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Tus dudas: ¿Por qué dudo cuando comulgo?

By Mons. Vittorino Girardi S. Octubre 14, 2022

“Monseñor: toda mi familia es católica y desde muy pequeña he sido educada en nuestra fe. Creo que es también por eso que siento una pena profunda e inclusive vergüenza, cuando, acercándome a recibir la S. Comunión, me brota una extraña pregunta, casi que hubiese alguien que me la sugiere: ¿De verdad crees que vas a recibir al Cuerpo de Cristo? Esto no me detiene e igualmente me acerco a la S. Comunión... sin embargo, luego me reprocho y me digo: ¿Por qué comulgas, si no crees? Monseñor, como decimos, “¡estoy hecha un lío!”. ¿Qué me diría usted? Y perdóneme si le hago perder el tiempo”.

Olga Herrera M. - Guanacaste

 

Estimada Olga ¿Cómo se le ocurre pensar que me hace perder el tiempo? Su inquietud nos da la ocasión para decir algo -casi un balbuceo- acerca de lo que consideramos como “fuente y cumbre” de todo cuanto la Iglesia ha recibido de Jesús, su Fundador, a saber la SS. Eucaristía que es a la vez Celebración y Presencia suya.

De cuanto y como me escribe, me inclino a pensar que la suya más que una duda de fe, es una reacción espontánea que brota de su “psicología”, de su temperamento, es decir de su modo rico en sensibilidad, de reaccionar frente a lo “inesperado” y frente a lo misterioso...

Y estoy entonces del todo de acuerdo con usted, en que, aunque con esa inquietud, no deje de acercarse a la S. Comunión... y aunque, en algún momento, le brote con mayor fuerza y... angustia, esa pregunta, (¿habrá Cristo en la S. Eucaristía?) no deje de comulgar.

Además, por la misma naturaleza de la Fe, que no es “evidencia”, como lo puede ser, por ejemplo, un claro cálculo matemático, si no que es (la Fe) aceptación de algo que supera nuestra capacidad de entender, es justificable que un creyente católico, como lo ha sido Jorge Bernanos, haya escrito: “La Fe es la capacidad de resistir a las dudas”.

Y después de estas breves observaciones, estimada Olga, volvamos a las Palabras de Jesús quien como Él mismo lo declaró, frente a Pilatos, ha venido para “dar testimonio de la Verdad”. La verdad es que Jesús, en un “excesivo acto de amor” ha decidido darnos a nosotros sus discípulos, su propio cuerpo y su propia sangre. Desde aquella última Cena, y primera Eucaristía, los cristianos reconocemos y nos encontramos con Jesucristo vivo, en la “Fracción del Pan”, hoy como ayer y por siempre.

“El pan que yo les daré -dijo Jesús- es mi cuerpo y lo daré para la vida del mundo... Si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre no tendrán vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna y yo lo resuscitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. El que come este Pan vivirá para siempre” (Jn 6, 48-58).

Los primeros cristianos entendieron en toda su claridad las afirmaciones de Jesús. Y así tenemos a san Pablo. Él tenía una conciencia de que en la celebración de la Cena del Señor, comía y bebía la carne y la sangre del Señor y él mismo subraya con extrema energía las consecuencias de quien se atreva a acercarse a la S. Comunión de manera “indigna”, sin fe. “Por tanto -escribe- quien coma el Pan y beba del Cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor” (1Cor 10, 15-16). Los Apóstoles bien comprendieron las palabras de Jesús, “hagan esto en memoria mía”, (Lc 22,19) y así cada primer día de la semana se reunían con la creciente comunidad cristiana para la “Fracción del Pan”.

Son muy abundantes y de mucho “consuelo” los testimonios escritos que nos dejaron los antiguos autores cristianos. San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, allá por el año 107, y discípulo del apóstol san Juan, escribió: “Solo aquella Eucaristía, ha de ser tenida por válida: la que se hace por el obispo o por quien tiene autorización de él”. Conmovedor es el testimonio de san Justino mártir (+165), un laico que en una obra suya, la Apología, nos describe como se celebraba la Eucaristía en la Iglesia primitiva. Y hablando de la S. Comunión, escribe: “El Señor nos ha enseñado que esta Comida, de la cual se alimenta nuestra carne y nuestra sangre, es la Carne y la Sangre del mismo Jesús encarnado”.

Espontáneas vuelven a nuestra memoria, las palabras de san Agustín, quien expresa su asombro, lleno de fe, escribiendo: “Siendo Jesús Dios y sapientísimo, no supo darnos más, y siendo omnipotente no pudo darnos más y siendo amantísimo no pudo amarnos más”.

Por intercesión de María, que sin duda participaría en las primeras S. Eucaristías, pidamos un creciente aumento de fe, para recibir así con todo el amor y la gratitud de que seamos capaces, a Jesús, que viene a nosotros el el asombroso misterio de la “Fracción del Pan”.

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