Yo siempre supe que mediante el estudio podía cambiar el destino de mi vida, no está mal ser agricultor, es uno de los oficios más bellos, pero siempre me preocupé por cultivarme intelectualmente, con gran esfuerzo logré estudiar varias carreras universitarias, me encanta la lectura diaria, la practico siempre, me siento dichoso como habitante de este país, saber que tenemos una ministra de educación culta altamente instruida, que apuesta su trabajo por darle a la educación el sitio que merece como política de estado.
La experiencia, es madre de la cultura
Nuestra cultura individual inicial nos la proporciona la propia vida, las experiencias que hemos ido acumulando.
Sin duda, hay mucho de cierto en el rotundo aserto popular de que “la mejor universidad es la propia vida”.
Pero sabemos que no es suficiente. Si bien la vida nos permite acumular experiencias y conocimientos insustituibles, nuestro objetivo de una existencia equilibrada y plena nos exige acercarnos a vidas ajenas y distintas a la nuestra, a otros contextos culturales, económicos y geográficos.
No estamos solos, la vida es una aventura apasionante que compartimos miles de millones de personas en todo el mundo.
Y para comprender lo que ocurre a nuestro alrededor, necesitamos acceder a lo que piensan, sienten y hacen los demás, y no sólo quienes nos rodean en nuestro entorno más inmediato. Interpretar el mundo sólo a través de lo que nos ocurre a nosotros nos conduce a una percepción pobre e incompleta.
Hay, por ejemplo, quien piensa (por sus negativas experiencias personales) que el ser humano es competitivo, egoísta y malo por naturaleza, o que tras la amistad sólo hay interés y que, por tanto, la principal actitud a adoptar es la desconfianza y mantenernos siempre a la defensiva.
Esta mentalidad, de miras tan estrechas como equivocadas, deforma la interpretación de la realidad y repercute negativamente en las relaciones con las personas que nos rodean, y en nuestro propio bienestar emocional.
El amor, la amistad, la solidaridad, la ilusión por aprender y descubrir cosas nuevas son resortes humanos esenciales en los que merece la pena creer.
Cuando extraemos lo positivo de nuestras vivencias, cuando nos interesamos por cómo disfrutan o padecen los demás, nos situamos ante el mundo de una forma más abierta y receptiva, que nos permitirá sacar más rendimiento a nuestra vida. Y comprender mejor cuáles son las circunstancias que la condicionan.
Una de mis más gratas experiencias formativas esta en una de las carreras universitarias que curso que es Orientación Educativa, he tenido la dicha de ser aprendiente de mujeres de gran valor intelectual que nos enseñan de manera disruptiva la grandeza de prepararnos con excelencia para orientar personas de diferentes grupos etarios.
También me ocupa y me preocupa encontrarme personas en las universidades que no se cultivan, no leen no estudian no profundizan, con una capacidad de análisis casi nula, ni se diga sus capacidades de oratoria, para ser personas a nivel universitario dejan mucho que desear.
Hay muchos tipos de cultura
El concepto cultura, entendido en su sentido más abierto, podemos dividirlo en varias áreas.
- Cultura emocional-psicológica: mantener un cierto equilibrio personal, una actitud constructiva, un manejo positivo de nuestra agresividad, saber afrontar las situaciones difíciles, una disposición a asumir ciertos riesgos que puedan conducirnos a vivir más intensamente.
- Cultura intelectual y artística: el gusto por el conocimiento de lo que acontece en nuestro país y en el mundo, y los motivos de que así ocurra: estar informados, mediante radio, TV, prensa, libros, conferencias, jornadas culturales, de lo más relevante. También podemos incorporar la lectura, los espectáculos (cine, teatro, música, danza, …), los museos y exposiciones artísticas a nuestros hábitos sociales. Y hacer ejercicios de memoria, para conservarla ágil. O practicar juegos intelectuales, como el ajedrez, las cartas y otros.
- Cultura física: mantener el cuerpo sano mediante hábitos alimenticios saludables y coherentes con nuestra edad y características personales. Realizar ejercicio físico, que nos haga sentirnos flexibles y en forma. Practicar la relajación y descansar lo suficiente. Mimar nuestro cuerpo, teniendo presente que es nuestro continente, que somos personas a través de él.
- Cultura profesional: reciclarnos en el trabajo permanentemente, para disfrutar de él y huir de la rutina, implicándonos en nuestras tareas y buscando el progreso personal también en lo profesional.
- Cultura del ocio: que en nuestro tiempo libre no falten el paseo, la asistencia a fiestas populares y espectáculos, los bailes, las salidas para conocer nuestros pueblos, nuestro arte, nuestros montes o senderos, playas, etc. Organizar tertulias y encuentros, donde gocemos de la compañía y el intercambio de opiniones.
La cultura, en suma, no se limita exclusivamente al mundo de los conocimientos académicos, ni a lo que está escrito en los libros.
Cultivar muchos de estos apartados nos hará, probablemente, personas más sanas, equilibradas y ricas en conocimientos, además de más libres e independientes.
Nos permitirá, además, una percepción del mundo más rica y personal. Y nos convertirá en individuos más libres, menos manipulables y atados a prejuicios, tópicos o supersticiones. Todo ello, sin olvidar que nos abre un infinito abanico de posibilidades para cubrir a plena satisfacción nuestro tiempo libre.
"Culto es aquel que sabe dónde encontrar lo que no sabe" – Woody Allen (1935), cineasta.