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Sagradas Escrituras: Caos y creación

By Pbro. Mario Montes M. Septiembre 22, 2023

Todos hemos comenzado la lectura de la Biblia, con el siguiente párrafo del libro del Génesis, que precisamente significa “comienzo” y que reza: “Al principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas” (Gén 1,1-2). Podemos imaginarnos, por un momento, un lugar desértico, nublado, vacío y caótico, sin vida o rastros de ella ¿A qué alude este texto? No solamente a los comienzos de la creación misma, imaginada por los autores sagrados como una especie de desorden original, una forma primordial de caos, que la acción de Dios ordena con el poder de su palabra, para convertirla en un mundo pleno de sentido. La palabra abismo describe el vacío absoluto anterior a la creación y el soplo de Dios, como vimos, es su espíritu, soplo o aliento en su función creadora, junto a su palabra.

Pero también esta situación de caos, de tiniebla, vacío y de confusión abismal, puede referirse a la situación del pueblo judío en Babilonia, cuando fue desterrado en el año 587 a. C. al mando del rey caldeo llamado Nabucodonosor. Una prueba durísima para Israel. Los judíos de aquel entonces perdieron su tierra y su patria, su templo sagrado en Jerusalén, arrasado y quemado, el rey y sus habitantes deportados y aparentemente su Dios, llamado Yahvé, vencido por los dioses de Babilonia, plasmados en sus ídolos (ver 2 Rey 25,8-12 y Sal 137, al que podemos llamar “la balada del desterrado”). Los únicos que quedaron al frente del pueblo fueron los sacerdotes, quienes redactaron este bellísimo poema de Gén 1,1-2, 4ª (comenzando por Gén 1,1-2), con el fin de consolar al pueblo de Dios, que atravesaba una terrible crisis existencial y como pueblo, triste y “acabangado” como decimos, derrotado y deprimido, para poder así reafirmar su fe y su nuevo destino: el regreso a su tierra (ver Sal 126; Esd 1,1-11; Jer 11,11-12).

Veamos lo que estos primeros versículos pretenden enseñar: “En el principio”, alude no solamente al comienzo del universo mismo (cielo y tierra), sino al fundamento del pueblo desterrado y ese fundamento es Dios que lo sostiene en sus manos amorosas. “Creó Dios el cielo y la tierra”, no solamente en el sentido que entendemos de hacer existir lo que no existía, sino también que Dios como Creador crea a Israel, haciéndolo surgir del caos de su situación (ver Is 43,15-15), liberándolo de su cautiverio y dándole una nueva vida y sentido a su existencia.

La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas… No es solamente la situación de un mundo inicial, caótico y confuso, sino la terrible situación o vivencia de un pueblo como el judío, tentado a caer en la idolatría pagana allá en Babilonia, expresada en el texto como “soledad” (en hebreo “tohu”), “caos” (en hebreo “bohu”), y “abismo” (en hebreo “tehom”).  Los ídolos que apartan al pueblo de la comunión con Dios, son, según la Biblia, vacío, soledad e inutilidad (tohu). Ver I Sam 12,21; Is 34,11; Jer 4,23.  Los sacerdotes judíos que escribieron esta primera narración de la creación percibían la tierra, especialmente la comunidad desterrada, sostenida en las malas manos de los ídolos, expresados como soledad (tohu), caos (bohu) y abismo (tehom). 

Pero Dios quería recrear o hacer de nuevo a su pueblo elegido, rescatándolo y liberándolo, expresado en un verbo hebreo “bereshit”, que precisamente significa “crear” (ver Gén 1,1). En efecto, los sacerdotes desterrados con su pueblo, cuidaron para que el pequeño resto de Judá mantuviera la fidelidad al Señor, se reuniera en sus casas para rezar, celebrar el sábado y practicar la circuncisión de sus varones como el signo externo de la identidad judía. Dios no abandona a quienes ha llamado, pues en el año 538 a. C., Ciro el Grande, rey de medos y persas, conquistó Babilonia y permitió a los judíos volver a Jerusalén (ver Is 41,1-5; 2 Crón 36,22-24; Esd 1).

Mirábamos cómo “el soplo de Dios se cernía o aleteaba sobre la superficie de las aguas”. Bella y expresiva imagen que también encontramos en Dt 32,10-11; Éx 19, 4 y Ap 12,14, además del texto que estamos viendo de Gén 1,2 y que significa un especial cuidado y protección de Dios, en este caso, de su pueblo elegido. Los sacerdotes redactores del pasaje que estando viendo, muestran en este poema cómo el mundo e Israel, pese a su pecado, cuentan con el auxilio del Señor, pues el espíritu de Dios sigue aleteando sobre las aguas.

Los autores antiguos percibieron en el relato de la creación la descripción física, geológica y biológica del origen y el desarrollo del universo. No les faltaba razón, pues el relato sigue un itinerario lógico. Pero no se quedaron con ello. No solamente reflexionaban sobre los comienzos de la creación, sino en los comienzos de un nuevo Israel, que había pasado por el caos y la durísima prueba del destierro, de la tentación del abandono de la fe en su Dios, por servir a los ídolos paganos, pero especialmente para creer en un nuevo comienzo como pueblo liberado por Dios, que lo sostuvo con sus manos amorosas a lo largo de su historia.

Hoy son otras situaciones caóticas que viven el mundo, sin dejar de lado a nuestra amada patria, nuestra sociedad y familias, inclusive a la Iglesia inmersa en el mundo. Basta con echar una mirada a nuestro alrededor, mirar las noticias, consultar las redes sociales u ojear los periódicos… Son de llorar, casi de terror o, al menos, de desánimo. Los autores sagrados echaron mano de las expresiones e imágenes que hemos visto: soledad, vacío, tinieblas, caos, abismo…, pero lo hermoso de todo esto es lo que sigue: la acción poderosa y creadora de Dios que lo ordena todo, presentado en una semana laboral y litúrgica de siete días, que culmina con el descanso del Señor, después de crear al hombre, rey de la creación.

Aplicando el texto de Gén 1,1-2 ¿Cómo podríamos simbolizar el caos reinante? ¿Qué elementos utilizaríamos? Y, por contraste: un mundo ordenado, feliz, de gente optimista, de personas que, con su trabajo y servicio, son capaces de seguir co-creando con Dios, siendo sus amigos y aliados. Una humanidad nueva, un pueblo nuevo, un nuevo Israel, que es la Iglesia peregrina en el mundo ¿Cómo podríamos simbolizar estas nuevas realidades y estas esperanzas hoy día? Hablamos de las manos de Dios, que han sostenido la creación, el mundo, el pueblo de Israel y también a nosotros ¿Qué simbolizan y cómo podríamos dibujarlas? Hagamos este trabajo inspirándonos en el texto meditado.

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