Face
Insta
Youtube
Whats
Viernes, 26 Abril 2024
Suscribase aquí

Sagradas Escrituras: El maestro Gamaliel

By Pbro. Mario Montes M. Enero 19, 2022

Pero un fariseo, llamado Gamaliel, que era doctor de la Ley, respetado por todo el pueblo, se levantó en medio del Sanedrín. Después de hacer salir por un momento a los Apóstoles, dijo a los del Sanedrín: “Israelitas, cuídense bien de lo que van a hacer con esos hombres. Hace poco apareció Teudas, que pretendía ser un personaje, y lo siguieron unos cuatrocientos hombres; sin embargo, lo mataron, sus partidarios se dispersaron, y ya no queda nada. Después de él, en la época del censo, apareció Judas de Galilea, que también arrastró mucha gente: igualmente murió, y todos sus partidarios se dispersaron. Por eso, ahora les digo: No se metan con esos hombres y déjenlos en paz, porque si lo que ellos intentan hacer viene de los hombres, se destruirá por sí mismo, pero si verdaderamente viene de Dios, ustedes no podrán destruirlos y correrán el riesgo de embarcarse en una lucha contra Dios”.

Los del Sanedrín siguieron su consejo: llamaron a los Apóstoles, y después de hacerlos azotar, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los soltaron. Los Apóstoles, por su parte, salieron del Sanedrín, dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús. Y todos los días, tanto en el Templo como en las casas, no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Noticia de Cristo Jesús (Hech 5,34-42. Primera lectura del Segundo Viernes del Tiempo Pascual).

 

¿Quién fue Gamaliel?

 

Por el libro de los Hechos de los Apóstoles, sabemos que la Iglesia de Jerusalén sufrió desde sus comienzos la persecución. Primero, los apóstoles Pedro y Juan (Hech 4,1-21); luego los Apóstoles (Hech 5,17-41), los cristianos helenistas, especialmente Esteban (Hech 6,8-15.54; 7,54-8,1); posteriormente Pedro de nuevo (Hech 12,1-11). Estas persecuciones fueron orquestadas por los judíos, especialmente por parte del Sanedrín. Y en el arresto de los Apóstoles, que vemos en Hech 5,17-41, salió Gamaliel en su defensa o, al menos, impidió que llegara a más…

Efectivamente y sin buscarlo, los apóstoles encontraron un defensor ante el supremo consejo judío. Se trataba de Gamaliel, un respetado maestro de la ley perteneciente al grupo de los fariseos y miembro del Sanedrín. Más tarde se nos informará, en el mismo libro de los Hechos, que san Pablo fue su discípulo (Hech 22,3). Otros grandes maestros de la tradición rabínica judía llevaban ese nombre. Gamaliel expone ante sus colegas un argumento muy convincente: en Israel, en esos tiempos agitados del siglo I d. C. había habido muchos movimientos revolucionarios, de carácter mesiánico, es decir, que sus líderes se presentaban como el enviado definitivo y escatológico de Dios, para salvar a su pueblo. Gamaliel menciona la insurrección de un tal Teudas y la de Judas el Galileo, ambas tuvieron lugar por la época del nacimiento de Cristo, relacionadas con los levantamientos populares que siguieron a la muerte de Herodes el Grande,  en el año 4 a. C.

Junto con otras muchas revueltas de los judíos contra sus opresores romanos, éstas, de Teudas y de Judas, son mencionadas por el historiador judío, Flavio Josefo, que vivió en el siglo I d. C., contemporáneo, por lo tanto, del nacimiento del cristianismo y de muchos de los acontecimientos que narra. El maestro Gamaliel recuerda a los sanedritas, que esas revueltas acabaron en nada: sus jefes fueron muertos violentamente y sus seguidores dispersados. Les aconseja entonces que no den mucha importancia al naciente movimiento de los apóstoles: si es de los hombres se disolverá por sí mismo. Si es de Dios nada podrán contra ellos.

Seguramente Gamaliel no era cristiano en secreto, tal vez tampoco simpatizaría con el cristianismo. Era más bien un hombre tolerante, respetuoso de las ideas de los demás, enemigo de la violencia y de la injusticia. Hombres como él están muy cerca del Reino de Dios, son los que llamamos “hombres de buena voluntad” que, sin saberlo, encarnan muchos de los valores y de las virtudes evangélicas.

El consejo de Gamaliel fue acogido por sus compañeros. Pero no se libraron los apóstoles de ser azotados por desobedientes, seguramente con los 49 azotes que se acostumbraban, uno menos que los 50 prescritos por la ley. Y les fue nuevamente prohibido que predicaran en el nombre de Jesús. Prohibición que ellos, evidentemente, no acataron. El texto termina diciéndonos cómo los apóstoles se alegraron por ser hallados dignos de sufrir por el evangelio, y cómo reanudaron su predicación evangelizadora incluso en el mismo templo, con gran éxito entre la gente.

Una gran lección nos la da Gamaliel a los cristianos de hoy. No tendríamos que asustarnos demasiado de los varios movimientos, más o menos “mesiánicos”, que van apareciendo también en nuestros tiempos. Es difícil ejercitar lúcidamente un discernimiento de estos casos. Cuántas veces en la historia, personas que habían sido perseguidas y tachadas de heterodoxas en su tiempo, luego resultaron ser proféticas -por lo tanto incómodas- y claramente movidas por el Espíritu para bien de su Iglesia. Y viceversa: movimientos que parecían brillantes se demostraron vacíos de Espíritu y cayeron por su propio peso.

El problema ha sido de siempre. En el libro de los Hechos se encuentran diversos momentos en que los responsables de la comunidad tuvieron que ejercitar -casi siempre comunitariamente, con el parecer de todos- el discernimiento sobre las situaciones que se iban creando, por ejemplo de los cambios que se iban a dar en la nueva comunidad de Antioquía (ver Hech 12,19-26; 13,1-3; 14, 26-15,5).

No es que haya que ignorar los hechos o las direcciones nuevas que van surgiendo, que, en efecto, pueden ser o muy beneficiosas o perjudiciales, para la vida de la comunidad. Pero el discernimiento hay que hacerlo sin angustias, sin prisas y comunitariamente. Y con la finalidad de ser fieles a la voluntad del Espíritu, no a nuestros gustos o intereses,  discerniendo, por lo tanto, también nuestras propias motivaciones en el apoyo o en el rechazo de los varios casos o situaciones. Es lo que Jesús recomendó a sus discípulos, con la parábola del trigo y la cizaña, para que no se precipitaran ni en sus juicios ni en sus decisiones (Mt 13,24-30; ver también Mc 9,38-39).

Síganos

Face
Insta
Youtube
Whats
puntosdeventa
Insta
Whats
Youtube
Dignitas Infinita
Image
Image
Image
puntos de venta
suscripciones
Catalogo editoria
publicidad
puntos de venta
suscripciones
Catalogo editoria
publicidad