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Sagradas Escrituras: María Magdalena y el resucitado

By Pbro. Mario Montes M. Mayo 24, 2023

En el evangelio vemos que María Magdalena fue la primera en descubrir la tumba vacía y en llevar a los discípulos la noticia, dando su propia explicación: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde le han puesto” (Jn 20,1-2). Ella misma también tiene el privilegio de ser la primera en encontrar el Señor resucitado (Jn 20,11-18). Su noticia entonces será diferente: “He visto al Señor” (Jn 20,18). Es así como María ha pasado de la oscuridad de la madrugada a la luz radiante de la Pascua. Hoy, Domingo de Pascua, vamos a hacer con María de Magdala este camino de muerte y resurrección, en sus diversos momentos:

 

María llora

Mientras Pedro y Juan regresan a casa dejando atrás la tumba vacía, dejando atrás la sábana mortuoria del Señor y su sudario (Jn 20,10), María se echa a llorar junto a la tumba, aferrada a lo último recuerdo tangible que le quedaba de Jesús: “Estaba María junto al sepulcro fuera llorando” (Jn (20,11ª). María está aferrada a lo que de alguna manera le transmite todavía una cercanía a Jesús. Pero ahora el dolor es doble: piensa que se han robado el cadáver del Señor (Jn 20,2.13.15). En los primeros versículos se repite la palabra “llorar” cuatro veces. Pero cada vez es distinto: María va haciendo un camino pascual que tiene su momento cumbre en el reconocimiento del Amado, como la Novia del Cantar de los Cantares (ver Cant 3,1-2.4), y se proyecta aún mucho más allá, en la nueva comunión de vida a que la invita el Jesús glorioso.

 

Va descubriendo poco a poco a Jesús

María da un paso importante en su camino de fe cuando es capaz de mirar dentro del sepulcro, saliendo así de su shock emocional y cuando comienza a decir lo que siente. Primero es interrogada  por los dos ángeles que están sentados sobre el sepulcro: “Mujer, ¿por qué lloras?” (Jn 20,13). En su respuesta (v. 13b) se nota todavía un hilo de esperanza: cree que el asunto se va a solucionar pronto apenas recupere el cadáver. Luego la interroga el mismo Jesús Resucitado, a quien ella no reconoce a primera vista: “vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús” (Jn 20,14). María lo confunde con el hortelano.

Esta vez la pregunta tiene un nuevo elemento: “¿A quién buscas?” (Jn 20,15ª). Esta pregunta es conocida en el evangelio de San Juan: aparece al comienzo y al final del camino de discipulado (ver Jn 1,38 y 18,4.7). El asunto no es un “qué” sino un “quién”, una persona, una relación viva que hace falta. María va siendo poco a poco conducida al núcleo del misterio. La respuesta de María refleja entonces todo su amor: “¡yo me lo llevaré!” (Jn 20,15b). Y es aquí donde se revela Jesús llamándola, como el Buen Pastor (Jn 10,3), por su propio nombre: “¡María!”.  Ella comprende y lo reconoce: “¡Maestro!”, un título que, en el evangelio de San Juan, solamente los discípulos usan para dirigirse a Jesús (ver Jn 1,38.49; 4,31; 9,2; 11,8).

Jesús y la Magdalena se llaman recíprocamente según la manera como lo hacían antes de la muerte de su Maestro.  La relación entre Jesús y sus amigos no cambia en lo interno pero, eso sí, por el nuevo estado del Resucitado sí cambia su forma externa. La experiencia del Resucitado es la respuesta a un llamado. Es en el reconocimiento de su voz, que se da el verdadero reconocimiento de Jesús. Esta voz nos llama en todas las circunstancias y encuentros de la vida en los cuales, si tenemos viva la llama del amor, estaremos en capacidad de descubrir en los signos, un toque del esplendor de Jesús Resucitado en todas las cosas.

 

María termina reconociendo a Jesús

María cae a los pies de Jesús para abrazarlo, pero Jesús le dice: “No me toques, que todavía no he subido al Padre” (20,17ª). “Noli me tangere” ("no me toques"​ en latín, como bien lo traduce la Vulgata). Otro tanto habían hecho sus compañeras, según Mt 28,9. Pero el intento de retener a Jesús, parece indicar la voluntad de permanecer aferrada al Jesús que conoció, en su etapa terrena. Pero Jesús la lleva ahora a mirar hacia el futuro de la relación: “Vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios” (Jn 20,17b). Jesús le deja entender a María que no ha vuelto a su vida terrena anterior y que no lo tendrá como antes: Él regresa al Padre donde tiene su lugar propio.  Jesús entonces está en la última etapa de su camino. María y los discípulos están invitados a recorrerlo, para esto deben comprender qué significado tiene para ellos, la plena comunión de Jesús con el Padre:

-          Por primera y única vez Jesús los llama “mis hermanos”.

-          Por primera y única vez Jesús declara que Dios es el “Padre” de los discípulos.

He aquí una nueva revelación del Resucitado: los discípulos saben que Dios también es su Padre y que través de este Padre, ellos están unidos a Jesús como hermanos.  Se llega así al culmen de la alianza. La antigua fórmula “Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo” (ver Éx 6,7-9), tiene una nueva expresión en la pascua de Jesús, quien por este camino inserta a los discípulos de manera plena en su estrecha relación con el Padre: “Mi Padre y su Padre, mi Dios y su Dios” Este es el don extraordinario del  amor, que los discípulos han recibido por el sacrificio del Hijo en la cruz (ver Jn 3,16): este es el amor que Dios que ofrece al mundo. Por lo tanto, por medio de su muerte y resurrección Jesús regresa al Padre, no para separarse de los suyos, sino para unirse a ellos de manera plena y definitiva a través de su comunión con el Padre (ver Jn 14,1-3; 16,7.22).

María Magdalena lloraba a un difunto, pero Jesús Resucitado la orienta por el camino correcto, por el cual hay que buscarlo: la relación viva de amor que, habiendo comenzado con el Jesús terreno, se orienta de manera definitiva hacia la comunión total en la Santísima Trinidad. La Resurrección de Jesús no es una pérdida porque ahora el Maestro está más unido que nunca a sus discípulos y los atrae vigorosamente hacia la perfecta alianza. Preguntémonos hoy: ¿En qué se parece el camino de fe de María al mío? ¿Seguimos, como ella, buscando a un Jesús muerto, como tantos dolientes del Viernes Santo? Pero ¿qué nos dice hoy Jesús Resucitado? ¿Seguiremos llorando como ella o estamos dispuestos al gozo y a la esperanza en este Tiempo de Pascua que hoy comenzamos? ¿Qué nos enseñan  María Magdalena y Jesús Resucitado?

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