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Miércoles, 15 Octubre 2025
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El discurso del odio en las redes sociales

By Willy Chaves Cortés, OFS Orientador Familiar, UJPll / Doctor en Humanidades, UPF Julio 25, 2025

En la actualidad, las redes sociales se han convertido en una parte integral de la vida cotidiana de millones de costarricenses. Plataformas como Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y otras, ofrecen espacios para expresarse, compartir ideas, informarse y fortalecer vínculos sociales.

Sin embargo, en los últimos años, estas plataformas han sido también escenario de una problemática que preocupa profundamente a la sociedad costarricense y a todos aquellos que valoran la paz, la convivencia y la dignidad humana: el discurso del odio, las injurias y las descalificaciones que proliferan en estos espacios virtuales.

Este fenómeno, que en muchos casos se presenta bajo la apariencia de libertad de expresión, en realidad representa un grave atentado contra la dignidad humana y la cohesión social.

La facilidad con la que cualquier persona puede emitir opiniones y el anonimato que muchas veces se otorga en estas plataformas, han incentivado comportamientos que antes eran considerados inaceptables en la convivencia social.

La agresividad, la descalificación, la difamación y las injurias se han convertido en moneda corriente. La polarización política, que en Costa Rica siempre ha sido parte del proceso democrático, ha sido alimentada y exacerbada por estos discursos de odio, que a menudo se disfrazan de opiniones legítimas o de críticas constructivas, cuando en realidad buscan deslegitimar, humillar o desprestigiar al adversario.

Este escenario no solo genera un clima de tensión y confrontación, sino que también afecta directamente a quienes son víctimas de estos ataques.

La dignidad, que es un valor fundamental y universal, se ve vulnerada cuando una persona es insultada, difamada o amenazada por expresar sus ideas o simplemente por pertenecer a un grupo social, ideológico o religioso diferente.

La violencia verbal y las injurias en las redes sociales tienen consecuencias reales: pueden afectar la salud mental, la autoestima, las relaciones familiares y sociales, e incluso pueden derivar en acciones de violencia física o psicológica.

Es por ello que, en el contexto costarricense, donde la cultura de paz y el respeto por la diversidad han sido siempre valores promovidos por nuestra historia y por los principios democráticos que guían nuestra nación, resulta urgente y necesario reflexionar sobre cómo transformar esta problemática.

No basta con condenar el discurso del odio; es imprescindible promover y cultivar una cultura basada en valores positivos, en el respeto mutuo y en la empatía, que permita canalizar las diferencias de manera constructiva y pacífica.

El cambio de paradigma pasa por reconocer que las redes sociales, aunque son un espacio de libertad, también conllevan responsabilidades.

La libertad de expresión no es un derecho absoluto, sino que debe ejercerse en armonía con el respeto por los derechos y la dignidad de los demás.

En este sentido, las instituciones públicas, las organizaciones sociales, las comunidades religiosas y cada ciudadano tienen un papel fundamental en la construcción de un ambiente digital más humano, solidario y respetuoso.

Desde la perspectiva del magisterio de la Iglesia Católica, la dignidad humana es un valor inalienable que debe ser protegido y promovido en todas las circunstancias.

 La Iglesia siempre ha abogado por una cultura del respeto y la fraternidad, recordando que cada persona es imagen y semejanza de Dios y, por tanto, merece ser tratada con amor, comprensión y respeto.

En palabras del Papa Francisco, en su encíclica Fratelli Tutti, se nos invita a construir puentes en lugar de muros, a fomentar la fraternidad y el diálogo incluso con aquellos que piensan diferente.

Este mensaje es especialmente relevante en el contexto digital, donde la facilidad de comunicarse puede convertirse en una herramienta de división o de unión, dependiendo del uso que hagamos de ella.

Es importante destacar que la Iglesia también ha llamado siempre a los líderes políticos, sociales y religiosos a ser ejemplo de virtudes y a promover la justicia, la paz y la reconciliación.

La verdadera democracia, que nos caracteriza como nación, se fortalece cuando los ciudadanos ejercen su derecho al voto con conciencia, respetando las diferentes opiniones y entendiendo que la diversidad de ideas enriquece el debate público y fortalece la identidad nacional.

La polarización y el odio solo sirven para dividir y debilitar nuestra comunidad, mientras que la empatía, la comprensión y la búsqueda del bien común abren caminos hacia la unidad y el progreso.

