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Viernes, 13 Junio 2025

Pedagogía temprana y salud mental

By Willy Chaves Cortés, OFS Orientador Familiar, UJPll / Doctor en Filosofía y Letras, TIU Mayo 23, 2025

Hemos vivido en una sociedad que nos condiciona para hablar de nuestra salud mental, nos limitan a expresar nuestras emociones ya que hemos vivido en una sociedad que aprendió a estigmatizar la salud mental.

Este fenómeno no solo refleja una percepción social errónea, sino que también impacta directamente en el bienestar emocional y psicológico de las personas, desde la infancia.

La necesidad de transformar esta realidad nos lleva a explorar el papel de la pedagogía temprana en la construcción de una cultura que valore y promueva la salud mental.

La educación, en sus etapas iniciales, puede ser una herramienta poderosa para desestigmatizar y fortalecer la salud mental, formando individuos emocionalmente saludables desde la infancia.

La estigmatización de la salud mental tiene raíces profundas en la cultura y en las creencias sociales. Como afirma Goffman (1963), "el estigma es una característica que reduce a la persona de una totalidad" y en el caso de la salud mental, suele traducirse en prejuicios, discriminación y silencio.

Esto impide que quienes enfrentan dificultades emocionales busquen ayuda y que la sociedad en general reconozca la importancia de la salud mental.

Desde una perspectiva educativa, la pedagogía temprana tiene el potencial de actuar como un agente de cambio.

La educación emocional en la infancia puede prevenir problemas futuros y fomentar la resiliencia. Como señala Goleman (1995), "la inteligencia emocional es clave para el éxito y el bienestar en la vida". Por ello, integrar prácticas pedagógicas que aborden la salud mental desde los primeros años puede ser un paso decisivo hacia una sociedad más saludable emocionalmente.

La infancia es un período crítico en el que se forman patrones de afrontamiento, autoestima y habilidades sociales. Si en estos primeros años se promueve un ambiente que valide las emociones y enseñe a gestionarlas, se sientan las bases para una salud mental sólida.

El pedagogo y psicólogo Lev Vygotsky afirmó que "el desarrollo psicológico de los niños y niñas depende en gran medida del entorno social y cultural".

Por ello, los educadores y cuidadores tienen una responsabilidad crucial en crear espacios seguros donde los niños y las niñas puedan expresar sus sentimientos sin miedo al juicio o al rechazo. La pedagogía temprana, además de centrarse en el desarrollo cognitivo, debe incluir el desarrollo emocional y social.

La educación emocional en la infancia puede incluir actividades lúdicas, cuentos y juegos que aborden sentimientos y resoluciones de conflictos.

Los adultos deben actuar como modelos de comportamiento emocional saludable, demostrando empatía y habilidades de comunicación efectiva.

Crear entornos seguros y acogedores, donde los niños y las niñas  se sientan aceptados y valorados, promueve la confianza y la autoestima. Como señala Daniel Goleman, "la empatía es una habilidad que puede enseñarse y potenciarse desde la infancia". La participación activa de la familia en estos procesos refuerza los aprendizajes y garantiza un apoyo continuo, fortaleciendo el trabajo conjunto entre escuela y hogar.

El trabajo en equipo entre educadores, psicólogos, orientadores y padres es fundamental para crear una red de apoyo integral.

Se busca construir determinantes que promuevan la salud mental desde una pedagogía temprana, en un abordaje multidisciplinario y comunitario.

Además, es importante sensibilizar a la sociedad en general sobre la importancia de destigmatizar la salud mental, promoviendo campañas de información y formación que desafíen los prejuicios existentes.

Solo así se logrará una verdadera transformación en la percepción social y en las prácticas educativas relacionadas con la salud mental infantil.

La pedagogía temprana tiene el potencial de ser un catalizador para la construcción de una cultura que valore la salud mental. Como afirmó Carl Jung, "lo que no se enfrenta en la infancia, se repite en la adultez".

Por ello, invertir en la educación emocional desde los primeros años puede marcar la diferencia en la vida de las personas y en la salud de la sociedad.

Transformar la manera en que abordamos la salud mental requiere un compromiso colectivo y una pedagogía que vaya más allá de lo cognitivo, integrando lo emocional y lo social. Solo así podremos construir una sociedad más saludable, resiliente y compasiva.

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