Meditamos en la solemnidad de Todos los Santos el conocido texto de las bienaventuranzas, de Mt 5,1-12ª. Las bienaventuranzas están divididas en dos grupos de cuatro (ver los vv 3-6. 7-9). El criterio de discernimiento nos la da el mismoMateo, al utilizar la palabra “justicia” muy estratégicamente: con ella se termina la cuarta y la octava bienaventuranza (v.v 6-10). En el primer bloque, se alaba la actitud adecuada del ser humano ante Dios (es como la ampliación del primer mandamiento de amar a Dios); el segundo bloque descubre y describe cuál debe ser la actitud correcta del ser humano frente a su prójimo (es como la aplicación concreta del segundo mandamiento, de amar al prójimo).
En la primera bienaventuranza (dichosos los pobres en el espíritu), se da cabida en el Reino de los cielos también a los pobres, a los humildes y sencillos de los que hablaban los profetas, no en cuanto que no tienen nada o están privados de bienes, no por ser pobres socialmente hablando que, como sabemos, es un mal, sino por su apertura y confianza en Dios. Se alaba la pobreza “teológica”, por así decirlo.
La segunda bienaventuranza (dichosos los mansos), es muy próxima a la anterior, y se refiere a los que aceptan a Dios sin resistencia, su aceptación de la acción de Dios, sin oponerse a ella, y de su situación humilde sin amargura. La tercera bienaventuranza (dichosos los afligidos), está centrada en el consuelo por la superación del mal verdadero y de la muerte. El Dios bíblico es el Dios del consuelo (Is 40, 1-2) y Jesucristo viene a ser el gran consolador (Lc 7,13). El hambre y la sed de justicia de la cuarta bienaventuranza, significan la tendencia y añoranza hacia Dios (Is 55,1; Sal 42,2), hacia su justicia, con el consiguiente clamor para que se acabe la actual injusticia.
La quinta bienaventuranza (dichosos los misericordiosos) exige del ser humano la misma actitud que Dios tiene hacia él: amor, compasión, perdón, ayuda, comprensión. La sexta bienaventuranza (dichosos los limpios de corazón), cuyo mejor comentario estaría en el salmo 24,4, exige la limpieza de la vida (no sólo en el ámbito sexual), sino también la transparencia y la claridad, en lugar del engaño, del egoísmo y de las intenciones insanas o dobles.
La sétima bienaventuranza (dichosos los que trabajan por la paz), alaba o beatifica a los que se esfuerzan en lograr la reconciliación y la paz a cualquier nivel. La octava bienaventuranza (dichosos los perseguidos por causa de la justicia), expresa la convicción de que los que luchan por la justicia, serán presa fácilmente o deberán sufrir a causa de la injusticia. Pues de todos esos bienaventurados es el Reino de los cielos.