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Sagradas Escrituras: El pueblo judío

By Pbro. Mario Montes M. / Animación bíblica, Cenacat Julio 05, 2021

Siguiendo con los protagonistas de la Pasión del Señor, uno de los principales y que en todo siguió el proceso de Jesús, desde su detención en Getsemaní, pasando por el tribunal judío y romano hasta su muerte en el Calvario, fue el pueblo judío, a quien se le ha “achacado” desde siempre la muerte de Cristo. Los evangelistas, especialmente San Mateo, lo narra así:

Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó: “¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?”. Ellos respondieron: “A Barrabás”. Pilato continuó: “¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?”. Todos respondieron: “¡Que sea crucificado!”. Él insistió: “¿Qué mal ha hecho?”. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: “¡Que sea crucificado!”.

Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: “Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes”. Y todo el pueblo respondió: “Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado (Mt 27,20-26)

 

¿Israel culpable de la muerte de Cristo?

 

Desde entonces, se ha creído que el pueblo judío fue el responsable de la muerte de Cristo. Y con ello, se ha justificado el odio hacia ellos los israelitas, desde ese día (y quién sabe si no antes), hasta hoy. Se les ha tratado de deicidas, pérfidos judíos, pueblo maldito y demás. Toda clase de antisemitismo, de burlas y malos tratos, como los que sufrió el mejor hijo de Israel, Cristo ¿Se justifica estas actitudes, como el rechazo visceral a Judas, a Pilatos y a todos aquellos que tuvieron que ver con su muerte?

Lo primero que tenemos que decir que es que Pilato se lavó las manos en señal de inocencia, al mejor estilo judío (ver Dt 21,1-9; ver también Sal 26,6; 73,13). Y cuando el pueblo exclama: “Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”, es una forma de decir que se hace responsable de su muerte. Pues la expresión era común y corriente en el Antiguo Testamento, que indicaba quién era la persona que debía asumir la responsabilidad de un delito y sufrir el castigo correspondiente, que era la muerte: “caiga su sangre sobre él o sobre ellos” (ver Lev 20,9. 11-13.16, como también 2 Sam 1,15-16; 2 Sam 3,28-29; Jer 26,15).

Pero aquí, el pueblo judío no emplea la fórmula como corresponde. Cuando alguien en la Biblia invocaba el castigo de sangre, lo hacía sobre la cabeza de otro, de un tercero, nunca sobre la propia. En cambio, en san Mateo, el pueblo judío se lo aplica sobre sí mismo, como si quisiera incriminarse, autocastigándose, en vez de librarse de los efectos de la sangre, que era el sentido de la fórmula. Además, resulta llamativo que el grito sea lanzado por “todo el pueblo”.

Hasta ese momento san Mateo venía relatando que sólo “una muchedumbre” presenciaba el juicio, es decir, un grupo limitado de personas (en la práctica, una chusma manipulada por los sacerdotes). La “muchedumbre” se presenta ante el gobernador (Mt 27,15), pide la liberación de Barrabás (Mt 27,20-21), exige la crucifixión de Jesús (Mt 27,22), y presencia el lavatorio de manos de Pilatos (Mt 27,24). Pero de repente san Mateo parece olvidarse de este grupo, y dice que es todo el pueblo quien ahora reclama sobre sí la sangre de Jesús.

Se trata de un cambio intencionado. En san Mateo, la expresión “el pueblo” siempre alude a Israel como raza, etnia o nación global. Por eso al reemplazar “la muchedumbre” por “el pueblo”, el evangelista estaba diciendo a sus lectores que la sangre de Jesús, invocada ese día, no cayó únicamente sobre los asistentes al proceso, sino sobre toda la nación judía y sobre las generaciones posteriores ¿En qué sentido la sangre de Jesús “cayó” sobre el pueblo? Se derrama “por el perdón de los pecados”, como había preconizado Jesús, en la noche de la última cena pascual, tal y como lo presenta San Mateo en 26,27, al instituir la Eucaristía.

Así, el evangelista dejó por adelantado la clave para interpretar la escena del tribunal. Cuando hace decir a la multitud allí reunida, que la sangre de Jesús caiga sobre sus cabezas y la de sus hijos (es decir, todos sus descendientes), en realidad no es para maldecirlos ni condenarlos, sino todo lo contrario, para perdonarlos de sus pecados. La muchedumbre reunida aquel día en el palacio de Pilato, pidió la muerte de un condenado; pero sin darse cuenta, obtuvo en realidad un acto salvador. Así se entiende por qué san Mateo cambió la frase tradicional “caiga su sangre sobre Fulano (un tercero)”, y en su lugar haya puesto “caiga su sangre sobre nosotros”.

El pueblo no estaba solicitando un castigo, sino una acción salvadora. También se explica que pasara de “la muchedumbre” que gritaba, a “todo el pueblo (judío)”. Quería que sus lectores judíos se sintieran identificados con aquellos que, en el tribunal de Pilato, recibieron la redención por medio de la sangre de Jesús. Para san Mateo, el pueblo de Israel fue el primer beneficiario de su muerte redentora. Y así hoy lo comprendemos. Aunque se había hecho cristiano, san Mateo que escribía estas cosas, conservaba su corazón judío. Porque el grito del pueblo judío aquel Viernes Santo, abrió las puertas de la salvación y del perdón a toda la humanidad, empezando por ellos mismos.

 

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Last modified on Viernes, 30 Julio 2021 10:46

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