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¿Por qué insisten en que Jesús no fundó la Iglesia?

By Mons. Vittorino Girardi S. Agosto 05, 2022

“Monseñor, un día volviendo mi hijo de la de la universidad, me dice que la Iglesia Católica ha sido fundada por un emperador romano, llamado Constantino… Yo me quedé sin palabras y la cosa quedó ahí. Mis hijos, hasta ahora no han tenido dificultad y son católicos como toda nuestra familia. Sin embargo, pido a Dios, para que esta afirmación no empiece introduciendo división entre nosotros. Monseñor, ¿qué prueba o argumento tienen los que no son de nuestra Iglesia, para afirmar lo que le dijeron a mi hijo? Espero y agradezco su información”.

Silvia Valverde R. – Alajuela

 

Usted estimada Silvia, me pregunta qué argumento hay para sostener la extraña y absurda afirmación de que Constantino fundara nuestra Iglesia. La respuesta es: ¡Ninguno! Basta un poco de estudio y… de buena disposición, para conocer y aceptar la verdad. Y digo que se necesita un poco de buena disposición, porque si no se da la indispensable apertura para aceptar los hechos, no hay argumento que pueda convencer. Una vez más recordamos y repetimos la dolorosa e indignada afirmación de Jesús: “no hay peor ciego que aquel que no quiere ver” (cfr. Jn 9, 40-41).

Vamos, pues, a recordar quién era y cuando vivió el emperador Constantino y cuál fue su postura en relación con la Iglesia Católica.

Hijo de Constanzo Cloro y de Santa Elena, Constantino nació entre 271-275; vivió su juventud en la corte del emperador Diocleciano, logrando una consistente formación militar. Cuando murió su padre, en 306, fue proclamado augusto, que equivale a emperador, por su ejército, encontrándose él en la actual Inglaterra. Majencio no aceptó su designación y reunió un ejército contra él, pero fue derrotado por las tropas de Constantino en la famosa batalla del Puente Milvio, puente sobre el Tíber, el río de Roma, en 312. Hubo un detalle muy importante y determinante: entre sus tropas campeaba un estandarte en forma de cruz y defendido por los más valientes soldados.

Constantino, reconocido ya como emperador, en el año siguiente (313) publicó el famoso Edicto de Milán con que afirmó la plena libertad religiosa y, entonces, también para los cristianos, que acaban de salir de una de las más crueles persecuciones decretada por el emperador Diocleciano.

A ese decreto de conceder la libertad para los cristianos, siguieron varios otros con que los favorecieron, como por ejemplo, el decreto de 315 en contra de los judíos que perseguían a cuantos de entre ellos se habían convertido al cristianismo. En 319, un nuevo decreto favorecía la inmunidad de los sacerdotes dedicados al culto divino; en 321 estableció el domingo como día festivo; en 323 decretó la validez de los posibles testamentos en favor de la Iglesia y, finalmente, en 324 publicó un edicto en que las antiguas formas de religión pagana, sólo eran toleradas y a la vez, en ese edicto, se exhortaba al pueblo a que se adhiriera, como ya él lo había hecho, a la nueva religión… Sabemos, sin embargo, que recibió el sello del Bautismo sobre su fe ya proclamada en punto de muerte.

Como podemos apreciar, estimada Silvia, todos los hechos que acabamos de recordar, dan prueba de que Constantino favoreció, y mucho, al cristianismo y a la Iglesia, pero de “favorecer” a “fundar” la distancia es mucha.

Para la fecha en que Constantino concedió libertad de culto a los cristianos, el Papa que dirigía a la Iglesia, se llamaba Melquiades, y anteriores a él, ya había habido 31 Papas… ¿Por qué ignorar estos hechos?... El corazón humano es un “misterio”, capaz de heroísmo y, a la vez, capaz de lo más contradictorio… Ha sido Cristo, quien murió en la cruz y quien resucitó, dando así origen a la Iglesia, no Constantino; fue Cristo quien eligió a los 12 apóstoles, “columnas de la Iglesia” y a quienes les envió al mundo a evangelizar a todas las naciones, difundiendo así a su Iglesia y eso, no lo hizo Constantino… Han sido miles y miles de mártires que derramando su sangre durante las periódicas persecuciones decretadas por los emperadores anteriores a Constantino, quienes con su heroica fe, confirmaron la verdad que la Iglesia de Cristo proponía; no lo hicieron los decretos de Constantino. Esos solo “atestiguaron” la consistencia de la Iglesia, firme por la promesa de Jesús de que “las fuerzas del mal no podrán contra ella” (Mt 16, 18).

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