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Lunes, 15 Diciembre 2025
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Diálogo con mi niño interior

By Willy Chaves Cortés, OFS Orientador Educativo y Familiar, UJPll / Doctor en Humanidades, UPF Diciembre 12, 2025

Willy: Hola, mi niño interior. Hoy te encuentro en un lugar tranquilo, como si la casa de mi alma se hubiese abierto para que entres y me hables sin miedo. Te veo pequeño, pero no roto; te veo con ojos que aún buscan luz, incluso cuando la oscuridad parece más fuerte. ¿Cómo te sientes?

Niño interior: Me siento cansado, Willy. Cansado de la culpa que no era mía, de las manos que debieran protegerme y no lo hicieron.

A veces me sorprende la quietud de una navidad lejana, y otras veces escucho un murmullo que dice que no valgo, que la vida me debe algo que nunca recibí. Pero también siento una chispa: la curiosidad de existir, la necesidad de ser escuchado y la esperanza de que todo puede empezar de nuevo.

Willy: Gracias por hablar conmigo así, sin filtros. Sé que has pasado por escuelas falsas de amor, por esquinas de silencio, por noches sin sueño. Pero también sé que has aprendido a resistir. ¿Qué es lo primero que necesitas que yo te dé ahora mismo?

Niño interior: Necesito ser visto con paciencia. Que no me apabullen las palabras grandes, que me permitan decir las cosas con la voz pequeña que aún conservo. Quiero saber que mis heridas no definen mi valor. Quiero permiso para llorar si hace falta, para sonreír cuando el miedo quiere quedarse.

Willy: Te veo, te escucho, y te sostengo. Nadie debe cargar con el peso de lo sucedido solo. Como decía Buda, “No vivas para que tu presencia sea notada, vive para que tu silencio tenga sentido.” Quiero que nuestro silencio tenga sentido, que cada pausa en nuestra conversación sea una cuerda que nos junte más allá del dolor.

Niño interior: A veces el silencio parecía una jaula. Pero sí, cada pausa puede ser un puente. A veces recordamos cosas que duelen, pero también hay momentos en que la memoria nos devuelve una pinta de inocencia que no se debe perder. ¿Cómo se llega a perdonar lo que parece imposible de olvidar?

Willy: El perdón no borra el daño, pero transforma la relación con el dolor. Propondré tres pasos simples, como promesas para ti y para mí: reconocer lo que ocurrió sin justificarlo, abrazar la experiencia sin permitir que nos defina, y abrir la puerta a la posibilidad de sanación.

Decía Jesús: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” Si puedo amarte a ti, puedo amarme a mí. Si puedo perdonar lo que dañó mi cuerpo y mi alma, puedo vivir con mayor libertad.

Niño interior: Pero a veces el perdón parece un acto más grande que el que lo recibe. ¿Qué pasa cuando el otro no quiere pedir perdón, o cuando la herida es tan profunda que parece no cerrarse?

Willy: Entonces el perdón empieza por uno mismo. El perdón no exime de responsabilidades, pero sí libera de la condena interna que nos hacemos.

En mi experiencia, la promesa de la paz se cultiva con la disciplina de cada día: respiraciones, palabras amables hacia mi propio ser, límites sanos para evitar re-traumatización, y una red de personas que me sostienen como el padre. Pollo.

Como decía Mahatma Gandhi: “La violencia nunca es la respuesta; la no violencia es la respuesta.” La no violencia hacia mi propio dolor es una forma de respeto a la vida que quiero reconstruir.

Niño interior: Me alegra oír eso, Willy. A veces yo imitaba la furia para protegernos, para que nadie se acercara a hacer daño otra vez. Pero ahora siento que el miedo tiene menos poder cuando la confianza entra como un rayo de luz.

Willy: Confianza es la palabra clave. La revisión de mi historia no es para negarla, sino para entenderla con compasión.

Cuando la vida me golpeó, hubo personas que mostraron lo contrario: Hilaria, Jaqueline, Sandra, el sacerdote, y el tío abuelo que te ayudó a salir de Costa Rica.

También hubo quienes se mantuvieron lejos, y eso duele. Pero cada experiencia es una lección que nos empuja a crecer: a valorar la dignidad, a buscar ayuda cuando es necesaria, a sostener a otros que aún no pueden sostenerse.

