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Cuidemos las palabras, dejan huella

By Enero 05, 2023

¿Somos conscientes del poder de las palabras? Esta es una pregunta que siempre debemos hacernos, pues de cuidar las palabras que pronunciamos depende muchas veces de la felicidad o la desgracia de quien las recibe.

Todo el tiempo utilizamos palabras, pero generalmente no pensamos lo que decimos ni cómo lo decimos, y es porque a menudo prestamos muy poca atención a la elección que hacemos de ellas.

Con lo que decimos podemos herir a los demás y a nosotros mismos, por eso es importante nunca decir algo de lo que después nos tocará arrepentirnos.

Las palabras son imagen que proyectamos de nuestro propio ser, de lo que pensamos, sentimos y hacemos, utilicemos palabras respetuosas, amables y justas, que sirvan para tender puentes, no para levantar muros. 

La capacidad de comunicarnos es un regalo, un privilegio que incluye una gran responsabilidad, porque las palabras dejan huella, tienen poder.

Pensemos antes de hablar, no lo hagamos cuando el enojo nos impida razonar, sólo hablemos cuando estemos calmados y en paz.

Recordemos que una palabra amable puede suavizar las cosas; una palabra alegre puede iluminar el día; una palabra oportuna, puede aliviar la carga; una palabra brutal, puede herir o matar.

Las palabras que decimos pueden edificar o derribar, también pueden alegrar o entristecer a los demás. Generalmente los conflictos inician con una palabra mal dicha, o en el momento equivocado por la falta de dominio propio; esto lo enseña la Biblia en la Epístola de Santiago 3, 5-6: “Así también la lengua es un fuego pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. Mirad qué pequeño fuego y qué bosque tan grande incendia”.

Si es tan determinante lo que decimos, ¿cómo podemos aprender a controlar nuestras palabras para que sean para edificar, no para ofender ni para entristecer?

Sigamos el consejo de los apóstoles cuando por el Espíritu enseñaban a la Iglesia a que: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, dejando toda palabra corrompida, palabras deshonestas, evitando profanas y vanas palabrerías”.

Ya lo decía el filósofo Ludwing Wittgenstein “Los límites de mi lengua son los límites de mi mundo”. Por eso es importante cuidar no solo lo que decimos, sino también cómo lo decimos”.

A veces nuestras palabras son como un mazo de construcción, las utilizamos sin pensar y de repente miramos a nuestro alrededor y todo lo que tenemos es un montón de escombros relacionales. Cuando soltamos palabras sin pensar, dañando a gente cercana, las relaciones van a sufrir.

Una de las razones por las que no somos constructivos con nuestras palabras, es porque no nos damos cuenta de lo poderosa que es esta herramienta, -nuestra boca y las palabras que Dios nos ha dado-.

Decimos cosas sin pensar y se quedan en la mente de las personas a quienes se las dijimos. Ciertas cosas que la gente te dijo de una manera descuidada, incluso desde la escuela o la universidad o cuando empezaste a trabajar, todavía las seguimos recordando hoy. Así de poderosas son las palabras. Cuando se trata de las palabras que salen de nosotros, tenemos que pensar en ellas como una herramienta poderosa y debemos que tener mucho cuidado sobre cómo la usamos.

¿Cómo puedo usar palabras más cuidadosamente de manera que construya relaciones y no destruya a la gente? Dejemos de usar excusas. Dejemos de decir, “realmente no quise decir eso” o “lo dije porque me sentía mal”. Tengamos en cuenta que lo que decimos impacta a todas las personas que nos rodean, y a todos los que nos escuchen.

Hablemos menos. A menudo nos metemos en problemas porque simplemente no sabemos cuándo callar. Si tenemos a mano una herramienta tan poderosa, no deberíamos utilizarla tan a menudo, ¿verdad? Escuchemos más. Si escuchamos más, podremos entender mejor las necesidades de las personas.

Empecemos a construir. Permitamos que nuestros primeros pensamientos sean, “¿Qué necesita esta persona? ¿Cómo puedo dar una palabra de aliento para levantarle el ánimo? ¿Qué puedo decirle para hacer la diferencia en su vida?”, eso hará la diferencia.

Laura Ávila Chacón

Periodista, especializada en fotoperiodismo y comunicación de masas, trabaja en el Eco Católico desde el año 2007.

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