
La Semana Santa inicia con la celebración del Domingo de Ramos en que se recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
Este día se realizan procesiones donde se usan ramos -en Costa Rica se usa palma, pero pueden ser otros tipos de plantas- como signo de que reconocemos a Cristo como Rey y como Mesías. Agitarlos o sostenerlos es signo de que creemos en Cristo. En este caso, los ramos son parte de la liturgia, recuerda el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia.
Después de la celebración, muchas personas se llevan las palmas benditas para su casa, lo cual está bien si se usan como proclamación de Cristo como Mesías; pero se debe tener claro que no son amuletos. Así, pueden hacer con ellas, por ejemplo, una cruz en la puerta para mostrar que son creyentes, pero no para alejar tormentas o “malos espíritus”.
Las palmas están benditas, por lo que si una persona necesita deshacerse de ellas puede quemarlas o dejarlas en la parroquia, pues son utilizadas para hacer ceniza al inicio de la Cuaresma, el Miércoles de Ceniza del próximo año.
Pero el Domingo de Ramos tiene otro momento fundamental: la lectura de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Es decir, se trata de un día en el que se celebran los dos momentos centrales del misterio pascual: la vida o el triunfo, mediante la procesión de ramos en honor de Cristo Rey, y la muerte, con la lectura de la Pasión correspondiente a los Evangelios Sinópticos, es decir, de Mateo, Marcos y Lucas, en cada uno de los ciclos, A, B y C (la de Juan se lee el Viernes Santo).
Recientemente ha resonado nuevamente en El Salvador y en toda Latinoamérica el Caso de Beatriz y otros vs. El Salvador, que refiere al de una mujer salvadoreña en situación de extrema pobreza, a quien en el año 2013 se le impidió acceder a un aborto.
Ante la situación, con el apoyo de grupos a favor de la práctica del aborto en ese país, se llevó adelante un proceso legal ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), cuyo fallo, con posibles repercusiones en todo el continente, tiene lugar hoy 22 y mañana 23 de marzo aquí en San José, donde está la sede de la Corte.
Tenía las pastillas para abortar en la mesa, pero decidió no tomarlas, eran muchas emociones juntas, optó por tomar un baño de agua fría, abrió la ducha, justo cuando acercaba su mano al chorro para aclimatarse sintió por primera vez en su vientre una leve patadita, su bebé se estaba moviendo, y entonces lloró.
Milagro dijo sí a la vida y hoy es madre de dos niñas. Su historia puede ser la de muchas mujeres jóvenes que enfrentan un embarazo inesperado en medio de una situación difícil.
Ella fue dada en adopción a una pareja de estadounidenses, poco después de cumplir los 18 años se independizó. En algunos aspectos era muy madura para su edad, pero reconoce que desconocía muchas cosas, por ejemplo, algo tan sencillo como tomar un autobús.
Todo iba bien, estudiaba en la universidad, tenía novio y buena situación económica. Sin embargo, días después de terminar con su pareja descubrió que estaba embarazada. Era una noticia inesperada.
Sin una familia cerca, sin una red de apoyo y sin pareja, sentía que traer un hijo al mundo en ese momento no era lo mejor. ¿Cómo iba a cuidar a su bebé si tenía que trabajar? ¿Qué podía saber ella de criar a una niña pequeña? ¿Quién iba a ayudarla si necesitara algo?
Buscó en internet. Encontró dos sitios donde ofrecían ayuda a mujeres que quisieran abortar. Programó una cita en ambos para el mismo día, buscaba la alternativa más rápida y efectiva.
Primero se vio con alguien que le dio una bolsa de pastillas. Luego, llegó a lo que parecía una clínica, pero en realidad se trataba del Instituto Femenino de Salud Integral IFEMSI, un lugar dedicado, entre otras cosas, a brindar apoyo a mujeres con un embarazo inesperado.
Una colaboradora le explicó cómo es el crecimiento de un bebé desde la concepción, el procedimiento para realizar un aborto, así como las consecuencias físicas y emocionales.
Cuando era adolescente, tuvo la oportunidad de ir a un campamento en Nicaragua, era el año 1999 y ese país había sufrido los estragos del Huracán Mitch. Allí vio personas que aun en medio de las circunstancias mantenían su alegría. Fue una experiencia que lo marcó y comenzó a sentir un llamado del Señor a servirle.