Niño interior: Me gustaría recordar momentos de ternura, aunque pocos. La idea de un refugio seguro: un abrazo, una palabra que diga “estoy aquí”. ¿Tú crees que esos gestos existen para mí aún?

Willy: Existen. A veces se presentan como un respiro, una llamada, una canción, un sueño.

La vida está llena de pequeños milagros si aprendemos a reconocerlos. Recuerda a la Virgen de Fátima, a San Juan de la Cruz, a los místicos que hablaron de la luz que no se apaga.

Ellos nos recuerdan que la noche, por muy larga que sea, no vence a la eternidad de la luz interior. “La oscuridad no puede vencer a la luz”, decía Martín Lutero. Esa luz eres tú, y también yo, juntos.

Niño interior: ¿Y qué pasa con la Navidad? A mí la Navidad me recuerda la herida de la niñez. ¿Cómo se puede vivir con esa memoria sin que la tristeza gane terreno?

Willy: Navidad es un recordatorio de la plenitud posible: del regalo de la vida, de la esperanza, del renacer.

No tiene que ser una fiesta de dolor, sino una oportunidad para agradecer, para pedir y para sanar. En palabras de Albert Schweitzer: “La paz es la primera condición para la tranquilidad del mundo.” Si logramos paz en nuestro interior, esa calma puede irradiarse hacia otros y la Navidad puede convertirse en un retazo de luz, no de culpa. Podemos construir un ritual: una carta a nuestro niño interior, una carta que nunca se envíe pero que nos permita decirle cosas que no decimos en voz alta.

Niño interior: Me gusta esa idea: escribir. A veces he querido decirte estas cosas y otras no. Pero si tú las escribes, ¿podemos verlas juntos?

Willy: Sí. Vamos a hacer un ejercicio. Te propongo que pronuncies tres frases que te gustaría escuchar de mí, y luego las repitamos en voz alta para sellarlas en nuestro corazón.

Niño interior: Primero: “Eres digno de amor; tu dolor no te quita la dignidad.” Segundo: “Estoy contigo, en cada miedo y en cada sueño.” Tercero: “Si te caes, me levanto contigo; no estás solo.”

Willy: Hermosas frases. Las repetimos juntos, con la respiración consciente: inhalo… exhalo… “Eres digno de amor; tu dolor no te quita la dignidad.” Inhalo… exhalo… “Estoy contigo, en cada miedo y en cada sueño.” Inhalo… exhalo… “Si te caes, me levanto contigo; no estás solo.” Que estas palabras se graben en nuestros huesos, para que cuando el ruido de la vida vuelva fuerte, podamos volver a ellas.

Niño interior: Siento un calor suave al decirlas. Parece que el pecho se abre un poco más.

Willy: Me alegra verte así. Ahora, hablemos de límites. Parte de sanar es saber decir “no” cuando algo nos hiere de nuevo.

El niño que fuiste aprendió a no pedir ayuda, a aguantar. Hoy, como adulto, tengo la responsabilidad de crear un entorno que respete a nuestro niño interior.

Niño interior: ¿Cómo decimos “no” cuando estamos en una situación que recuerda el abuso?

Willy: Con claridad y con cuidado. Podemos usar frases simples: “No es seguro para mí ahora.” “Necesito un momento.” “No quiero seguir ahora.” Y buscar apoyo inmediato: una persona de confianza, un espacio seguro, o recursos profesionales. El objetivo es cortar el ciclo de la exposición repetida al daño y recuperar el control sobre nuestra propia vida.

Niño interior: A veces el miedo me demanda silencio. ¿Cómo lo enfrentamos sin rompernos?

Willy: El miedo necesita presencia, no negación. Si le damos espacio para existir, podemos observarlo como si fuera un visitante.

¿Qué diría ese miedo si pudiera hablar? Puede ser útil hacer un diálogo con él, como lo estamos haciendo ahora, para desactivarlo poco a poco.

En la tradición sufí hay un concepto de luz y sombra que se complementan. Sin la sombra, la luz no tendría sentido; sin la luz, la sombra no podría existir. Aceptemos ambas: la luz de la sanación y la sombra del pasado que ya no nos domina.

Niño interior: ¿Y la oración o la espiritualidad? Ha sido mi guía y refugio, especialmente ese sacerdote del Opus Dei que me habló de perdón. ¿Qué papel debe jugar ahora?

