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Tus dudas: "Si nos confesamos, ¿por qué pedimos más perdón en Misa?"

By Mons. Vittorino Girardi S. Febrero 15, 2022

“Estimado Padre, soy un amante de la confesión pero hay puntos que quisiera aclarar. Si la Santa Misa es el sacrificio perfectísimo ofrecido por nuestros pecados, yo, participando en ella, ¿quedo limpio o no? El sacerdote, después de que todos hemos rezado el “yo confieso” añade una bella oración pidiendo a Dios que “perdone nuestros pecados” y nos lleve a la vida eterna. ¿No es suficiente para que nos quedemos purificados? Además, después de la lectura del Evangelio, algún sacerdote añade una breve oración diciendo: “por la lectura de este Evangelio, sean perdonados nuestros pecados”. Y finalmente, antes de darnos la paz el uno al otro, en otra oración el que preside dice al Señor: “no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia”. Por el poder que Cristo le ha concedido al sacerdote, esas oraciones, ¿obtienen el perdón o no lo obtienen?. Le repito, soy un amante de la confesión, pero no de la de 2 - 3 minutos y de una penitencia, a veces exigente y a veces bien ligerita. Participo en la Misa todos los días y me encanta servir a mi Señor”.

Rafael Antonio Fallas C. - San José

 

Don Rafael Antonio: El hecho que usted recuerde las veces que durante la celebración de la Santa Misa le pedimos perdón al Señor, da prueba de que participa en ella con frecuencia y usted nos dice que eso acontece todos los días. Me causó mucha alegría al saberlo y le deseo tanta perseverancia.

Ahora bien, el perdón lo pedimos también en el Señor ten piedad, en el canto del Gloria, en el Cordero de Dios antes de la Santa Comunión y antes de decirle al Señor: “pero una palabra tuya bastará para sanarme…”

Sin embargo, tanta súplica, no sustituye el Sacramento de la Penitencia, sino que expresa la actitud penitencial o de constante conversión que siempre necesitamos teniendo en cuenta nuestras malas inclinaciones.

En efecto, a lo mejor, uno acaba de confesarse precisamente llegando al templo antes que empiece la celebración de la Eucaristía… Él -como diría usted– “ya está limpio”, sin embargo participa en  las demás oraciones de petición de perdón, con todos los demás fieles, no porque dude de que Dios le haya perdonado con el Sacramento de la Penitencia, sino para alimentar y sostener su “desapego” de toda forma de pecado, renovando su sincero arrepentimiento y el vivo deseo de reparar el daño que, pecando, ha podido causar a los demás y a sí mismo.

Es un proceso que acontece también en nuestras relaciones con los demás. A una persona a quien hayamos ofendido o disgustado, le pedimos perdón, y aunque seguros de su perdón, volvemos a decirle, repetidamente, que nos perdone, para expresarle así que de veras estamos arrepentidos y que estamos decididos a no volver a lo que ha causado el disgusto.

Si alguien, por el contrario, se encuentra en pecado grave o mortal, participando con fe en esas oraciones, va disponiéndose a un sincero arrepentimiento tan necesario para el Sacramento de la Penitencia y a la vez va acogiendo la gracia y la ayuda de Dios para quitar el pecado.

En síntesis: no hay que ver el Sacramento de la Penitencia (Confesión) como que “excluyera” los momentos penitenciales de la Celebración de la Eucaristía y no hay que considerar éstos como si “excluyeran” el Sacramento de la Penitencia.

Casi dijéramos: si me he confesado, ¿por qué vuelvo a pedir perdón en la Santa Misa? Si pedí perdón, y con fe, en la Celebración Eucarística, ¿por qué confesarme? Son realidades que se integran, en que unas preparan o prolongan (según los casos) a las otras: pidiendo perdón en la Santa Misa, me voy disponiendo y preparándome para el Sacramento de la Penitencia (Confesión) y si acabo de confesarme, prolongo y hago más profundo mi arrepentimiento y mi decisión de no volver a pecar, participando y haciendo míos los momentos penitenciales y las oraciones de petición de perdón de la Santa Misa.

En nuestra liturgia se refleja nuestra vida. Como en ésta hay “actos” y “procesos”, así en la liturgia: el Sacramento de la Penitencia, representa más bien un acto y por excelencia de la necesaria conversión, mientras que en la Celebración Eucarística, con sus varios momentos penitenciales, se manifiesta y se va realizando el proceso de conversión.

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