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¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?

By Redacción Junio 15, 2021

Del santo Evangelio según san Marcos 4, 35-41. 

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla del lago”. Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas.

De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”. Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: “¡Cállate, enmudece!”. Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: “¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?”. Todos se quedaron espantados y se decían uno a otros: “¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”.

Palabra del Señor.

 

Comentario al Evangelio

Hasta el viento y las aguas le obedecen

 

Mons. Bartolomé Buigues O.

Obispo de Alajuela

 

Dios habla a Job en medio de la tormenta, según la forma clásica de las manifestaciones divinas. Él es Señor absoluto del universo, porque es su creador y lo dirige con sabiduría. Es así que, hasta el mar, visto como un poderío misterioso, es dominado por Dios, creador del cielo y la tierra, le impone leyes y fronteras. Todo un Dios poderoso se digna dirigir la palabra a su siervo Job y hasta discutir con él, invitándolo a que ensanche su corta visión para reconocerlo en toda su grandeza (Job 38,1.8-11). Ante el Señor enmudecen las olas del mar, dice el salmo 106.

Cristo ha recibido del Padre el poder sobre toda la creación, sobre las fuerzas de la naturaleza. El mar en la literatura bíblica, por influencia de las literaturas primitivas, está relacionado con los enemigos de Dios. En él se ocultan los espíritus inmundos, las tinieblas. La consumación del Reino traerá consigo la desaparición del mar y sus peligros. Cristo consigue la victoria sobre el mar, sobre toda la creación. Manifiesta, así, su poder salvador (Marcos 4,35-40). Suscita la admiración de los discípulos, provoca interrogantes que les abren a la fe.

Pablo nos invita a actuar por el apremio del amor de Cristo puesto que, por el bautismo, hemos muerto con Él para resucitar a una vida nueva. Nos ha ganado para Él, le pertenecemos. El que vive con Cristo es una creatura nueva. Juzgamos todo según el Espíritu, no según la carne. Todo es nuevo en el cristiano (2Corintios 5,14-17).

Quizá hemos perdido bastante la capacidad de asombro, de percibir las cosas pequeñas en todo su relieve, al estar centrados y cegados por nuestros esquemas de grandeza. De sentir la cercanía confortadora de las personas por la autosuficiencia, pensando que nos bastamos a nosotros mismos. De percibir correctamente lo que va aconteciendo porque, encerrados en nuestro orgullo, no damos espacio a lo nuevo, no nos dejamos sorprender, nos da miedo abandonar la rutina, resistiéndonos a admitir que nos está matando…

Seguir al Señor nos desinstala, nos invita a cruzar a la otra orilla y, justamente, en condiciones difíciles, al atardecer. Seguirle, es poner en Él toda nuestra confianza, aun en medio de huracanes y grandes olas. Es reconocer que, en torno a Él, se crea una comunidad que comparte vida y misión, en la misma barca. Todas nuestras expectativas se ven cuestionadas, surgen interrogantes, se rompen esquemas, se experimenta la crisis… Justamente, todo eso, nos permite mirar y acoger al Señor en toda su realidad, dejarle actuar y percibir su actuación en nosotros, que ensancha nuestra fe.

No estamos solos ni abandonados a nuestra suerte en medio de tantas incertidumbres y fragilidades. Dejémonos cuestionar y admirar para recorrer el camino de la fe, despertar la presencia del Señor, compañero de camino en todos nuestros afanes. Sintámonos convocados a vivir la fraternidad en Cristo, en la Iglesia, que nos arropa, conforta, fortalece. Porque el Señor nos confía la misión de seguir calmando, en su nombre, tantos vientos y tempestades que pretenden deshumanizarnos, dividirnos, manipularnos cortar toda esperanza. Mirémosle a Él, invitemos a mirarlo y a subir juntos a su barca, cruzando sin miedo a la otra orilla, porque hasta el viento y las aguas le obedecen.

La pandemia ha sido un escenario que nos ha permitido experimentar todo esto, como nos inspiró el Papa Francisco: juntos en la misma barca, solidarios, abiertos a Cristo, confiados en su amor que nos sostiene, para ser refugio de tantos que, sin fe, son como “náufragos” en las tempestades de la vida. El Señor les bendiga junto a sus familias.

 

Last modified on Martes, 15 Junio 2021 19:12

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