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Viernes, 10 Octubre 2025
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Una niñez y una juventud que se educa es una generación que se salva

By Willy Chaves Cortés, OFS Orientador Familiar, UJPll / Doctor en Filosofía y Letras, TIU Julio 07, 2025

El día en que nos reunimos en la quinta de Anna Katherine en Orotina quedó grabado en nuestra memoria como un momento de profunda reflexión y compromiso.

La ocasión no solo fue un encuentro entre amigos y profesionales comprometidos con la transformación social, sino también una oportunidad única para analizar desde diversas perspectivas cómo podemos ofrecer un nuevo rumbo a los jóvenes en conflicto con la ley y a sus familias.

La experiencia internacional de Anna, su bagaje en la UNESCO y otros organismos multilaterales, aportó una visión global que contrastaba y enriquecía las experiencias locales.

El diálogo fluyó con naturalidad, y cada uno aportó su perspectiva, su historia y su esperanza. Anna compartió su trabajo en El Salvador, donde las maras y pandillas representan un desafío social y cultural que exige soluciones innovadoras y humanas.

Nos habló con pasión de la obra Centro Juvenil Amigó, fundada por los Frailes Terciarios Capuchinos en Costa Rica, y de cómo la fe y los valores cristianos son una fuerza transformadora en la rehabilitación de jóvenes vulnerables.

La obra, nos dijo, ha sido un faro de esperanza en medio de la oscuridad, demostrando que la educación basada en valores puede rescatar vidas y devolver la dignidad a quienes más la han perdido.

Mientras tanto, en la conversación, estaban presentes figuras relevantes del ámbito cultural y social, como Samuel Rovinski y Daniel Gallegos Troyo. Samuel, reconocido dramaturgo y creador teatral, aportó su visión sobre el teatro como una herramienta poderosa para la reflexión, la sanación y el cambio interior.

Para él, el arte no solo es un medio de expresión, sino también una vía para despertar la empatía y la conciencia social. Daniel, por su parte, resaltó la importancia de la narrativa y la literatura en la construcción de identidad y en la recuperación de valores esenciales en los jóvenes en proceso de reintegración.

Desde mi experiencia en comunicación política, liderazgo y orientación familiar, aporté ideas sobre cómo fortalecer la transmisión de valores a través de los medios y la comunidad, entendiendo que la educación no solo se realiza en las aulas, sino también en cada espacio donde se interactúa con los jóvenes y sus familias.

Además, contamos con la presencia del sacerdote y pensador Víctor Hugo Munguía, quien resaltó la importancia de la dimensión espiritual en cualquier proceso de cambio profundo. La espiritualidad, según él, es una fuente de esperanza y de fuerza interior que puede transformar corazones y abrir caminos hacia una vida nueva.

Pero en medio de esta enriquecedora conversación, surgieron también las voces de los grandes referentes de la tradición cristiana y educativa. San Juan Eudes, fundador de las Congregaciones de la Preciosa Sangre y de los Sacerdotes de Jesús y María, nos dejó una enseñanza que sigue vigente: “El corazón de la humanidad necesita ser tocado por la misericordia y la compasión de Dios”.

La misericordia, en su visión, no es solo un acto de bondad, sino una fuerza que puede sanar heridas profundas y abrir caminos de esperanza en medio de las dificultades más extremas. La misericordia activa, aquella que se concreta en acciones concretas, debe ser la base de cualquier programa dirigido a estos jóvenes.

Seguidamente, San Juan Bautista de La Salle, considerado el padre de la educación moderna, nos recordó que “la educación cristiana es la base de una sociedad justa y fraterna”.

Desde su perspectiva, la verdadera educación no solo implica la transmisión de conocimientos, sino también la formación en virtudes, en respeto y en amor al prójimo.

La pedagogía de La Salle apuesta por una enseñanza que humanice, que respete la dignidad de cada alumno y que fomente la fraternidad como un valor fundamental.

El desafío para nosotros es crear espacios educativos que sean verdaderos centros de formación en valores, donde el amor cristiano sea la base de toda interacción.

El Venerable Obispo Luis Amigó, quien en su juventud fundó en Valencia, España, los Frailes Terciarios Capuchinos, también dejó una huella profunda en esta reflexión. Amigó, en su misión, entendió que la educación debe ser un camino hacia la libertad y la responsabilidad.

Él afirmó que “la verdadera educación es aquella que forma corazones libres y responsables”. En su obra, la libertad no es solo la capacidad de elegir, sino también la capacidad de asumir las consecuencias de esas decisiones, promoviendo así una cultura de responsabilidad y compromiso social. La educación, en su visión, es un proceso que debe liberar y empoderar, no coartar ni limitar.

Mientras tanto, Anna Katherine insistió en la necesidad de un enfoque integral, que involucre a la familia, la comunidad y las instituciones sociales.

Ella subrayó que “la fe y los valores cristianos deben ser la base para rediseñar programas educativos que no solo busquen la rehabilitación, sino también la transformación del corazón de estos jóvenes”. La fe, en su visión, actúa como un motor que impulsa la recuperación y la esperanza, permitiendo que los jóvenes encuentren un sentido profundo en sus vidas y un propósito para su futuro.

Desde su experiencia en teatro y narrativa, Samuel Rovinski destacó que “el teatro puede ser un espacio de reflexión, de catarsis y de transformación interior.

A través de las historias, podemos despertar la empatía y el compromiso social”. La cultura, en definitiva, tiene un papel fundamental en la formación de una conciencia social y en la sanación de heridas emocionales. La creatividad y el arte son herramientas poderosas para que los jóvenes puedan expresarse y comprender su realidad desde una perspectiva diferente.

Por su parte, Daniel Gallegos Troyo subrayó que “el arte y la narrativa son espejos de la sociedad y también instrumentos de sanación y crecimiento personal”. La narrativa permite a los jóvenes construir su propia historia, reescribir su pasado y proyectarse hacia un futuro lleno de esperanza y posibilidades.

La construcción de una identidad positiva y segura es esencial para evitar recaídas y fortalecer su proceso de reintegración.

El Padre Víctor Hugo Munguía remarcó que “la dimensión espiritual no es solo una práctica, sino una fuente de fuerza y esperanza que puede transformar vidas”. La espiritualidad, en su visión, no solo alimenta el alma, sino que también proporciona la energía necesaria para afrontar los desafíos y seguir adelante, incluso en las circunstancias más adversas. La fe y la oración, en este sentido, son caminos de sanación y de renovación interior.

Cada uno de estos aportes, desde diferentes perspectivas, converge en un mismo objetivo: ofrecer a estos jóvenes un camino de esperanza, de transformación y de dignidad. La misericordia, la educación en valores, la responsabilidad, la cultura y la espiritualidad son las piedras angulares de un proceso que busca no solo rehabilitar, sino también formar seres humanos libres, responsables y llenos de amor.

Este encuentro reafirmó la convicción de que la transformación social comienza en el corazón de cada persona. Solo con amor y verdadera educación, fundamentados en la misericordia y en la fe, lograremos ofrecer esperanza y cambiar vidas, construyendo una sociedad más justa, fraterna y llena de fe en el potencial humano.

La mención en este artículo de Daniel Gallegos y Samuel Rovinski, quienes gozan del merecido descanso eterno, es en honor a la amistad que mantuve con ellos y de diálogos sostenidos con ambos sobre temas similares.

La tarea no es fácil, pero sí imprescindible, y está en nuestras manos seguir trabajando con pasión y compromiso.

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