En Costa Rica, el compromiso con la paz y la justicia ha sido una marca distintiva desde sus inicios.

La historia de nuestro país está llena de ejemplos de diálogo, negociación y respeto por las diferencias, que han permitido superar momentos difíciles y avanzar hacia una sociedad más inclusiva y democrática.

Sin embargo, los desafíos contemporáneos, como el auge de las redes sociales, nos exigen una mayor conciencia y compromiso para no caer en la tentación de la violencia verbal y las injurias, que solo deterioran nuestro tejido social.

Es fundamental que cada uno de nosotros asuma la responsabilidad de promover un discurso positivo en las redes sociales.

Esto implica ser conscientes de las palabras que utilizamos, evitar los insultos y las descalificaciones, y buscar siempre el diálogo respetuoso.

La empatía, esa capacidad de ponerse en el lugar del otro, es una herramienta poderosa para comprender que detrás de cada comentario hay una persona con sentimientos y dignidad que merecen respeto.

La educación en valores, desde la infancia y en todos los ámbitos sociales, juega un papel crucial en este proceso de transformación cultural.

Además, las instituciones educativas, religiosas y sociales tienen la tarea de promover campañas de sensibilización y formación en ciudadanía digital, que enseñen a los jóvenes y adultos a ejercer su libertad en forma responsable y respetuosa.

La creación de espacios de diálogo y encuentro, donde las diferencias puedan expresarse sin violencia, también resulta esencial para fortalecer el tejido social y evitar que las redes sociales se conviertan en un campo de batalla.

Por otra parte, es importante que las plataformas digitales asuman su responsabilidad en la regulación y moderación del contenido.

La eliminación de discursos de odio, la imposición de límites claros y la promoción de contenidos positivos son pasos necesarios para crear un entorno virtual más saludable. La colaboración entre la sociedad civil, las instituciones públicas y las empresas tecnológicas puede ser un camino efectivo para lograr este objetivo.

En las próximas elecciones presidenciales, Costa Rica tiene la oportunidad de reafirmar sus valores democráticos y su compromiso con la paz, la justicia y la solidaridad.

La elección de un candidato no debe basarse en la descalificación o en campañas de desprestigio, sino en el análisis racional de las propuestas y en la confianza en que cada uno de los aspirantes puede contribuir al bienestar del país.

La actitud positiva, la escucha activa y el respeto por la diversidad de opiniones serán los mejores instrumentos para fortalecer nuestra democracia en estos tiempos de incertidumbre.

En definitiva, el discurso del odio en las redes sociales no representa la verdadera esencia de Costa Rica ni de su pueblo.

Nuestro país ha sido siempre un ejemplo de convivencia pacífica, de respeto por los derechos humanos y de lucha por la justicia social.

Es necesario que retomemos esos valores y que los llevemos a cada rincón de nuestras vidas, tanto en lo personal como en lo colectivo.

La transformación social que deseamos comienza en cada uno de nosotros, en nuestras palabras, en nuestras acciones y en nuestra manera de entender la diversidad como una fuente de enriquecimiento y no de división.

Este momento histórico nos invita a reflexionar sobre cómo estamos comunicándonos en los espacios digitales y cómo podemos convertir esas plataformas en instrumentos de paz y solidaridad.

No basta con denunciar el discurso del odio; debemos comprometernos a construir una cultura del respeto, en la que la dignidad de toda persona sea la base de nuestras relaciones humanas. Solo así podremos garantizar un futuro donde la convivencia pacífica, la justicia y la fraternidad sean los pilares que sostengan a nuestra nación.

Costa Rica, en su esencia, siempre ha sido un ejemplo de paz y respeto. La historia y la cultura de nuestro país nos llaman a seguir promoviendo estos valores, especialmente en estos tiempos en los que la comunicación digital puede ser un arma de división o una herramienta de unidad.

La responsabilidad recae en cada uno de nosotros: en nuestras palabras, en nuestras acciones y en nuestra actitud.

Actuemos con amor, empatía y respeto, promoviendo un discurso positivo que fortalezca nuestra democracia, proteja la dignidad humana y construya un país más justo, solidario y en paz. Solo así, en la unión y en la fraternidad, podremos seguir avanzando hacia un futuro mejor para Costa Rica y para las generaciones venideras.

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