Sin embargo, el origen de esta expresión remite a la concepción que Lutero (1483-1546) tenía del hombre pecador y de cómo él mismo concebía la obra redentora de Cristo. Por causa del pecado original, Lutero afirmaba que el ser humano, plenamente corrompido, ya es incapaz de realizar obras realmente “buenas”. Después del pecado original, el hombre es como una piedra, un tronco muerto, un montón de… basura; pobre caño sucio del cual sólo brota agua sucia… Cristo, el único justo, con su santidad y entrega, expió Él nuestros pecados, mediador que se interpone así entre nosotros pecadores y el Padre Dios. Diciéndolo con una metáfora, claramente luterana, como que Cristo nos cubre, como (allá en Alemania) la nieve blanca, inmaculada puede cubrir en el invierno un montón de basura, y quien lo ve, no ve la basura, sino, ve la belleza y la blancura de la nieve… Así nuestro Padre Dios, contempla la Sangre Preciosa de Cristo que nos “cubre” y así como que no ve nuestra basura.
Por su “sencillez”, estas afirmaciones, tienen su atractivo. Sin embargo, sabemos que la obra redentora de Cristo no sólo hace que el Padre nos “declare” (nos vea) diferentes, sino que nos hace diferentes, otorgándonos la posibilidad de tornarnos en nuevas creaturas, manifestándolo con una vida llevada adelante en “santidad y justicia” (Lc 1, 75).
En cuanto a la celebración (aunque ya no obligatoria) de la Sangre Preciosa de Jesucristo, con que empezamos el mes de julio, es edificante recordar cómo tuvo origen.
El más destacado y admirable propagador de la devoción a la Preciosa Sangre de Cristo, ha sido el sacerdote romano San Gaspar del Búfalo (1786-1837), fundador de la Congregación de los Misioneros de la Preciosísima Sangre. La Santa Sede pronto dio su aprobación y apoyo y el Papa Beato Pío IX, como expresión de gratitud por un voto que había hecho cuando se encontraba exiliado en Gaeta, no muy lejos de Nápoles, aprobó los textos de la Misa, para la Iglesia universal. De su parte, el Papa Pío XI, en 1933, recordando y celebrando el 1900 aniversario de la redención, elevó la celebración a nivel de Fiesta.
Con la reforma del Calendario Litúrgico, que siguió al Concilio Vaticano II (1962-1965), se dejó la celebración de la Preciosa Sangre de Jesús a la devoción local y privada. En efecto, en el Misal Romano, los textos de su celebración aparecen entre las Misas Votivas.
Nuestros fieles, cuando, con fe, le dicen con cariño a alguien, “que la Sangre de Cristo te cubra”, sin duda, más allá de toda posible interpretación luterana, quieren expresar su asombro y su gratitud por el amor que Cristo nos ha demostrado, derramando su Sangre por nuestra salvación, desde su sudor de sangre en el huerto de Getsemaní hasta la sangre que brotó de su corazón abierto por la lanzada del soldado.
Nos brota concluir diciendo: ¡Jesús, por tu Sangre derramada por nuestra redención, en Ti confiamos!
Infórmese primero con una suscripción digital. Conozca nuestros cómodos planes, es muy fácil, solo ingrese en este enlace.