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Martes, 02 Diciembre 2025
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Un pastor que sale en busca de la oveja perdida

By Willy Chaves Cortés, OFS Orientador Educativo y Familiar, UJPll / Doctor en Humanidades, UPF Diciembre 01, 2025

Diálogo imaginario entre Su Excelencia, Obispo Auxiliar, y Willy

Su Excelencia: Bien, Willy. Gracias por acercarte con esa humildad que tanta honra a quien desea seguir al Buen Pastor. ¿Cómo te encuentras hoy?

Willy: Gracias, Su Excelencia. Me encuentro con la tranquilidad de saber que hay una casa para quien ha sufrido y busca sanar. A veces la memoria duele, pero la fe me sostiene. Quiero escuchar, quiero comprender mejor esa Iglesia que no rechaza, que no discrimina, que acoge.

Su Excelencia: Esa es la Iglesia a la que todos estamos llamados. No una institución perfecta, sino un Cuerpo que late con la misericordia de Cristo. Aquí, en este lugar, no hay lugar para el juicio que hiere, sino para el acompañamiento que salva. Cuéntame, ¿qué te gustaría que quedara claro en tu corazón?

Willy: Me gustaría que se entendiera que la Iglesia no es un tribunal, sino un hospital. Que no mide culpas como si fueran piedras de un muro, sino que ofrece consuelo, verdad y esperanza a todo pecador que busca la luz. A veces, por mi pasado doloroso, he sentido tristeza y miedo de ser rechazado de nuevo. Pero he conocido a personas que, en vez de señalar, sostienen.

Su Excelencia: El papa Francisco habla de una Iglesia en salida, una Iglesia que va hacia las periferias del sufrimiento. Una Iglesia que entiende que la misericordia no anula la responsabilidad, pero la coloca en el camino correcto: la reconciliación con Dios y con los hermanos. ¿Has vivido esa experiencia de salida en tu propio camino?

Willy: Sí. En ese tiempo de encuentros, sentí que la Iglesia de la que hablaba no era un refugio de perfecciones, sino un lugar donde por la gracia de Dios se puede ser frágil y, aun así, amado. El sacerdote que luego fue Obispo Auxiliar, con su ternura y su discurso de cercanía, me mostró que la Iglesia sabe escuchar: escucha antes de juzgar, acompaña antes de condenar.

Su Excelencia: La cercanía del pastor es un testimonio fuerte. La tradición nos recuerda que el pastor está para cuidar de cada oveja, incluso si aquella oveja ha estado lejos, incluso si ha tropezado. Ver a un obispo que no se erige por encima, sino que se inclina para escuchar, es una señal de que el rebaño está unido por la confianza y la misericordia. ¿Qué grabación de ese encuentro quisieras conservar en tu corazón?

Willy: Las palabras simples, pero profundas: “Gracias por aceptar mi amistad. Usted sabe mi imperfección como persona, y aun así me acoge.” Y luego esa imagen de la oveja que llega al redil y es recibida por un pastor que sana sus heridas.

Cuando mi madre muerta recibió entre sus manos la tierra de Jerusalén que usted me regaló, sentí que la Iglesia no se quedó en el protocolo, sino que participó en el llanto y en la memoria de mi familia. Eso me dijo que la Iglesia es una casa donde caben los pecadores que buscan salvación.

Su Excelencia: Que la memoria de Jerusalén, el saquito entre las manos de tu madre, y el tao que llevas, simbolicen el camino de la fe: piedras, tierra y acción que nos conectan con la historia de salvación. En la oración, ¿qué imagen te ayuda a entender que la Iglesia es un lugar de acogida y no de exclusión?

Willy: La imagen de la Cruz que se extiende como un puente entre el pasado doloroso y el presente de fe. Cada gota de sangre derramada por Cristo es una llamada a la humildad: “ven, que no te rechacemos por tus errores, ven y encuentra la vida.” También la imagen de la vida que renace: una oveja que vuelve al redil no para ser juzgada, sino para ser renovada por la gracia.

Su Excelencia: Esa renovación es, en sí, el Evangelio vivido. En la casa del Padre hay lugar para todos: pecadores que se confiesan, enfermos que buscan sanación, huérfanos que encuentran una madre y un padre en la Iglesia. ¿Qué esperanza quieres que brote en cada persona que escuche esta conversación?

Willy: Quiero que cada oyente entienda que la Iglesia es una comunidad que se abona en la ternura, que no proscribe al que sufre, que no lo despoja de la dignidad. Que no importa cuán profundo haya sido el dolor, hay espacio para la gracia. Que la fe, cuando se comparte con sinceridad, transforma incluso los lugares más áridos en tierra fértil para la esperanza.

