Siempre se ha dicho que la diferencia entre las personas con éxito y las que no lo tienen, no es la falta de conocimientos, sino muchas veces la falta de voluntad y la constancia no esta en empezar, sino en perseverar.
William Shakespeare nos recordaba en una frase “Si el hombre fuera constante, sería perfecto”, esto quiere decir: no abandonemos las metas, continuémoslas, aunque el camino sea difícil.
Ejemplo de ello fue la británica Fyona Campbell en 1967. Ella fue la primera mujer en dar la vuelta al mundo andando y lo obtuvo tras 11 años caminando. Años en los que recorrió veinte países de Norteamérica, Australia, África y Europa y todo empezó estableciendo un objetivo, dando un primer paso y siendo disciplinada. Por eso se considera que la constancia es un puente entre el deseo y la realización.
Por naturaleza a los seres humanos nos cuenta mucho mantener el esfuerzo, la constancia sostenida en el tiempo y esto, es precisamente la motivación que nos ayuda a conseguir los objetivos, llegar al final.
Para desarrollar la constancia
Si se quieren conseguir grandes metas, es vital trabajar en los hábitos de la vida. Debemos desechar aquellos que nos perjudican y no nos llevan a ningún lugar e incorporar aquellos hábitos personales y de trabajo que nos acerquen a los objetivos.
De ahí la importancia, de establecer metas diarias pequeñas y fáciles de lograr. Por ejemplo, imagine que es escritor, y quiere escribir una novela. Enfrentarse al objetivo de escribir 200 o 300 páginas seguramente parece abrumador, y si lo mira así es muy posible que lo abandone al poco de empezar.
Para mantener la constancia, es mejor si se propone escribir solo dos o tres páginas por día. Es un objetivo mucho más cercano y asumible, si lo hace así, en tres meses puede tener lista su novela. Para ello es de vital importancia crear una rutina diaria. La repetición del mismo comportamiento día tras día es la base para crear nuevos hábitos.
Un hábito que nos ayuda en eso es hacer la tarea, cada día a la misma hora y otra cosa que puede hacer es ligar un nuevo hábito a otro que ya tengas establecido, por ejemplo: Después de tomar el café por la mañana, me pongo las zapatillas y salgo a correr media hora. Y entonces, cuando me ducho después de correr, escribo las dos páginas del día. Cuando convierta una tarea en rutina y después en hábito, va a costar mucho menos esfuerzo hacerla cada día.
Otra de las claves para desarrollar la constancia y también para mantenerse motivado es medir los resultados y si los ha desglosado en tareas diarias y lleva el registro de lo que va consiguiendo ayuda a mantenerlo constante, porque sabe cómo va.
Otro aspecto a considerar es contar con un mentor o un compañero que haya logrado el éxito. En inglés se llama “accountability partner” que se traduce como “compañero de rendición de cuentas”.
La idea aquí es que, cuando estamos solos ante nuestro objetivo, nos resulta muy fácil distraernos, perder el foco y no hacer lo que queríamos hacer. Por eso, tener a una persona externa con la que quedamos periódicamente y a la que tenemos que rendir cuentas, hace que nos sea más difícil desviarnos de nuestro trabajo.
A todo ello se le suma que debemos celebrar nuestros logros. ¿Ha iniciado un emprendimiento? ¿Ha perdido esos dos primeros kilos? ¿Ha terminado el primer capítulo de tu libro? No importa lo pequeño que sea el éxito, pues en la vida todo logro, por más pequeño que sea suma y se merece celebrarlo. Porque eso da la alegría y la energía que necesitas para mantener la constancia hasta conseguir el gran objetivo deseado.
Hoy día, queremos que las cosas sucedan, pero nos cuesta mantener la atención y no nos gusta esperar. El éxito verdadero no es un camino rápido ni fácil. No es un sprint, sino una carrera de fondo, donde no gana el que más prisa tiene, sino el más constante, el que mejor sabe dosificar sus recursos a lo largo del camino.