramente las páginas de la Carta a los Hebreos. Particularmente nos sorprende el estilo de su oratoria, cuando interrumpiendo la argumentación bíblico-teológica, el Autor se detiene en la exhortación a la fidelidad de los recién convertidos, así como es admirable su fuerte apologética en defensa de la doctrina cristiana. Y lo que llama fuertemente la atención, como caso único, es su modo de argumentar, enteramente basado en la interpretación del Antiguo Testamento.

Aunque no quepa establecer con precisión la fecha en que fue escrito este profundo tratado cristológico, el hecho de que el Autor haga frecuente referencia al culto en el Templo de Jerusalén, como una realidad para él actual, hace pensar que fue escrito antes del año 70, año de la conquista de Jerusalén y de la destrucción del Templo. Se trata pues, de un escrito anterior a los Evangelios, aunque, quizás no al de San Marcos.

Es asombroso que el Autor haya podido llegar a una tan profunda y clara visión del misterio cristiano. Y aunque, pues, no sea una carta ha sido lógico que pronto se le diera ese nombre y destinada a los hebreos. En efecto, el escrito sólo supone a lectores informados del contenido del Antiguo Testamento y a su interpretación. Es obvio que se trate de convertidos al cristianismo pero desde el judaísmo.

Con la Carta a los Hebreos, nos encontramos pues, con un texto bíblico que hunde sus raíces en el Antiguo Testamento, pero que a la vez sorprende y asombra por las atrevidas pero atinadas afirmaciones acerca de Jesús, cuando sólo habían transcurrido unos 30-35 años desde su Pasión, Muerte y Resurrección.

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