Su Excelencia: Pero recuerda que la gracia no reemplaza la responsabilidad. La santidad no se logra sin esfuerzo, y la sanación del alma exige una apertura continua al perdón recibido, al perdón dado y a la transformación de la vida. En tu experiencia, ¿qué papel juegan la verdad y la responsabilidad?

Willy: La verdad es un camino que ilumina la oscuridad, pero no para señalar con dedo acusador, sino para liberar de la mentira que el miedo impone. La responsabilidad es aceptar las consecuencias de nuestras acciones ante Dios y ante la comunidad, y luego, con humildad, permitir que el amor divino reconstruya lo que fue destruido.

La Iglesia que escucha no evita las verdades duras; las presenta con delicadeza, para que el arrepentimiento no sea un peso, sino una gracia que libera.

Su Excelencia: Esa delicadeza es signo de una Iglesia que sabe que cada historia es un misterio de misericordia. En nuestra tradición, la misericordia no sería verdadera si no se fundiera con la justicia de Dios y con una vida conforme al Evangelio. ¿Qué mensaje transmitirías tú, desde tu experiencia, a quienes temen acercarse por miedo al juicio?

Willy: Que nadie está fuera del alcance de la misericordia de Dios, si busca la verdad con humildad y la vida con honestidad.

Que la Iglesia, cuando es fiel a su vocación, no rechaza, sino acoge; no condena sin misericordia, sino acompaña; no guarda rencor, sino ofrece reconciliación.

Que cada persona que se acercó con dolor encontró una mano tendida, un oído atento, un corazón que late con el de Cristo. Que, si han sido heridos, sean reparados por el consuelo de la gracia y el acompañamiento de hermanos y sacerdotes que se entregan al ministerio con generosidad.

Su Excelencia: Quisiera añadir que la santidad no es una medalla al mérito, sino un encuentro diario con Cristo resucitado: en la oración, en la Eucaristía, en el servicio. La Iglesia que sale a buscar la oveja perdida es esa que no se limita a esperar en el redil, sino que toma la iniciativa para traer a casa a quien se ha extraviado. ¿Cómo te ves en ese servicio?

Willy: Me veo como una persona que, todavía imperfecta, desea contribuir desde mi historia a que otros encuentren una puerta abierta. Si mi experiencia puede servir para que otros recuerden que hay un lugar seguro donde reparar el alma, entonces quiero dedicarme a ello de corazón: escuchar, acompañar, orar, y compartir la esperanza que se sostiene en la gracia de Dios. No para exaltar mi historia, sino para honrar la gracia que la transformó.

Su Excelencia: Esa es una vocación hermosa: ser testigo de la misericordia que se hace camino en la vida de las personas. A veces, la sencillez de una conversación, la paciencia de un acompañamiento, o la cercanía de un gesto de solidaridad, pueden salvar a una persona de perderse. ¿Qué oración te ayuda a sostener este itinerario de acogida?

Willy: Rezo por la gracia de la humildad y la fe. Por no cansarme de buscar la verdad con amor; por no cansarme de perdonar y de pedir perdón cuando haga falta; por no cansarme de confiar en la misericordia de Dios, que es más grande que cualquier herida. También rezo por las personas que me han mostrado esa cercanía, para que continúen siendo instrumentos de la paz de Cristo.

Su Excelencia: Que así sea. Invito a todos a contemplar la verdad que nos une: la Iglesia no rechaza, no discrimina, no juzga en primera instancia; acoge con la esperanza de que cada alma pueda renacer en Cristo. En un mundo herido por el miedo, se necesita ese testimonio vivo. Willy, gracias por tu valentía al compartir tu historia. Que tu camino continúe siendo una fuente de sanación para ti y para aquellos que te rodean.

Willy: Gracias, Su Excelencia. Gracias por la paciencia, por la escucha, por la esperanza. Que nuestra conversación sea semilla que brote en muchos corazones: la certeza de que la Iglesia que sale no excluye, sino que abraza; no condena, sino cura; no juzga, sino salva.

Su Excelencia: Que la gracia del Señor nos acompañe a ambos y a toda la Iglesia. Que sigamos caminando juntos, como un rebaño guiado por el Buen Pastor, que busca a la oveja perdida con ternura, hasta traerla de regreso al redil. Amén.

Willy: Amén. Y que cada hermano y hermana que se cruza en nuestro camino sienta en su interior la voz suave de la misericordia que nos llama a acercarnos, sin miedo, a la mesa de la comunión. Porque aquí, en la Iglesia, no se excluye a nadie: se invita a caminar hacia la plenitud.

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