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¿Qué significa: “El amor de Cristo nos apremia”?

By Mons. Vittorino Girardi S. Agosto 13, 2021

“Monseñor, en nuestro grupo se nos ha exhortado a leer particularmente el Nuevo Testamento, pero no sólo los Evangelios, sino, también los demás escritos. Me metí con las cartas de San Pablo. ¡No es que entienda todo! Ahora estoy con la segunda carta a los Corintios. La encuentro maravillosa. Hay afirmaciones que quisiera que me acompañaran siempre. He aquí una de ellas: “El amor de Cristo nos apremia”?

Yorleny Quirós L. - Cartago

 

La primera palabra que me brotó espontánea, al leer su correo fue: “¡Que persevere!” La Palabra de Dios está en el origen de nuestra identidad de cristianos. Siempre nos resuena dentro la exhortación de Dios a su pueblo: “Shemá Israel…”, “Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor” (Deut. 6, 4). El Evangelio de San Juan da comienzo con esa afirmación: “En el comienzo había la Palabra, y la Palabra era Dios” (Jn 1, 1).

Es tan lógico entonces, que nuestra actitud fundamental deba ser la de escuchar. Sabemos, además, que esa Palabra es una “Palabra de Amor”, como dejó escrito el gran teólogo canadiense B. Lonergan. Con ella Dios nos habla como Amigo a amigos, para decirnos que ha tomado una única decisión, a saber, de hacerlo todo en favor de nosotros sus hijos, aunque nada sin contar con nosotros, ya que el Amor siempre es propuesta, nunca imposición.

San Pablo, experto en el Antiguo Testamento, no podía pensar que la “grandeza de Dios” se hubiese manifestado en el rebajamiento y en la humillación de la Cruz, pero cuando por la luz del Espíritu Santo, se le reveló que la verdadera grandeza de Dios, es su amor y que éste le llevó a la máxima manifestación en la muerte de cruz, se sintió literalmente conquistado, “prisionero” de Cristo. Jesús de perseguido, pasó a ser todo para él. Pablo no quiere saber otra cosa si no es Cristo y éste crucificado (cfr. 1Cor 2, 2). No quiere vivir sino por Él y en Él, a tal punto que morir para estar con él sería una ganancia y es lo que Él más anhela: “Quiero morir y estar con Cristo”, escribe.

A la luz de su fundamental experiencia, que fue la de haber sido “alcanzado por Cristo” (Filp 3, 12) y de la contemplación de Aquel que “le amó y se entregó por Él” (Gal. 2, 19) cobra todo su verdadero sentido la expresión que usted, estimada Yorleni nos refiere: “El amor de Cristo nos apremia”. Pablo ya no puede entender su vida sino, como una prolongada y constante respuesta al amor de Cristo, que se vuelve en él energía, valentía y heroísmo. Se siente apremiado y urgido por ese amor y, entonces, ay de él si no lo anuncia a tiempo y a destiempo (cfr 1Cor 9, 16).

Cristo ya es la suprema razón de todo lo que Pablo es y hace. Desde esta verdad, y ya que la palabra griega lo admite, esa afirmación, “el amor de Cristo nos apremia” bien cabe traducirla con “el amor de Cristo nos basta”... Como a Cristo le basta el amor para llegar a los extremos que todos conocemos, también nosotros estamos llamados  a hacer del amor, la suprema norma de vida: escojamos siempre el camino en que más amor podemos dar. Para Pablo, como lo escribió en la carta a la filipenses, eso es “tener en nosotros los mismos sentimiento que tuvo Cristo (cfr Fil 2, 6-11), que lo llevaron a amarnos hasta el extremo… Esa es la norma suprema para cuantos nos atrevamos a corresponderle.

 

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