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Domingo, 28 Abril 2024
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Continúa en el Vaticano la campaña de vacunación, que comenzó en la mañana del miércoles 13 de enero tras la llegada del suero. Tanto el Papa Francisco como el emérito Benedicto XVI ya han recibido la primera dosis de la vacuna.

“Puedo confirmar que, como parte del programa de vacunación del Estado de la Ciudad del Vaticano”, dijo el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, respondiendo a las preguntas de los periodistas, “a hoy la primera dosis de la vacuna para el Covid-19 ha sido suministrada al Papa Francisco y al Papa Emérito”.

Homilía en la Misa de Nochebuena, 24 de diciembre de 2019, Basílica de San Pedro.

 

La Navidad nos recuerda que Dios sigue amando a cada hombre, incluso al peor. A mí, a ti, a cada uno de nosotros, Él nos dice hoy: “Te amo y siempre te amaré, eres precioso a mis ojos”. Dios no te ama porque piensas correctamente y te comportas bien; Él te ama y basta. Su amor es incondicional, no depende de ti. Puede que tengas ideas equivocadas, que hayas hecho de las tuyas; sin embargo, el Señor no deja de amarte.

A través del Motu proprio "Spiritus Domini", el Papa Francisco estableció que los ministerios del Lector y del Acólito están en adelante también abiertos a las mujeres, de forma estable e institucionalizada con un mandato especial.

Como destaca el portal Vatican News, las mujeres que leen la Palabra de Dios durante las celebraciones litúrgicas o que realizan un servicio en el altar, como ministras o como dispensadoras de la Eucaristía, no son ciertamente una novedad: en muchas comunidades del mundo son ahora una práctica autorizada por los obispos.

Sin embargo, hasta ahora todo esto se ha realizado sin un mandato institucional real y adecuado, en derogación de lo establecido por San Pablo VI, quien, en 1972, al abolir las llamadas "órdenes menores", había decidido mantener el acceso a estos ministerios reservados a los hombres sólo porque los consideraba preparatorios para un eventual acceso a las órdenes sagradas.

Catequesis en audiencia general, miércoles 7 de diciembre, 2020.

 Continuamos con nuestras reflexiones sobre la oración. La oración cristiana es plenamente humana, incluye la alabanza y la súplica. De hecho, cuando Jesús enseñó a sus discípulos a rezar, lo hizo con el “Padrenuestro”, para que nos pongamos con Dios en la relación de confianza filial y le dirijamos todas nuestras necesidades.

Pedir, suplicar. Esto es muy humano. Escuchamos el Catecismo: “Mediante la oración de petición mostramos la conciencia de nuestra relación con Dios: por ser criaturas, no somos ni nuestro propio origen, ni dueños de nuestras adversidades, ni nuestro fin último; pero también, por ser pecadores, sabemos, como cristianos, que nos apartamos de nuestro Padre. La petición ya es un retorno hacia Él” (n. 2629).

Si uno se siente mal porque ha hecho cosas malas cuando reza el Padrenuestro ya se está acercando al Señor. A veces podemos creer que no necesitamos nada, que nos bastamos nosotros mismos y vivimos en la autosuficiencia más completa. ¡A veces sucede esto! Pero antes o después esta ilusión se desvanece. El ser humano es una invocación, que a veces se convierte en grito, a menudo contenido. El alma se parece a una tierra árida, sedienta, como dice el Salmo (cf. Sal 63,2). Todos experimentamos, en un momento u otro de nuestra existencia, el tiempo de la melancolía o de la soledad.

La Biblia no se avergüenza de mostrar la condición humana marcada por la enfermedad, por las injusticias, la traición de los amigos, o la amenaza de los enemigos. A veces parece que todo se derrumba, que la vida vivida hasta ahora ha sido vana. Y en estas situaciones aparentemente sin escapatoria hay una única salida: el grito, la oración: “¡Señor, ayúdame!”. La oración abre destellos de luz en la más densa oscuridad. “¡Señor, ayúdame!”. Esto abre el camino, abre la senda.

Hace 150 años el beato Papa Pío IX declaró a San José como Patrono de la Iglesia Católica. Lo hizo con el decreto Quemadmodum Deus, firmado el 8 de diciembre de 1870. El Santo Padre Francisco lo celebra convocando a un Año de San José, y lo hace con la Carta apostólica Patris corde (Corazón de padre).

Este Año se celebrará Dios mediante hasta el 8 de diciembre de 2021, y será una ocasión para destacar las virtudes del esposo de la Santísima Virgen María y padre adoptivo de Jesús.

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