Willy: La espiritualidad puede ser un ancla, pero debe ser saludable y constante. Si te nutre, te fortalece; si te exige más de lo que puedes dar, puede convertirse en otra forma de culpa.

La idea es practicar una espiritualidad que honre la dignidad de cada ser, que promueva la compasión y la responsabilidad, sin culpas excesivas.

En el recuerdo de grandes figuras: Buda enseñó la liberación del sufrimiento a través de la comprensión de la impermanencia; Jesús habló del amor como camino de transformación; la Madre Teresa de Calcuta nos recuerda la dignidad de cada ser humano, incluso cuando el mundo pasa por alto a los vulnerables.

Si estas enseñanzas nos acompañan, cada día puede ser una pequeña liturgia de cuidado hacia nuestro niño interior.

Niño interior: Me gustaría creer que la vida puede ser un camino de sanación, no de repetición de traumas.

Willy: Lo es, posible y real. Nuestro diario compartido es una prueba de ello. Cada entrada que escribamos es una semilla que puede crecer. Hablamos de perdón, sí, pero también de límites, de gratitud, de un nuevo origen para nuestra historia.

Si la Navidad trae recuerdos difíciles, podemos crear nuevas tradiciones: un gesto de servicio a alguien que lo necesite, una canción que nos eleve, una lectura que nos inspire.

En este sentido, invito a recordar las palabras de Kahlil Gibran: “La esperanza es una palabra que cae como lluvia sobre la tierra árida; la esperanza es la confianza en que otra mañana traerá nuevas posibilidades.” Que cada mañana que venga, traiga una nueva posibilidad de sanar.

Niño interior: Entonces, ¿empezamos de cero cada día?

Willy: No exactamente de cero. Empezamos desde donde estamos, con las cicatrices que llevamos, pero con la decisión consciente de que merecemos ser felices, que nuestra vida tiene significado y que nuestra historia puede ser un regalo para otros.

En el camino, podemos invitar a otros acompañantes sanadores: terapeutas, grupos de apoyo, amigos de confianza, y guía espiritual que respete los límites y la dignidad. Como afirmó Rumi: “Hoy soy yo quien debe abrazar al miedo hasta que el miedo se convierta en amor.” Si abrazamos el miedo sin rendirnos, ese miedo puede transformarse en amor por nosotros mismos y por los demás.

Niño interior: Siento una mezcla de alivio y responsabilidad. ¿Qué debo hacer hoy para avanzar?

Willy: Hoy podemos hacer tres cosas simples:

Escribe una carta a tu yo más joven: lo que necesitas, lo que le dirías si estuviera aquí ahora, y qué necesitas para sentirte protegido.

Haz una lista de tres personas o recursos que te pueden acompañar en este proceso, y comprométete a contactarlos o acudir a ellos cuando lo necesites.

Practica una práctica diaria de autocuidado: respiraciones profundas, un descanso adecuado, una actividad que te aporte paz (paseo, música, lectura), y una reflexión breve al final del día que cierre con gratitud por al menos una cosa positiva.

Willy: ¿Te parece bien?

Niño interior: Sí. Me parece justo y necesario.

Willy: Antes de terminar, quiero que repitamos juntos una frase de cierre, para que quede grabada en nuestro interior como una promesa compartida: “Hoy el niño que fui tiene un lugar seguro en mi vida, y yo le doy permiso para sanar, crecer y ser amado.” Vamos a decirlo varias veces, con intención y respiración.

Largo suspiro compartido.

Willy: Hoy el niño que fui tiene un lugar seguro en mi vida, y yo le doy permiso para sanar, crecer y ser amado.

Willy: Que este diálogo continúe en el silencio de cada día. Que cada amanecer traiga una nueva oportunidad para elegir la vida que merecemos. Que el perdón no sea una puerta cerrada al pasado, sino una ventana al futuro.

Niño interior: Gracias, Willy, por escucharme, por conservarme, por decirme la verdad con compasión. Gracias por no abandonar la promesa de que la vida puede ser más bonita que el dolor.

Willy: Gracias a ti, por ser la voz que me recuerda que la vida no termina en la herida, sino que puede transformarse en una historia de sanación compartida. Que la paz que buscamos y la luz que deseamos no sean ilusiones, sino realidades que se manifiestan día a día, paso a paso.

Este ejercicio lo logre con la ayuda y motivación de Pepe mi coach y Consejero Espiritual, gracias Pepe por guiarme en el camino de la sanación y el perdón.

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