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El Cireneo

By Pbro. Mario Montes M. / Animación bíblica, Cenacat Junio 14, 2021

El Cirineo no puede faltar el Viernes Santo tanto en las procesiones, como en la meditación del Santo Viacrucis, especialmente al meditar la V Estación. Es un personaje que, sin preponérselo, llegó a ser famoso al ayudar a Jesús con la cruz, camino al Calvario. Un protagonista muy importante de la Pasión. Los Evangelios no olvidaron su gesto con Cristo:

Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús.  Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: “lugar del Cráneo” (Mc 15,21-22; ver también Mt 27,32-33; Lc 23,26).

 

Simón de Cirene

 

Después de haber sido Jesús objeto de escarnio en el pretorio, por parte de los soldados romanos, que lo vistieron como rey de burlas y lo coronaron de espinas, comienza su camino de cruz hacia el Calvario (Mc 15,16-20). La breve escena de Mc 15,21-22 se distingue de la anterior por el cambio de lugar, pues se pasa del palacio de Pilato al lugar de la crucifixión. Un hombre llamado Simón de Cirene es obligado a llevar la cruz de Jesús.

¿Quién era el Cirineo? Probablemente un judío que había nacido en Cirene, situada al norte de África, en la colonia judía de aquel lugar. No sabemos si andaba por aquellos días en Jerusalén o si vivía permanentemente en ella. La expresión “venía del campo”, puede referirse a que trabajaba en una finca o que simplemente estaba de visita allí. Este personaje que vivió aquel acontecimiento, fue el padre de dos personas conocidas de la Iglesia primitiva: Alejandro y Rufo. En efecto, como el protagonista era el padre de dos miembros de la comunidad del evangelista San Marcos, la tradición sobre Jesús se transmitió enseguida (Rom 16,13).

A falta de discípulos tuvo que ayudarle a Jesús con el travesaño de la cruz. En la práctica, los reos de crucifixión cargaban solamente el palo horizontal de la cruz (no la cruz entera como aparece en las pinturas o representaciones del Viacrucis, pues el leño vertical estaba ya hincado en tierra), hasta el lugar de su ejecución (en este caso el Calvario o lugar de la Calavera, seguramente por la forma de este montículo, que se hallaba fuera de los muros de la ciudad santa). Se supone que el ajusticiado estaba muy agotado, gracias a los malos tratos recibidos, por eso requirió ayuda.

Por otra parte, Palestina era un país militarmente ocupado. Y los ciudadanos de un país ocupado, tenían la obligación de prestar cualquier tipo de servicio, a las tropas de ocupación. Desde darles alimentos o alojamiento, hasta llevar mensajes o una carga a algún lugar. En cualquier momento, un judío podía sentir sobre su hombro el toque de la lanza de un soldado romano. Y con esto sabía que su obligación era servir al soldado que lo llamaba, en todo lo que él necesitara.

Esto fue lo que le ocurrió a Simón de Cirene, un día que venía del campo: fue obligado a cargar con la cruz de Jesús, que caminaba hasta el Calvario (Mc 15,21). Ahora bien, al mencionarlo San Marcos, como los demás evangelistas, excepto san Juan (Mt 27,32; Lc 23,26), obedece a una intención particular, expresando su acción con el mismo verbo que se usa en la enseñanza de Jesús, sobre el seguimiento (Mc 8,34), Simón queda convertido en modelo de discípulo para los lectores cristianos de todos los tiempos. Poco importa que se viera obligado a hacer lo que hizo (recordemos que, en nuestros pueblos, el personaje que lo representa se resiste y al final exclama: “yo lo haré, no por piedad ni favor”). Lo importante es que fue el primero en seguir a Jesús llevando su cruz.

Hemos de notar que, durante todo el proceso judío y romano, Jesús se queda completamente solo, en manos de sus enemigos. Ningún discípulo está presente (Mc 14,53-65; 15,1-20). No es sino hasta que aparece Simón Cirineo, con el cual recibe ayuda urgente en su camino al Calvario, a falta de discípulos. Y Jesús muere solo, insultado en su cruz y abandonado de todos (Mc 15,22-39). Los únicos que se interesan por él son: el centurión que lo confiesa como Hijo de Dios (Mc 15,39), las mujeres que lo habían seguido y servido desde Galilea (Mc 15,40-41.47), y finalmente José de Arimatea, aquel judío que se encarga de enterrarlo (Mc 15,42-46). De allí, nadie más…

La historia de la Pasión enseña que el verdadero discípulo, el que acepta seguir a Jesús y hacer de su vida un servicio a los hermanos, debe cargar la cruz y caminar tras las huellas del Siervo Doliente (ejemplarizado con el pequeño pero significativo detalle, de la ayuda de Simón de Cirene). Si la historia de la pasión pone el acento en el abandono y debilidad de los discípulos, no es para desanimar a los lectores. Todo lo contrario, es más bien para resaltar que la acogida y el amor de Jesús superan estas situaciones difíciles. El estímulo y ejemplo lo tenemos entonces, en la figura ejemplar del Cirineo, camino al Calvario.

El Cirineo nos recuerda también los rostros de tantas personas que nos han acompañado, cuando una cruz muy pesada se ha abatido sobre nosotros o sobre nuestra familia. Nos recuerda a tantos voluntarios que, en muchas partes del mundo, se dedican generosamente a confortar y ayudar a quién pasa por momentos de sufrimiento o dificultad. Nos enseña a dejarnos ayudar con humildad, si lo necesitamos, y también a ser cireneos para los demás.

 

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