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El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed.

By Redacción Julio 30, 2021

 Del santo Evangelio según san Juan

 6, 24-35.

 

En aquel tiempo, cuando la gente vio que en aquella parte del lago no estaban Jesús ni sus discípulos, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús.

Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste acá?” Jesús les contestó: “Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto signos, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello”.

Ellos le dijeron: “¿Qué debemos hacer para realiar las obras de Dios?” Respondió Jesús: “La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quien él ha enviado”. Entonces la gente le preguntó a Jesús: “¿Qué signo vas a realizar tú, para que la veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo”.

Jesús les respondió: “Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo”.

Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les contestó: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed”.

 

Palabra del Señor.

 

Comentario al Evangelio 

Cuando los israelitas, después de salir de Egipto, prueban la dureza del desierto, con todas sus penalidades, añoran las seguridades que tenían antes, aún en medio de la esclavitud. Dudan de Dios que les ha liberado, pensando que, ahora, les abandona. En ese momento, el Señor, por medio de Moisés, les promete un pan, el maná, así como carne de codornices, que les fortalece en el camino de su liberación (Éxodo 16,2-4.12-15). El Señor les dio pan del cielo dice el salmo 77.

Aquello no fue más que una promesa del verdadero pan del cielo que es Jesús. Con Él, la multitud hambrienta se siente abierta a la plenitud, pero hay otros que se acercan con falsas expectativas y no saben reconocerlo así. Encerrados en sus esquemas, en su mentalidad anquilosada, se niegan a aceptar la manifestación de Dios en Jesús. Creer en Él como el pan de vida es lo que quiere el Padre, lo que sacia verdaderamente al hombre es el único que puede darles la vida eterna (Juan 6,24-35).

Esta misma actitud es la que percibe San Pablo en su tiempo: que muchos andan en la vaciedad de sus criterios, en un modo de vivir caduco, propio del hombre viejo y corrompido en sus deseos. Se impone, por tanto, dejar que el Espíritu renueve nuestra mentalidad y nos haga hombres nuevos en Cristo (Efesios 4,17.20-24).

Es cierto que necesitamos del pan material, son muchos los que en nuestro mundo pasan hambre y carecen de lo básico para vivir como personas, pero si absolutizamos la necesidad material, hacemos del dinero un ídolo y nos ponemos a su servicio. Nos afanamos por conseguirlo hasta incurrir en la corrupción, que nos instala en una situación de falsedad vital y una perversión de nuestras relaciones con los demás y con Dios. Veamos, si no, los grandes desequilibrios que origina entre los que no tienen para vivir y los que acaparan en abundancia y privan del pan a los demás…  Esto clama al cielo porque Dios ha creado el mundo con bienes suficientes para todos. Bien ha dicho el Papa Francisco que todo se puede perdonar menos la corrupción, de no ser que se tome conciencia y exista una decisión de cortar con esta dinámica perversa.

Y lo más terrible, actuando así, opacamos una necesidad más profunda en la persona que no se sacia con pan material, sino sólo con el verdadero pan que es Jesús. Él es el único que ha bajado del cielo, que viene del Padre, es su Hijo amado, el que da la vida en plenitud y para siempre. El verdadero pan es la fe, la adhesión a Cristo, único que puede saciarnos y satisfacer nuestros deseos más profundos. El mundo siempre nos dejará insatisfechos y en una búsqueda desesperada de compensaciones. En Cristo tenemos el alimento que nos sacia realmente y nos hace vivir en la plenitud de Dios.

Solo el cambio de mentalidad que origina en nosotros el Espíritu puede ayudarnos a descubrir en Cristo la plenitud que ansía nuestro corazón, a ayudar a tantos cansados y perdidos a encontrar la verdad en Él; a comprometernos con la búsqueda del bienestar material de tantos pobres, pero no dejar de evangelizar, para entregarles lo que en realidad vale la pena que es Cristo. Vayamos hacia Él, el verdadero Pan que nos ha dado el Padre, para salir de nuestras esclavitudes y quedar verdaderamente saciados, compartir su misma Vida.

Vamos a celebrar la fiesta de nuestra Madre, la Reina de los Ángeles. Ella es modelo de escucha y acogida creativa de la Palabra del Señor, nos convoca en una nueva fraternidad, una nueva familiaridad, nos sitúa en la dinámica del Reino para generar juntos una nueva sociedad. El Señor les bendiga junto a sus familias.

 

Mons. Bartolomé Buigues O.

Obispo de Alajuela

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