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“Todo marchaba bien con mi pareja, pero ya no...”

By Mons. Vittorino Girardi S. Enero 30, 2023

“Tuve la ocasión de escucharle, hace algunos años, en una charla acerca de la familia. En aquella época, “todo marchaba bien” con mi pareja. Ahora ya no. Soy una madre divorciada. No pocas veces me culpabilizo, otras veces, le echo toda la responsabilidad a mi marido… y lo que más me preocupa son mis dos hijos. Uno que no ha terminado la primaria, y el otro que ha entrado de lleno en la adolescencia. Todo me está resultando “cuesta arriba”. Mis amigas (aunque no todas), me repiten que tengo derecho a rehacer mi vida, y con eso creen consolarme, cuando yo sé muy bien que quien busca casarse con una divorciada y no tan joven, no va a ser, en absoluto, el varón con quien yo desde joven soñaba. Conozco parejas de divorciados que han vuelto a casarse y que, ya mayores, sólo se aguantan. En fin, Monseñor, me estoy alargando demasiado… En aquella ocasión, usted nos habló de la familia, como lo más bello que tenemos, y yo ya no la tengo. Le pido que ore por mis hijos y también por el papá de ellos. Gracias por escucharme”.

Carmen, Madre Divorciada - Costa Rica

 

Mi estimada Madre Divorciada: es imposible leer su correo y no advertir su íntimo y profundo sufrimiento. Lo expresa usted todo, con tanta franqueza y bien consciente de que la fácil propuesta de unas amigas, de “rehacer su vida” no asegura ninguna solución y, además, de dar la clara impresión de hacer caso omiso de lo que es tan importante en su vida, que en este momento son sus dos hijos.

Al respecto, estimada Carmen, es un deber incuestionable, tener el ánimo de enfrentar los problemas propios de los hijos de los divorciados que han vuelto a casarse. Se trata de “hechos” substancialmente conocidos, pero bien vale la pena recordar al menos los más importantes, a nivel psicológico, social, emocional y académico.

Normalmente, en los niños y adolescentes de divorciados y que conviven con otra pareja, se duplica el riesgo de serios problemas de adaptación. He aquí unos casos: trastornos de conducta, agresión, comportamiento impulsivos y antisociales, serios problemas en relación a las figuras de autoridad… Los hijos de tales divorciados son más propensos a presentar síntomas de depresión, de ansiedad y con dolorosas manifestaciones de baja autoestima. Cuando entran en la adolescencia, recurren con mayor medida al consumo y abuso de sustancias como el alcohol, tabaco, marihuana y, además, con el fácil riesgo de caer en la pornografía.

Cuando los hijos prevén y presienten que sus padres están a punto de separarse y divorciarse, experimentan la angustiosa sensación de inseguridad acerca de dónde vivirán, con quién, a qué colegio asistirán, de cuándo podrán estar y convivir con el progenitor que se fue a vivir a otro lugar… Cuando, además, constatan niveles altos de conflicto entre los papás viven una muy dolorosa experiencia de abandono, porque, ¿cómo esperar amor de personas tan agresivas y violentas?

Uno de los aspectos más negativos del divorcio es la pérdida de relaciones cercanas, confiadas, con el padre. La ausencia de la figura paterna tiene fuertes consecuencias emocionales, ya en niños, como en niñas y, que influyen en el desarrollo de la propia identidad. No hay que engañarse: las visitas, las convivencias de fines de semana, no suplen la ausencia y, además, esos encuentros con frecuencia les exigen a los hijos encontrarse con la nueva pareja del papá.

Todos estos problemas se agravan, en gran medida, cuando uno o los dos divorciados tienen hijos con la nueva pareja. El sentido de “extrañeza” y de abandono que experimentan los hijos del primer matrimonio es de muy intenso dolor, que lleva fácilmente a profundos desequilibrios psíquicos e inclusive a serios malestares físicos…

Todo lo que le estoy escribiendo, estimada Madre Divorciada, lo he constatado a lo largo de mis ya numerosos años de apostolado.

No lo hago, obviamente, para desanimarla, sino, para expresarle que le comprendo y que le acompaño, como usted me lo pide, con mi oración y apoyo.

Ahora, unos breves y respetuosos consejos. Ante todo, no dude de la presencia amorosa de Dios; usted no está sola: Dios es nuestro Padre, nos conoce y nos ama y nos da la fuerza para aceptar y, de algún modo, superar dificultades que nos parecen insuperables. ¡Oremos mucho, y confiemos!

Además de mantener y expresar el cariño hacia sus dos hijos, mantenga también, y con perseverancia, la debida disciplina con ellos. Me refiero a una disciplina serena, que no dependa del estado de ánimo y sin temor a que, exigiendo disciplina, pueda perder el cariño de sus hijos. Ellos, aunque a veces fallen, perciben que la necesaria y justa disciplina, brota de la misma fuente del amor de madre. Anímelos al bien, al compromiso como estudiantes, a la ayuda mutua, pero más con su ejemplo que con la insistencia verbal y, menos aún con expresiones de ira y de agresividad… Ore con ellos, mi estimada Carmen, aunque con prudencia y paciencia. Y por último, nunca les “hable mal” de su papá y alégrese de sus encuentros frecuentes, positivos, con él.

Sé que todo esto suena a “heroísmo”, pero no se trata de algo imposible, cuando pedimos y contamos con la ayuda de Dios.

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