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Tus dudas: ¿Realmente hay vida en el más allá?

By Mons. Vittorino Girardi S. Enero 03, 2022

“Monseñor, he sido educado en la Iglesia Católica, y siempre he creído que nuestra alma es inmortal, destinada pues, después de nuestra muerte, a estar con Dios o separada de Él. Ya soy mayor, Monseñor y mi pensamiento, con frecuencia va al día de mi salida de este mundo, y me digo: ¿habrá realmente vida en el más allá? Después de mi muerte, ¿quedará algo de mí o todo terminará en nada?Le pido al Señor que aumente mi fe, pero esas preguntas me inquietan. ¿Me ayuda, Monseñor? ¡Que Dios se lo pague!”.

Jaime Mora L. - San José

 

Estimado don Jaime, ante todo le felicito por su modo de reaccionar frente a esas preguntas que le inquietan, a saber, haciendo suya la súplica de aquel papá del niño muy enfermo que a la pregunta de Jesús si tenía fe, exclamó: “Creo Señor, pero aumenta mi fe” (Mc 9, 24).

El hecho de que nos surjan esas preguntas suyas no debe inquietarnos demasiado y no significa necesariamente que no tengamos fe. Tratándose de algo que no vemos y de lo que no tenemos experiencia, me refiero a la vida del más allá, es natural que afloren en nuestro espíritu varias inquietudes y preguntas, ya que es propio de nuestra inteligencia, la pretensión de la claridad y de la evidencia.

Esas preguntas suyas, que pueden ser de cualquiera de nosotros, son más bien una oportunidad para que nos detengamos y profundicemos, personalmente, en lo que comportan nuestra fe y nuestra esperanza.

Ahora bien, estimado don Jaime, hay una serie de hechos que manifiestan a todas luces, que el ser humano no puede ser reducido a la pura corporeidad material. Pensemos, por ejemplo, en los millones de mártires cristianos: ¿cómo hubiesen podido imponerse al instinto fundamental de “guardar” la propia vida, si no fuera porque el ser humano tiene la posibilidad y la suficiente libertad de imponerse al propio cuerpo y a sus instintos. Sin embargo, también en la simple experiencia del ayuno voluntario, damos la prueba de que podemos imponernos libremente a la corporeidad. Y esa capacidad de imponernos al cuerpo material, no puede derivar del mismo cuerpo. Necesariamente esa “libre energía” debe derivar de un principio superior a la propia corporeidad material.

Brevemente, el ser humano está dotado de la capacidad de pensar y razonar y, entonces, está dotado de libertad, lo cual manifiesta que no somos sólo cuerpo, sino, que somos un ser único pero que integra un principio no material al que llamamos alma o espíritu. Si éste es superior e independiente de la materia corporal, significa que lo es también en su naturaleza. Es decir, si su actuar es espiritual, lo es también su ser.

Bien sabemos que “espiritual” equivale a “incorruptible”.

A este nuestro, aunque muy breve, reflexionar, viene en ayuda, para confirmarnos en la verdad, nuestro Señor Jesucristo, cuando discutiendo con los Saduceos que no creían en la inmortalidad, les dijo: “¡Están completamente equivocados! ¿No han leído en el libro de Moisés, en el pasaje de la Zarza ardiendo, cómo le habló Dios: Yo Soy el Dios de Abraham y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es Dios de muertos, sino, de vivos”. Y el mismo Jesús nos lo asegura afirmando: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn14,6). Él es el camino que nos lleva a la verdad, y la verdad suprema y definitiva, es la vida con Dios, la vida eterna.

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